martes, 21 de febrero de 2017

Tarde para la ira. Raúl Arévalo. 2016.




Excelente opera prima de un tocayo que ha sabido dotar a la venganza de su irracionalidad para convertirla en aquello que puede provocar un reencuentro, una salida, pues como casi todo en la vida depende del ojo con que se mira el vaso medio lleno, vacío, o acaso sin recipiente. 

Una historia negra donde la disolución del bien y del mal descansa en unos personajes donde el tiempo ha hecho estragos pues el cambio afecta a su manera a cada cual. Los hay que no pueden pasar página y los que se apuntan a toda moda, como el término medio, pero cromos es implacable ante una vida humana imposible de anticipar. La violencia es un hecho del ser humano, o no, depende de la categoría que le demos a ese "hecho", como la mirada hacia el vaso, pero aquí nuevamente se convierte en cierta categoría temporal donde es tan aplacada como subsumida en ese ansia de venganza que hace que unos salgan de la vida y otros entren. Ver cómo un atributo humano puede controlar las vidas de las personas es otro hecho bruto con el que no nos acostumbramos pero que sin quererlo mueven la vida dentro de ese cambio que va de la serenidad al ajetreo tanto de un cambio como de la inmovilidad ante él.

Pero como es natural éste último no es realmente el único atributo que moldea las vidas y circunstancias de las personas y en la cinta encontramos un amor que atrae y repele cual polo magnético, pues no va a ser el sentimiento amoroso menos ante esta multipolaridad de lo conceptual, de la vida y de la manera en que nos tomamos las cosas. El amor puede ser condena tanto como salvación, tortura tanto como benigna pasión y sólo adentrándose en la acción podremos comprobar hasta dónde podemos llegar, los límites de nuestro amor o nuestra ira.



lunes, 20 de febrero de 2017

Mi tío Jacinto. Ladislao Vajda. 1956.




El director húngaro ya había cosechado éxitos comerciales y artísticos dos años atrás con títulos como Marcelino pan y vino y Tarde de toros y en esta obra se sirve del relato de un compatriota suyo para firmar esta gran obra maestra del llamado neorrealismo español. Obra que no obtuvo tanto éxito comercial como las anteriores, ganando incluso el premio del público en la Berlinale, pero que con el tiempo muestra el repertorio de maestría de un director de un estilo fácil en apariencia pero con una sensibilidad que despierta más de una conciencia.

El film muestra a la perfección la miseria humana de posguerra en un Madrid, ya de señoritos, donde la única fama es posible dentro de un ruedo pues en la humildad de la miseria sólo cabe ganarse los duros para el día y poder llenar el estómago. La picaresca española es un hecho que nuestra literatura ha recogido magistralmente y en la que beben todas estas historias que muestran la miseria moral de una sociedad siempre por debajo de los acontecimientos. de unos personajes atravesados todavía más abajo de unos hechos siempre injustos para los nacidos en ciertas otras circunstancias. Y el cine igualmente recoge esta especie de idiosincrasia patria para mostrarnos el rostro de un pueblo y unos moradores tan grandes como menguados.

La charlotada a la que es impelido el protagonista se convierte no sólo en la irónica crítica social que subyace todo el film si no que es trasunto del panorama generalizado de una sociedad ya ávida de todas aquellas sensaciones cortadas por la lucha fratricida y sus largas consecuencias. Volver a la plaza invita a soñar para despertar en el mismo amanecer de una plaza llena de colillas, pero soñando.

jueves, 16 de febrero de 2017

La clase de esgrima (Miekkailija). Klaus Härö. 2015.



Toda película esgrime mediante sus imágenes, palabras y recreaciones unos hechos que como armas deberían hendirse en las cabezas de los espectadores para despertar el conocimiento, o para adormecerlo, dependiendo de las distintas capacidades y habilidades. Las mismas que utiliza el director para hacernos interpretar una historia quizá demasiado manida en nuestros relatos audiovisuales pero que, sin embargo, parece muy diferente al naturalizar en poco más de hora y media diferentes relatos sin tener que melodramatizar en ninguno y sin tener que resaltar todos esos estereotipos que más que armas pueden ser bombas terroristas.

Pero para esgrimir, el protagonista de nuestro relato ha de usar más armas de las necesarias pues el florete por si mismo no sirve cuando uno es un prófugo de un sistema totalitario. El valor, como algo de la verdadera ideología que se escondía bajo el autoritarismo serán claves en una historia de cuidados, en un film donde la explicación ya ha sido llevada a escena en muchas otras ocasiones y por tanto el dominio de la emoción es la premisa que domina sin caer en el exceso. 

Me encantó ese guiño feminista donde el equipo que proporciona la carencia del equipo estonio está integrado por féminas, como el mismo gesto de la suplente, que tiene tanto de protagonista como el mismo profesor. Y es que, aunque la ideología estaba escondida bajo el manto del terror, es imposible negar que el papel de la mujer soviética fue muy diferente de la occidental (no tanto respecto del patriarcado, sí en otras cuestiones de género). Como tampoco se puede negar la falta de libertad de un sistema que prometía la misma meta supeditada a un futuro siempre inconcluso por el miedo de un telón de acero surgido al comienzo del corto siglo pasado. La figura paterna del estado no casa con la del individuo por mucho que ambas equivoquen sus sentidos, como los golpes de suerte y la acción de la historia también esgrimen sus razones para hacernos comprender que en esa misma educación donde los niños pueden olvidar la miseria del mundo adulto quizá está la esperanza.

martes, 14 de febrero de 2017

Elle. Paul Verhoeven. 2016.




La sensibilidad ante el mal no es la misma para diferentes personas pues su percepción misma escapa en diferentes emociones con las que los humanos nos desenvolvemos de distinta forma. El miedo y el peligro se forman en el mismo receptáculo corporal pero su intensidad y recepción varían por cada contexto, con cada biografía. Mostrar la humanidad del mal, como la banalidad arendtiana, requiere de un personaje tan diferentemente humano como propiamente social. Calibrar hasta donde es lícito atacar y señalar el mal no sólo depende de normas morales y sociales y, sin embargo, parecen nuestras únicas guías para creer que hacemos el bien.

Verhoeven se sirve de una espléndida Isabelle Huppert para feminizar, de modo quizá algo estereotipado por aquello del mal y la mujer, una historia que mezcla drama y crítica familiar con una personalidad donde vamos a encontrar suspense junto a una biografía que aplasta marcando un ser ávido de un deseo siempre insatisfecho, tal y como marca la onda que maneja la sociedad occidental actual.

En el cine actual tomar partido es casi un delito y aquí el director sabe tocar conciencias dejándonos un personaje al que no se sabe muy bien como enmarcar pues el odio que puede desprender en ciertos momentos se convierte en dulzura y severa reflexión en otros. La deriva familiar que puede servir de excusa puede ser interpretada como un hecho más dentro de la cuasi natural violencia que acaece alrededor, en medios y ficción, en política y en la propia jurisdicción. Y puede que sea la propia idea de familia aquella que perturba a las personas porque como narra Paul el mal puede estar ahí para ser interpretado.

viernes, 10 de febrero de 2017

Rams (El valle de los carneros) (Hrútar). Grímur Hákonarson. 2015.




Un film que mezcla a la perfección temas como raza, género, familia y especie sin decir mucho sobre ninguna de ellas, ni representando nada que relacione esos temas, y sin embargo hilando, para el que quiere ver, un suceso donde naturaleza, historia, tradición y cultura son igualmente imbricados. 

Y es que un film con pocas palabras y situaciones puede decir mucho con tan poco como muestra una historia nórdica de frío y calor humano pues en nuestras relaciones podemos experimentar casi con la misma grandeza, o terquedad, esa ambivalencia entre lo cálido y lo gélido de nuestras relaciones personales, familiares y sociales. De un valor a otro podemos pasar apenas sin conocer el cómo ni el por qué de nuestras reacciones ante ciertas situaciones. Puede que la falta de comunicación del propio deseo así como la falta de acción empatizadora en general dispongan que esto sea así y no tengamos más remedio que lidiar con el cambio que a veces sorprende negativamente como otras de modo alegre y sonriente. Defender lo indefendible puede ser un acto o de heroicidad como de imbecilidad y saber dónde está el punto es la tarea diaria a la que nos enfrentamos desde nuestro caos existencial.

Dos hermanos pueden estar tan unidos como separados, pueden hablar lo indispensable o contarse hasta las intimidades y sin embargo el lazo de sangre pareciera nos tuviese que determinar enmarcado dentro de un sistema cultural que arrincona a la naturaleza dentro de unos conceptos y acciones que desvirtúan el entramado social que se desprende de unas ideas que se transmiten de generación en generación completamente diferente de como lo hacen las bases del ácido que nos delatan físicamente. La mediación del contexto, sea este una enfermedad o el propio capitalismo inaugurado con la posesión que permite atrapar la naturaleza desde la cultura, es la que permite que individuos ajenos puedan parecerse más entre sí que dos hermanos o una idea en diferentes personas. Y todo ello sin la participación de una mujer relegada a ser puro deseo, madre deseante, puro receptor de naturaleza. El deseo puede ir más allá de la creencia y las expectativas y como dice el refrán de un sentido común, tan sutil como alocado, bicho malo nunca muere.

miércoles, 8 de febrero de 2017

Capitán Fantástico (Captain Fantastic). Matt Ross. 2016.



Entre la educación y la enseñanza puede existir el mismo abismo que recorre la distancia entre la ficción y la realidad. Pero los abismos y las grandes distancias están para ser conocidos y recorridas. Atreverse a oscilar entre ellas puede hacernos ver en la realidad algo más que el mero sentido común donde no nos percatamos incluso de esas pequeñas diferencias que hacen de niños y niñas meros reflejos de lo que no nos atrevemos a ser.

La resignación de la izquierda siempre ha sido una constante ante la circunstancia de una sociedad conformada sobre la primacía de unos parámetros humanos que incluyen y resaltan lo menos bueno. Incluso en la ficción, la idea de la buena educación ha de ser relegada a aquello que la sociedad define, ha de ser vilipendiada en aras de su poder ser. Un ser un tanto difuso entre esos dos conceptos con los que comenzaba este post, un ser que oscila entre la propaganda y la verdad, entre ciertos intereses y un desapego por el propio ser de un conocimiento desdibujado por mirar más al negocio futuro que al presente de la enseñanza general. Y es que no es lo mismo celebrar el día de Chomsky que Santa Claus, como tampoco es lo mismo mentir y engañar por razones humanas que hacerlo por interés personal, pero para diferencias colores dirán algunos de ustedes.

Las condiciones para que el intento utópico del film pudiera salir hacia delante son las mismas que necesita hoy cualquier sociedad para escapar del dogmatismo económico que vértebra todo. La hegemonía necesita no sólo de las instituciones si no de penetrar en una educación y una enseñanza que no vilipendie la diferencia, que no arrastre el género, que no ahogue a la memoria y resucite todos aquellos aspectos inverosímiles que potencian a un ser humano ávido de saltar y cruzar abismos, de recorrer distancia inimaginables sin que ello resulte la destrucción de nuestro planeta, ni la desaparición de la familia, ni la venganza ni humillación para el que no comprende ni empatiza con nuestro pensar. Las condiciones no son algo fijo cuando hablamos del mundo humano, no es como un experimento de ciencia aplicada donde generalmente no se pueden variar ciertos parámetros o contextos, pero como el film trata de mostrar la vida humana es un constante devenir donde aprender y mejorar resulta del mismo ejercicio mental que impulsa todo conocimiento. Con el provando e riprovando que marca el inicio de la ciencia moderna y su traslación a las humanidades comienza la era donde la utopía puede ir más allá de ciudades ideales y divinas. Comienza la lucha entre el estado natural y el príncipe, entre el poder de uno y el de todos, entre la masa y el individuo. Y ahí andamos aún...