miércoles, 15 de octubre de 2014

Stromboli, tierra de Dios ( Stromboli, tera di Dio). Roberto Rossellini. 1950.



La vida es dura en la tierra de Dios, en la del hombre, la vida es dura según los ojos que la miran, la vida es más que dura para el que la sufre, el que cree que la comprende y padece, una vez que no encaja algo en la propia acomodación que todos tenemos. La desesperación y la huida nos llevan a otro callejón sin salida al que volver a enfrentar, siempre un nuevo revés que fulmina nuestra determinación y nos hace volver a caer en la prisión que nos parece la vida. Esto es lo que siente nuestra protagonista lituana que busca salir del laberinto donde se perdió y no hace sino ascender en esa espiral hacia nuevas desdichas siempre ajenas y de contradictoria solución.

Ella busca el perdón huyendo del pasado, busca redención a cualquier precio y a veces el mercadear con lo moral y lo legal conlleva un aumento en el acuerdo, así buscando seguridad encontrará una naturaleza y una cultura humana, a la que afronta como "otra raza", que violentarán el propio carácter volcánico del adaptado a una u otra, y del dependiente de las mismas. La cárcel que uno mismo se impone y la que imponen los demás hacen del renovar, del descubrir, del pensar, tareas incómodas dada las ambivalencias con las que solemos afrontarlas, así tratar de cambiar, de escapar es un sinsentido como la propia historia que juega a favor siempre de algún aire. La tragedia de un lugar, de una país, de una cultura, de un individuo no es sino fiel reflejo de la tragedia de existir, de no ver más allá del orgullo ni menos acá que nuestros hocicos.

La obra hoy parece haberse extraviado en el tiempo y el machismo que avala el principal discurso del film está totalmente fuera de lugar, pero como testimonio histórico sobresale en exceso, no ya por esa burda caracterización de lo que significa ser mujer sino también por ese realismo inherente a su autor así como por esos planos del propio volcán, esa isla dominada por su presencia que hace de la naturaleza un eje principal más, cazar y pescar en su rudeza pero sin la desgracia actual, menos salvaje pero más destructora. La sombra del volcán, como la de la propia vida se alargan para tocarse en la cima, en la duda, y optar por... que cada uno siga decidiendo (pero con valor y arrojo para asumir).

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