jueves, 2 de julio de 2015

El año más violento (A Most Violent Year). J.C. Chandor. 2014.



Dibujar una historia de superación dentro del año con mayor número de asesinatos en la ciudad de Nueva York para hacerla chocar contra los propios cimientos de ella, no de la ciudad si no de esa historia cimentada en otra figura, me ha parecido algo tremendamente inocuo para poder comprender la valía de la historia del selfmade como motor de la sociedad ni la maldad como su sustituto. ¿Será el amor la salvación, la de aquellos que buscan con ahínco la felicidad de todos encumbrándose en el lodo del dinero los único que puedan tapar el apestoso agujero por el que escapa el mundo social?

La película, como casi no puede ser de otra manera, parece dejar al personaje a merced de unas fuerzas ciegas que lo llevan a aliarse con el drama que vive la sociedad de esos años y las distintas opciones que otorga la libertad parece que son cortadas por los lazos familiares tan unidos a la violencia reinante como a un amor familiar tan jodidamente burgués que hasta el cariño familiar sale mal parado. Nuestro empresario de éxito va a ver comprometido su futuro desde distintos frentes pero la jugada en juego le sitúa en la típica posición donde el poder ya emana y alcanzar las cotas máximas requiere de la dosis corruptiva pertinente. Comprometido todo parece no haber salida, aún así y sabiendo campear el temporal con la escasa dignidad que va quedando (sobredimensionada a veces) nuestro protagonista será iluminado con una verdad que ofende y es que generalmente la mano invisible no lo es tanto, pero entretanto va dejando cadáveres por su camino.

Este suele ser el destino de las películas, la asepsia y la interpretación. El no alinearse moralmente con alguna opción, personaje o idea. El mostrar lo más realmente posible unos hechos narrados desde el clasicismo pero con esas dosis contemporáneas de liquidez, hibridación, y cuidado de una imagen que nos lleva del estilo MTV al barroquismo de una escena de gangsters.