sábado, 30 de abril de 2016

Orígenes (I Origins). Mike Cahill. 2014.



La batalla entre la ciencia y la religión, o más precisamente el espíritu, se sirve a través de una historia de amor narrada a través de una ciencia ficción que en nada desmerece a los efectos especiales que suelen concurrir en este género. Incluso se agradece que el discurso sea muy acorde a una visión de la ciencia tan dogmática como exigen algunas teorías de la ciencia, pero tan abierto al propio conocimiento como postulan otras, creando un personaje, que tras unas experiencias personales donde la concatenación de hechos llevan a unas supuestas lógicas, va a sufrir la experiencia de la perdida, del dolor para abrir esa puerta que toda mente abierta debe traspasar para ver qué luz crea el umbral.

Y es que el quicio desde donde observamos nuestras vidas siempre está iluminado con esa luz que dan nuestras propias certezas, nuestras experiencias que determinan en cierta medida el modo en que vamos a responder. Por ello, el vehículo del amor aparece como hilo conductor de una historia donde las respuestas van a diferir ante las preguntas incómodas que suscita lo desconocido, ante la cuestión donde la misma pregunta ya parece una trampa.

El sentir como primer medio de intelección puede parecer algo primitivo ante el poderoso razonamiento empírico y sin embargo no podemos desligar ese mismo sentimiento del camino y guía del propio razonamiento, de ser el impulso que lleva a un estado diferente. El motor del cambio, de toda revolución está en el origen, en un saber sentir donde la razón sea ese instrumento para un mejor gozar.

miércoles, 20 de abril de 2016

Ayer no termina nunca. Isabel Coixet. 2013.



Los rastros del pasado lastran en cierto modo el futuro pero determinar la forma en que el dolor o la felicidad pretéritas moldean el presente es un ejercicio vano sin la cooperación del sintiente, del individuo que alberga su peculiar manera de entender y sentir su propio camino. De ahí el duelo interpretativo que mantienen Javier Cámara y Candela Peña por desbrozar unos personajes y una pareja que tras la pérdida de un hijo arrastran otras vidas, o la misma, pues desligar el pasado de una persona cuando éste marca indeleblemente puede parecer algo fácil, o difícil, tan diferente como intentan demostrar estos dos grandes actores en la piel del dolor.

La cinta se conjuga a partir de lo no dicho, de un silencio que va ir completando una espera que va a deparar sorpresas en un reencuentro que narra la crisis de una pareja dentro de la crisis de un país que sometido a organismos supranacionales devalúa a sus ciudadanos reduciendo el estado de bienestar que garantiza el futuro. Un futuro dislocado por unas tijeras, por una fatalidad, por una posibilidad truncada tras la falta de visión, tras la falta de un diálogo que en vez de imponer el silencio, la violencia, pudiese ofrecer aquellas demandas que sólo florecen al final, cuando el abandono ya abonó al olvido, que no a la pena.

No es fácil retratar todas las crisis de las que habla Coixet con sólo dos personajes pero las palabras cuidadas que suelen florecen en la filmografía de la directora también hacen aquí su maravillosa labor  comunicativa para ir desgranando una historia simple, una historia de esas que también están en crisis ante el apabullante ritmo contemporáneo. Las palabras, los silencios y las emociones de las interpretaciones maximizan un film que visualmente dice poco a la par que narra y suscita todo lo contrario.


martes, 19 de abril de 2016

El abrazo de la muerte (Criss Cross). Robert Siodmak. 1949.



Cine negro en  estado puro, con todos los elementos que pueblan ese imaginario cinematográfico donde el mal se alía con el espectador para dejar ciertas huellas que alimentan un género a veces tan social como el melodrama más triste. Aquí el flashback que recorre el film alimenta una historia de amor que la dama, vestida con los ropajes de femme fatale, va a destruir del mismo modo que el propio plan delictivo propiciaba un mal plan de vida.

El amor es como un droga y su recaída pasa por volver a los mismos hábitos, a los mismos lugares que condicionan nuestros cuerpos, nuestras actitudes, por eso nuestro antihéroe no va a poder resistir a la tentación de una mujer a la que conoce tan bien como para perder la cabeza de nuevo. El amor y el sentimiento como error, como camino equivocado si no se lleva el mapa, por otra parte inaccesible, que guíe las buenas pisadas en un terreno donde la mujer generalmente representa las curvas peligrosas de una carretera que hay que transitar y cuya amenaza no reside tanto en la otra parte como en otras malinterpretaciones, prejuicios y hechos.

Pero la intoxicación está en esos otros hechos que también por habituales parecen naturales y lícitos pero que esconden otra manera de fatalidad menos palpable que la traición y el egoísmo que personifica la mujer en el género. Una intoxicación cuya recaída aún debe ser prescrita. 

domingo, 17 de abril de 2016

La mujer pantera (Cat People). Jacques Tourneur. 1942.



Sirviéndose de una inventada leyenda sobre los antiguos mamelucos eslavos y el reino de Serbia el misterio de la mujer pantera va a reflejar el miedo que la oscuridad proyecta en el ser humano. Un ser humano, varón en este caso, capaz de enamorarse de una extraña que va a representar, patriarcalmente, el desconocimiento, el recelo, la nocturnidad y todos esos atributos que toda mujer fatal cinematográfica lleva consigo. Y a pesar de la desconfianza que pueda pesar ante lo otro, el propio ser humano es capaz de superar tal efecto para intentar acercar el conocimiento y la experiencia hasta que se da de bruces con una realidad psicológica de primera magnitud, pues a pesar de la igualdad física y jurídica en los mundos interiores de cada cual pueblan existencias tan diferentes que nos llevan a tomar caminos tan diferentes como la prudencia o la temeridad, o las clásicas vías medias.

De ahí la actitud del nuevo enamorado que sirviéndose de su experiencia y trato con otra mujer más cercana a su entorno próximo adopta la prudencia como método para descubrir aquello que el psiquiatra busca en el peligro de la demostración empírica. Dos modos distintos de acercarse a una realidad siempre compleja, desconocida pero siempre atrayendo a su comprensión.

Para el recuerdo esa escena en la piscina donde las sombras se transforman en esa pantera que acabará buscando la propia sumisión que parecen adoptar estas mujeres cinematográficas para redimir su culpa. Una sumisión que flaco favor hace a la imagen de la verdadera mujer, fatal o no, pero aunque esta sea otra historia, no olviden que es la más importante.

jueves, 14 de abril de 2016

Sayat Nova (El color de la granada). Sergei Paradjanov. 1968.



Ya nos advierten que no se trata de una biografía al uso del poeta armenio y rápidamente nos introducimos en una visión elegante de una fusión muy particular, aquella que a través de la mística, de la danza, del baile y el éxtasis une el alma humana a lo sagrado en una especie de epifanía. Así las sucesivas etapas biográficas del poeta van a sugerir el mundo interior del poeta y de una cultura que, si bien se nos escapa por desconocimiento, expresan esa unión sagrada que a veces supera a las propias palabras.

Paradjanov va a hacer de esta fusión un elemento más que determina la totalidad del film haciendo de la coreografía visual el elemento que conjuga una actuación que raya la mímica, una música que mueve a las emociones, y unos elementos de atrezzo que son tan importantes como los propios personajes. Así, telas, cruces, vestidos, cuadros, ángeles, retablos, arquitectura, mosaicos, vasos y cualquier elemento que aparece en pantalla cobra un significado que, como decíamos, puede que se nos escape dentro del tremendo simbolismo que caracteriza al film, pero que una mirada atenta observa esa transcendencia de tal o cual elemento en el conjunto de la escena, del film.

Resaltar el color, una policromia muy contrastada que sabe jugar con esa misma mezcla característica del film. También valorar toda la técnica para conseguir unas coreografías donde el movimiento nos lleva de la cámara a los personajes o a los elementos de manera indistinta usando el mismo movimiento de los tres que, unidos al infinito trucaje del medio, posibilitan esas danzas donde el poeta habita.

lunes, 11 de abril de 2016

Human. Yann Arthus-Bertrand. 2015.



Amor y trabajo

En esta primera parte arrancamos con una declaración brutal de lo que puede llegar a ser el amor, una amor inscrito en una violencia que poco a poco vamos a ir capturando en las declaraciones de unas mujeres que, por desgracia y por culpa de un patriarcado perverso, van a estar dominadas por unas falsas relaciones tanto en este primer tema como en el tratamiento que va a recibir el trabajo, esa actividad que escaseando y pudiendo dignificar no hace si no perpetuar su origen lingüístico de castigo. Ambas actividades pueden definir al ser humano pues su influencia en las vidas de los hombres es vital para entender que a pesar de las múltiples concepciones que de ellas caben no todas valen en un mundo presidido por una plurivalencia que adopta la libertad como resorte para esconder la falta de reflexión que una buena mirada puede sonsacar de la multitud de declaraciones, relatos e historias de personas que ocupan la cinta del director francés.


Sociedad

Dentro de este segundo volumen caben distintos calificativos para mentar cada historia personal pues desde el odio y la violencia con las que arranca el film, a la religión, educación o amor con el que acaban observamos una variopinta rama de calificativos que intentan comprender lo humano desde lo social, que intentan darle memoria a una humanidad falta de una de sus propias acepciones.
Vamos a realizar un recorrido desde la infamia hasta un amor donde las distintas generaciones nos hacen comprender la vanagloria de una palabra como es lo humano que queriendo salir de la animalidad aún no ha sabido comprenderse a sí mismo, que en su camino vuelven emociones antiguas que trucan palabras por hechos para desfigurar tanto al individuo como a las sociedades que los sustentan.


Felicidad

Aunque el principio de esta parte esté ligado a la felicidad pronto vamos a girar hacia lo diferente para comprobar que ese estado ideal que consideramos felicidad no tiene una guía absoluta como tampoco es preceptivo de otros estados pues la humanidad se entreteje entre el individuo y la sociedad cultural que lo sustenta marcando diversas maneras de entender la vida, el propio significado de una vida a la que el conocimiento ha llevado a plantear más dudas que el miedo que llamamos irracional ante lo desconocido. De ahí que las historias que dominan esta parte nos muestren como en torno a la felicidad caben todos los tópicos ya descritos a lo largo del film pues el amor, el trabajo, el dinero, la sociedad, el grupo, etc. se mezclan entre las personas para que cada una busque allí donde más le interese la felicidad. Eso es la libertad, expresada en la universalidad de la sonrisa humana que cierra el film.

sábado, 9 de abril de 2016

Red Army La guerra fría sobre el hielo. Gabe Polsky. 2014.



Excepcional documental en el que podemos encontrar una visión de lo que puede llegar a ser lo político, de cómo puede entrar a formar parte de cualquier hecho cotidiano, de aquello qué fue la guerra fría expresado en tantas parcelas de la vida, de cómo medir la felicidad cuando apenas sí conoces la libertad.

La película se centra en la gran figura del hockey V. Fetisov y en el conjunto que formó junto a I. Larionov, V. Krutov, A. Kasatonov,  S. Makarov y V. Tetriak, que se dio a conocer como Red Army, otro elemento más dentro del engranaje propagandístico de una URSS que entraba al juego de la competencia sin las mismas armas capitalistas y con una deriva totalitaria que lleva a nuestros protagonistas a preguntarse por una felicidad que pronto será truncada por una derrota en el milagro bajo el hielo estadounidense. Así las ideas creativas y vanguardistas que precedieron toda revolución rusa, en este caso puestas en práctica por el entrenador Tarasov, dejan paso al despótico plan que la competencia ilimitada impone, al plan marcial que todo proyecto colectivo imponía en los años del enfrentamiento estratégico, de la creación del miedo al que sustituirá el terrorismo. La KGB impone seleccionador, los tiempos ya no son los de posguerra, el juego comienza a convertirse en suplicio, la apertura empieza a ser inminente y nuestro personaje sufre el calvario de conquistar la libertad, de desprenderse de la cárcel de un campo de entrenamiento y una vida anodina y lejana de sus homónimos deportistas extranjeros. Al fin lo consigue y aunque el calvario va a continuar durante un tiempo por las pistas norteamericanas dada la fobia comunista y la diferencia de estilo en el juego, Fetisov va a conquistar la NHL gracias a la unión en los Red Wings de su antiguo equipo nacional, esos jugadores que gracias a las ideas de Tarasov se movían por el hielo de manera singular, atractiva y efectiva. La vuelta de Fetisov a su país con la Stanley Cup unos años después de su traumática marcha nos muestra el cambio que se ha producido en Rusia, un cambio problemático como expresara su antiguo jefe el Ministro de Defensa D. Yazov en fallido intento golpista. También nos muestra la reconversión rusa en las propias carnes del jugador convertido en Ministro de Deportes, llamado a dedo por otro antiguo militar, aunque de competencias muy diferentes, V. Putin.

Gabe Polsky acierta enfrentando dos ideas, por un lado el régimen de competencia instalado entre las dos grandes potencias que se inmiscuye incluso en el deporte y por otro lado los sistemas de vida que caracterizan a ambos bloques y cuyo eje principal es la libertad sin olvidar el nacionalismo patriótico. Así nos ofrece un relato de la vida de un jugador excepcional que ahora parece más ocupado y menos feliz que en aquel momento recordado tras su primera salida del país y primera exhibición de juego con aquella selección rusa inolvidable. Nos cuenta gracias a la primera persona de muchos de los afectados las características del deporte totalitario, las diferencias abismales que traducen la competencia capitalista en regímenes políticos tan distintos, o la visión que hubo del comunismo en norteamérica... Sin embargo, como toda película, no puede mostrar todo, sobre todo una de las partes más implicadas en el periplo de nuestro jugador, en seleccionador V. Tikhonov, puesto por los servicios secretos y no muy querido por los jugadores, pieza clave para desentrañar la participación militar que apenas esboza el único agente que es capaz de ser entrevistado, nieta mediante (que bonita apariencia de ternura). Tampoco muestra otros misterios como son la azarosa salida del país cuando ya era un apestado y su sino estaba casi escrito, ni su vuelta como ministro a un país que ya no era el suyo pero del que guarda un deportivo nacionalismo. 

sábado, 2 de abril de 2016

Loreak (Flores). Jon Garaño y Jose Mari Goneaga. 2014.




En la eternidad del instante reside la misma paradoja que mueve ese sentimiento tan efímero e infinitamente añorado como es el objeto del amor, el de saber amar y ser amado, ambos saberes menos ortodoxos que las disciplinas técnicas que abruman el día a día ocultando la fuerza de toda cicatriz en el vaivén al que nos somete la rueda sentimental, la vía social y hasta la ciencia, hormonal, tan abnegada como caótica. Dentro de la paradoja ésta misma no parece tanto, pero la distancia que ofrece la narrativa de estos directores vascos, ofrece vistas que como haces de luz en el frondoso bosque permiten acercarnos a tres vidas diferentes en torno a unas flores, añoradas, deseadas, olvidadas, a unas vidas diseccionadas con el bisturí de un personaje del que tres planos y una frase bastan para abrir unas heridas que el tiempo cauteriza emanando otras en el mismo instante infinito de la memoria, del lugar donde los muertos viven para recordar otra terrible paradoja.

Como aquella muchacha tracia que se reía del ensimismado astrónomo que rendido a la idea tropezaba con la realidad, nosotros desde la medianía chocamos contra la risa y el llanto sin saber en qué lugar debemos posicionarnos para sobrellevar la mirada de los astros, el irreversible paso del tiempo que en ocasiones nos hace olvidar lo fundamental, que aquel instante eterno debe ser sentido.
Cada mujer en esta historia va a realizar un viaje sentimental afrontando las variaciones que impone la realidad, las otras vidas, las maneras de afrontar cada cual su circunstancia, su mendicidad sentimental. En ellas y en sus flores la memoria y la realidad se bifurca en relatos siempre incompletos, en personalidades cambiantes, en marchitos pétalos que como toda historia es presa de la caducidad, de la propia temporalidad que posibilita el renacer, el ajuste, la infancia de la vejez, la paradoja de las paradojas.

Quizá desee ver algo más en una simple historia de flores, de sentimiento, natural. Pero cuando un film te permite viajar más allá de su universo el espectador agradece la apertura que renace en su imaginación.