Excepcional documental en el que podemos encontrar una visión de lo que puede llegar a ser lo político, de cómo puede entrar a formar parte de cualquier hecho cotidiano, de aquello qué fue la guerra fría expresado en tantas parcelas de la vida, de cómo medir la felicidad cuando apenas sí conoces la libertad.
La película se centra en la gran figura del hockey V. Fetisov y en el conjunto que formó junto a I. Larionov, V. Krutov, A. Kasatonov, S. Makarov y V. Tetriak, que se dio a conocer como Red Army, otro elemento más dentro del engranaje propagandístico de una URSS que entraba al juego de la competencia sin las mismas armas capitalistas y con una deriva totalitaria que lleva a nuestros protagonistas a preguntarse por una felicidad que pronto será truncada por una derrota en el milagro bajo el hielo estadounidense. Así las ideas creativas y vanguardistas que precedieron toda revolución rusa, en este caso puestas en práctica por el entrenador Tarasov, dejan paso al despótico plan que la competencia ilimitada impone, al plan marcial que todo proyecto colectivo imponía en los años del enfrentamiento estratégico, de la creación del miedo al que sustituirá el terrorismo. La KGB impone seleccionador, los tiempos ya no son los de posguerra, el juego comienza a convertirse en suplicio, la apertura empieza a ser inminente y nuestro personaje sufre el calvario de conquistar la libertad, de desprenderse de la cárcel de un campo de entrenamiento y una vida anodina y lejana de sus homónimos deportistas extranjeros. Al fin lo consigue y aunque el calvario va a continuar durante un tiempo por las pistas norteamericanas dada la fobia comunista y la diferencia de estilo en el juego, Fetisov va a conquistar la NHL gracias a la unión en los Red Wings de su antiguo equipo nacional, esos jugadores que gracias a las ideas de Tarasov se movían por el hielo de manera singular, atractiva y efectiva. La vuelta de Fetisov a su país con la Stanley Cup unos años después de su traumática marcha nos muestra el cambio que se ha producido en Rusia, un cambio problemático como expresara su antiguo jefe el Ministro de Defensa D. Yazov en fallido intento golpista. También nos muestra la reconversión rusa en las propias carnes del jugador convertido en Ministro de Deportes, llamado a dedo por otro antiguo militar, aunque de competencias muy diferentes, V. Putin.
Gabe Polsky acierta enfrentando dos ideas, por un lado el régimen de competencia instalado entre las dos grandes potencias que se inmiscuye incluso en el deporte y por otro lado los sistemas de vida que caracterizan a ambos bloques y cuyo eje principal es la libertad sin olvidar el nacionalismo patriótico. Así nos ofrece un relato de la vida de un jugador excepcional que ahora parece más ocupado y menos feliz que en aquel momento recordado tras su primera salida del país y primera exhibición de juego con aquella selección rusa inolvidable. Nos cuenta gracias a la primera persona de muchos de los afectados las características del deporte totalitario, las diferencias abismales que traducen la competencia capitalista en regímenes políticos tan distintos, o la visión que hubo del comunismo en norteamérica... Sin embargo, como toda película, no puede mostrar todo, sobre todo una de las partes más implicadas en el periplo de nuestro jugador, en seleccionador V. Tikhonov, puesto por los servicios secretos y no muy querido por los jugadores, pieza clave para desentrañar la participación militar que apenas esboza el único agente que es capaz de ser entrevistado, nieta mediante (que bonita apariencia de ternura). Tampoco muestra otros misterios como son la azarosa salida del país cuando ya era un apestado y su sino estaba casi escrito, ni su vuelta como ministro a un país que ya no era el suyo pero del que guarda un deportivo nacionalismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario