jueves, 29 de diciembre de 2016

National Gallery. Frederick Wiseman. 2014.



Aún recuerdo de mi periplo londinense las tardes que pasé en esta institución deleitándome con su extensa colección, acercándome a un interés no tan vivo como otros pero siempre latente en mi forma de ser pues la imagen ocupa desde tiempo un pensamiento que si bien se acerca a las manifestaciones que nutren este blog no por ello ha denostado la originalidad pictórica, ni otras. Pensar la imagen es algo que va más allá de la poética y la historia, más allá de la estética y de la política porque en su conjunción pueden aparecer entrelazados diversos modos de ser. Y eso lo sabe bien nuestro director que como gran documentalista conoce las fatalidades de una imagen multiconnotativa, de una imagen pictórica arrinconada en un museo garante de la propia fuerza de la imagen y su propia historia.

Para ello Wiseman no va a profundizar en teorías sobre el uso museístico de la imagen y va dejar hablar a los representantes del museo, por una parte las obras y sus historias como por otra los interpretes entre los que se empieza a considerar al público real de carne y hueso no tan avezado en las cuestiones culturales que atraviesan cada obra, cada estilo o artista. Y hablando y dejando que la acción suceda ante la cámara vamos a descubrir el funcionamiento de una institución tan importante para la cultura como superflua en un mundo donde la imagen digital posibilita mucho más que la simple mirada a un vetusto cuadro. El célebre museo londinense para seguir siendo el referente cultural que se le presupone debe afrontar viejos problemas y nuevos retos, y en ellos vamos a descubrir un poco el funcionamiento interno de un museo atento a la transversalidad que rodea a todo ámbito humano. Hasta que punto se muestra el verdadero funcionamiento, la verdadera idiosincrasia de esta institución está más allá de las propias intenciones de un director sabedor de la imposibilidad de tales conclusiones holísticas. La verdad, el funcionamiento institucional supera la veracidad de unas imágenes que se saben grabadas, de una puesta en escena que se cuida ante el poder de la lente y la tijera posterior.

Imposible me resultó en su época conocer la colección completa del museo por mucho que lo visitase como fútil resulta esperar el amplio conocimiento que el título impone. Ni vas a ver todas las obras ni el ordenamiento interno de una institución que como la imagen, el cine, lo audiovisual está por encima de definiciones que lo demarquen como algo tangible. A veces las ideas expresan más que lo sensible y esta idea de la National Gallery dice mucho más que numerosos libros sobre ella que se venden en su propia librería.


martes, 27 de diciembre de 2016

Gente en sitios. Juan Cavestany. 2013.



Espacio y tiempo bien pudiese ser el título de esta obra que descubre a un ser humano descolocado ante la imprevisibilidad de lo anormal, de lo diferente ante una mirada que busca el orden lógico que no sigue a la naturaleza de las cosas. Tiempo y espacio que recorren los diferentes tipos en una normalidad que se deshace en el instante donde el orden presupone, unos personajes que dentro de lo normal son escuchados a media en un asiento de autobús, en la espera de la clínica dental o en las tramas de libros realistas. La gente en sitios trastoca toda naturalidad desde ella misma pues no hay nada más natural que el caos que intentamos manejar.

Cavestany se sirve de una gran elenco de actores y una poca dosis de un buen realizar para presentarnos este caótico mundo natural donde convivimos los seres humanos, donde nos transformamos en gente, en personas predictibles dotados del desorden que imponen nuestras inconmensurables ideas. No hay mucho que resaltar en una estética que ahonda en la propia naturalidad que pretende enganchar para normalizar el aparente mundo irracional que subyace a muchas de las acciones que se nos presentan.

Reaprender a andar, beber, dormir o respirar requieren de una dosis de voluntad para poder olvidar, encontrar el hilo de la madeja de un film como el presente quizá requiera de esa misma pasíon por aceptar.

jueves, 22 de diciembre de 2016

Julieta. Pedro Almodovar. 2016.



Una historia sobre la culpa y poco más que decir pues el director manchego se sirve casi exclusivamente de una banda sonora sobrecargada, por el uso, de un misterio al que trocea en presentes y pasados para servirnos esta historia con cinco personajes, unas casas y un montón de euros. Y el misterio es el éxito del film, o quizá no tanto, pues que defraude a algunos no implica que lo haga a todos, al menos en este caso.

El cine se sirve habitualmente del recurso de graduar la información, de que el espectador sobreentienda al personaje que se crea para él, de saber contar con la experiencia de un espectador al que se le sitúa de manera inherente ante el personaje bien construido, pero el cine de este evasor se caracteriza por esos personajes débiles (no por ser mujer aún la típica representación que plasma habitualmente), por personajes que no son caracterizados fácilmente por su mera imposibilidad, por la apertura que representan o el caos al que el deseo les ha sometido. Personajes que nos pueden sacar de ese espacio creado para nosotros al salirse del guión normalizado, al someterse a la improvisación que necesita el director, la historia o la vuelta de tuerca que nos asombre hasta el aplauso. Pero aquí, ni vuelta de tuerca ni historia rocambolesca que ponga en visualización toda la impaciencia que ha ido generando el entramado musical que acompaña a cada pequeña escena. Evadir información no vasta para concurrir ante un público ávido de novedad, de sobresalto performativo, falto del rigor que acompaña a instancias superiores que cuspidan nombres por estética.

Película para ahorrarse si ya has visto grandes films del mismo autor, es decir, sólo para comparar, o para ver unas grandes interpretaciones.


jueves, 15 de diciembre de 2016

Havana Moon. The Rolling Stones. 2016.



Creía o quería encontrar algo más en este concierto inolvidable por lo simbólico y sólo encontré lo que puede deparar un sarao de estos tipos que podrían ser mis abuelos. Música en directo con un público entregado a las sonrisas de un Keith Richards tan acostumbrado a su espectáculo como vibrante y recién sacado del garito más cutre se mueve Jagger. Y gran música y nunca despreciable directo de un grupo que atraviesa diferentes generaciones a través de una cultura y una estética apropiada por el enemigo de la idea originaria cubana. De ahí los calificativos para un concierto bastante bueno si nos atenemos a las circunstancias físicas, un concierto que generó más expectación y debate del que merece un espectáculo con los intereses que mueve.

Sobre la realización resaltar ciertos planos acústicos al nivel de la sonoridad, elaborados y preparados pero con gran resultado estético. Planos de un montón de cámaras para frenar en algún momento puntual una escena de alta intensidad. Me hubiese gustado mucho más ver disfrutar al otro gran protagonista del encuentro, el pueblo cubano, su gente bailando y disfrutando de algo negado siempre desde un afuera. Observar el ritmo y el entusiasmo de toda una revolución en uno de sus momentos álgidos pues sin fiesta no hay cambio posible. Detenerme en los ojos de quien observa toda una vida en una canción, en un movimiento infernal de un cantante que expresa con la misma intensidad el "Satisfacion" como el "You can`t always get what you want", la contradicción y el agradecimiento, la vida y la historia...

Bailé sobre el sillón junto a una Cuba que empieza a bailar otro son, o quizá sea el mismo en distinto tempo... el propio tiempo y acciones dictarán.




martes, 13 de diciembre de 2016

The Stuart Hall Project. John Akomfrah. 2013.



Interesante documental sobre el pensador británico Stuart Hall que recorre el nudo de su pensamiento a través de las propias palabras del personaje en su dilatada vida y obra, mostrándonos sus ideas acerca de la teoría cultural y la sociedad. No difiere mucho de la poética documental salvo por los peculiares rasgos del propio personaje cuya música favorita conduce el film y Miles Davis suena de fondo mientras la palabra grabada de Stuart nos cuenta en pretérito o en presente su visión de la cultura y la sociedad, una visión desde la experiencia colonial que pone en juicio ciertas incoherencias del pensamiento de izquierdas europeo respecto al propio pensamiento que defiende.

La identidad a partir de la experiencia decolonizadora y en el mundo globalizado va a ser el hilo conductor de una idea de cultura quizás demasiado abierta. Me topé con este pensador en la carrera y me entusiasmó en demasía y con el tiempo, leyendo y aprendiendo más te das cuenta del abrir de ojos que otros te inculcan y pasé a ver esa teoría cultural suya muy apegada a la fuerza de la cultura, del folclore, del arte en todas sus bajas manifestaciones, y quizá sin prestar la debida atención a otros dominios que no suelen ser caracterizados como tal, aun pudiendo serlo, y que, sin embargo, permiten que el entramado cultural sea el que fuese. Pero no es momento de criticar un pensamiento que se filtra bien a través de las imágenes y el marco y proceso del documental.

El film se nutre principalmente de la voz de un Hall que interviene en directo para hilar esas voces antiguas suyas que ya perfilaban el discurso que plasma el ahora viejo profesor. Entre medias las imágenes que rodean y pretenden centrar el discurso a veces componen y acompañan la palabra y otras son mero entretenimiento estético, puro adorno para prolongar un discurso diferente y al mismo tiempo similar pues todo orden no puede prescindir de él mismo. No tiene el rigor de un ensayo o libro, ni la secuencia temporal del film, ni es un alocado juego dadaísta o posmoderno, pero exhala esa dosis de inteligencia que transmiten las buenas narraciones.

miércoles, 7 de diciembre de 2016

Adiós muchachos (Au revoir les enfants). Louis Malle. 1987.



La edad de la inocencia es muy diferente dependiendo de los casos, de las circunstancias, de las familias, de las clases, culturas. Aquí vamos a ver como Julien un niño mimado y acomodado se acerca a una realidad que va más allá de las bromas colegiales o los mimos de una madre. Una realidad condicionada por el conflicto bélico y una ocupación que en cierto modo reúne las distintas subjetividades para enfrentar como gusta a nuestro pensamiento en categorías dicotómicas. Los buenos y los malos, los ricos y los pobres, los judíos y los católicos, la religión y el ateísmo. todos ellos tratados con el desdén y la burla infantil, con la sobriedad del claustro, con el barniz de un realismo que lleva a la derrota del inválido, del ladronzuelo de ricos que resentido denuncia su destino en la ambivalencia de unos tiempos donde la sinrazón gana terreno.

Malle nos presenta una infancia acomodada pero de inquietudes, una infancia tan maliciosa como juguetona en su deber pero capaz de esa disciplina que impone el ocupado y que no es nada nueva como propiamente vemos en una iglesia donde hay personas, no sólo sacerdotes guiados como el mismo rebaño que dicen acompañar. Y son esas personas las que abren la cáscara de la edad para madurar y comprender, que no para dejar de jugar pues esas son otras las encargadas, y son junto a la conjunción con otros estratos sociales quiénes detentan en nosotros la gravedad que puede hacernos ver o no ver si nos apegamos demasiado a una realidad.

Llevarse una impresión no indica que no podamos ejercer el derecho al buen pensar al que invita toda gran película, por ello reflexionar críticamente sobre todo este pequeño conjunto representado puede ser un buen ejercicio para intentar lidiar con esa libertad sin tener que disciplinarnos en ello. Reflexionen pues.

miércoles, 30 de noviembre de 2016

Somos lo que somos (We are what we are). Jim Mickley. 2013.



Un argumento esencialista sirve para mucho si lo que pretendes es universalizar tu discurso, tu conducta, tu cultura. Pero las esencias en el mundo humano no parecen tener cabida tras los asaltos al orden que el pensamiento ha ido colocando en su historia de rebelión incluso contra sí mismo. Garantizar la ontología de nuestro ser siempre ha sido el problema filosófico de mayor envergadura y sin embargo el más fácil de refutar desde el propio particularismo que abre la modernidad y sus asaltos, sospechas. La subjetividad es lo que es, un molde y una ficción capaz de verificar y negar al mismo tiempo, capaz de sentir las emociones en todas sus contradicciones, empatizar y odiar por las mismas o diferentes razones. Ser lo que uno es puede ser una trampa de la que ciertos discursos no te van a sacar una vez enrolado en sus filas.

No he visto "Somos lo que hay" del que sale este remake que rescatando toda la poética del misterio y la intriga nos cuenta una historia de fanatismo para no olvidar que las culturas y las tradiciones religiosas más arcaizantes y amenazantes no son propias de los otros, que existen fantasmas de índole sagrada en el interior de nuestras sociedades, o incluso no tan dentro. 

El film seduce suficientemente al ir contando con la debida paciencia lo que se intuye prontamente para mostrar el horror del interior, esas tinieblas de lo desconocido e inimaginable que no son paradigma de otro continente, de otro ser. Con esa tormenta que desencadena la posibilidad del hallazgo vamos a navegar por unos hechos muy naturales hasta un final que a mi gusto le parece excesivamente duro. Pero ser quien eres y defenderlo hasta el fin cuando te conviertes en tí mismo quizá sea la verdadera esencia del ser... si logramos entender ese mismo, que es otra historia.


martes, 29 de noviembre de 2016

It Follows. David Robert Mitchell. 2014.



Seguir la realidad en una película fantástica, de terror o como quiérase encuadrar en un género la cinta, puede ser de gran ayuda para todos aquellos que nos salimos del film ante los desvaríos de ciertas propuestas, y aquí se sigue esa naturalidad que dota al film de un aspecto más psicológico para el terror, siempre aderezado con las dosis poéticas que ofrece un buen género clásico. 

Y no va mal encaminada la historia hasta que se pierde un par de veces para desmesurar un final que nos deja tan perplejos como el inicio. Perplejidad ante el misterio, ante el azote de la incomprensión, duda que nos lleva hacia delante por sentir esa presión del que se siente acosado, precario, victimizado para ser verdugo.

Poco o mucho más puede salir de la apertura que el cierre del circulo propicia, la espiral del género juega consigo misma retorciendo cada peldaño para ofrecer una cinta fresca y entretenida, y poco o mucho más.

martes, 22 de noviembre de 2016

El largo día acaba (The long day closes). Terence Davies. 1992.



Existen cosas que jamás comprenderemos, con las que las emociones plácidas que ejercitan el sentimiento no podrán avanzar sin esa sustancia que los revoluciona. Hay fenómenos incapaces de ser inteligidos por esa zona sensible que nos caracteriza tanto como la formal razón y no por ello obstruimos esa parte onírica de nuestro ser. El sentimiento como cualquier órgano humano necesita de un entrenamiento y una educación que permita atender el mundo que nos rodea con otra vista, con la suficiente empatía como para embellecer el mundo en el intento.

El mismo intento que practica Davies en una cinta de difícil catalogación pero que asume esa forma de sensibilizar ante el hecho desbordante de una gran sensibilidad en un mundo carente de un oficio relegado a la mujer para vocear hipócritamente que lo racional supera a cualquier otro intento humano por atisbar su propio ser. La misma música que vertebra la obra indica ya la gradiente de pasión que intenta transmitir el director con unas imágenes llenas de ese sentimiento que escapa a pedazos en un personaje atado a una sociedad capaz de lo mejor y lo peor.

La sucesión temporal no calma ni colma nunca esa admiración que busca el hombre en nombre de otras ideas que trastocan esa inicial correspondencia entre la sensación y su consiguiente racionalización. Por ello la cerrazón, la clausura y el sometimiento, por ello el tiempo implacable del segundo nunca satisfecho y las paradojas que atormentan ante el abismo de lo primigenio. Y quizá con sólo sentir el día no se sienta.


martes, 15 de noviembre de 2016

El nuevo Nuevo Testamento (Le tout nouveau testament). Jaco Van Dormael. 2015.



Si supiese cuando fuese a morir puede que no cambiase nada de lo que hago, o puede que sí lo hiciese pues la certeza de ese fatídico dato podría revelar ese algo que la inquietud aguarda para el ser humano. Generalmente aceptamos como buena una pequeña parcela de satisfacción y queremos conservar ese prurito de felicidad hallado, pero las certezas lo cambian todo, o eso intuimos creer.

Con la premisa del dato certero de la muerte de cada individuo Jaco Van Dormael va a retratar irónicamente una forma de pensar a través de seis nuevos evangelistas que hablando de si mismos logran crear un nuevo corpus doctrinal para dar paso al paradigma sometido por el sagrado varón. Una cinta tan fresca como la propia hija de Dios que, valiéndose de la opresión a la que ha sido sometida, encuentra fuerzas, aun sin saber llorar, para plantar cara al creador bruselino y predicar una nueva forma de entender la vida donde cada uno posee su propia música, su melodía adquirida por su condición vital oscilante.

El nuevo Nuevo Testamento ofrece esos relatos donde el Mesías desaparece para dar la palabra al evangelista, a cada persona azarosa que vive la angustia de la parca a su manera y por ello mismo debe tener voz en un credo que acerca más la religión monoteísta a la democracia que parece contener en su interior. La crítica es mordaz, inteligentemente irónica y con unas dosis de humor que plantan cara al surrealismo divino planteado. La mejor película que he visto este año, sin duda.

Porque la vida es como una pista de patinaje mucha gente se acaba cayendo, no dejéis de verla antes de caer (y volver a levantaros).

martes, 8 de noviembre de 2016

La muerte de Empédocles (Der Tod des Empedokles oder Wenn dann der Erde Grün von neuem Euch erglänzt). Danièle Huillet, Jean-Marie Straub. 1987.



Nunca me gustaron mucho las adaptaciones pues creo que cada obra tiene su valor y cada artista su medida y aquí Huillet y Straub desean trasladar los versos de Hölderlin a la gran pantalla de modo bastante literal, y si encima veo el film en versión original sin tener ni idea de esa lengua tan ducha para el concepto pero tan dura con la consonancia, el resultado es el tedio y el asombro ante tan desafortunado experimento para mis sentidos. La propia educación estética no me llega para calificar sorprendentemente bien el film visto.

La lógica romántica que sigue a la naturaleza en comunión con el hombre es lo destacado del film y sin embargo no puedo ver más allá de la rudeza de una lengua hablada con unos actores que parecieran leyendo los fragmentos de un viejo poema sin más expresión que la que otorga los planos fijos, largos y la escasez de interpretación. De ahí las medidas propuestas al principio de la perorata aún comprendiendo el riesgo de la disolución que propugna lo contrario y que también obedece al alto rasgo estético que queramos otorgar a una obra. Quizá esperaba ver otra cosa.

Si el presocrático hubiese saltado al Etna seguramente lo hubiese hecho con más alegría, con el mismo entusiasmo con el que discute su hecho, su razón, su idea, sin ese verbo expuesto ante oídos inhábiles y mentes en disposición para la dispersión que la propia lógica romántica inaugura con sus onirias.

lunes, 7 de noviembre de 2016

Oleg y las raras artes. Andrés Duque. 2016.



Oleg Karavaychuk es un personaje a rescatar, un personaje que se presta a las mil maravillas a un documental que no requiere de presentaciones, de la cuenta minuciosa de azares y anécdotas vitales para comprender el ser de una persona que con su presencia extravagante, su palabrería estética y sus manos prodigiosas ante el piano zarista que visita van a decir lo justo para que el espectador despierte de la letanía de la melodía y deba indagar posteriormente esos hechos que permitan comprender la figura de un pianista con letras mayúsculas.

Entre la consonancia y su opuesto Oleg propone una mucosa que siente la verdadera melodía del todo, entre la propuesta pura del diálogo sorpresivo y la autoría el espectador es capaz de sentir todos esos momentos de música que regala el pianista a un documentalista fiel al verbo que lo define. La melodía visual es la puesta en escena de las raras artes, del esperpento y la belleza comunándose en la voz de varias obras, la del artista, Duque, Karavaychuk, la del espectador y la memoria.

Si una cinta suscita y mueve su ser ha devenido, en consonancia o disonancia, en la semejanza o en la diferencia, pero realizado (y si no también). ¡Qué devenga!

viernes, 4 de noviembre de 2016

Maps to the stars. David Cronenberg. 2014.



Los mapas siempre han sido necesarios para desenvolvernos por el mundo que nos rodea, para entender la geografía que nos rodea, para observar los cambios de estaciones y establecer esos festivos que ciclan nuestro tiempo. Las estrellas, puntos fijos donde querer anclar nuestro sino, que sin embargo se mueven en la apariencia que despierta todo mapa, en la relatividad de la posición del que observa, en el propio mapa que queramos configurar se muestran aquí en su doble acepción para mostrarnos que la fama también tiene sus mapas y sus relatividades.

El mapa puede ser diferente y el camino ser el mismo, o al revés pueden ser distintos caminos dentro del mismo mapa. Destino y origen se mezclan en esta cinta donde Cronenberg perfila una historia de popularidad, de egos centrados en sí mismos donde cada mapa presenta el mismo camino de perdición y desdicha ante la posición que otorga la vida. Cada personaje vislumbra su mapa a través del relato poético de Paul Eluard y su canto a la libertad para hacernos ver que la idea de mapa queda lejos del retrato perfecto que desean asignar, que cada destino puede ser fatalmente perseguido por un origen incierto, por unos miedos ancestrales que nublan el camino y falsean el final deseado.

El cine de Cronenberg siempre está dispuesto a trasladar una forma de la sociedad a una poética que se asemeja a la hipocresía que suele destilar su retrato. La realidad es llevada siempre a algún extremo, a ciertas dicotomías o excentricidades que se observan en la vida y que en la cinta son el reflejo de unas historias no siempre verosímiles pero sí con ese influjo para el cuestionar del que mira.

lunes, 31 de octubre de 2016

El capital humano (Il capitale umano). Paolo Virzi. 2014.



Hay veces que esperas que haya una segunda parte para poder ver que acontece a otros personajes, a otras tramas y situaciones, o simplemente observar realmente lo que dice la película desde otro punto de vista, el que reza el propio título y del que apenas reconozco nada en una gran cinta que aviva a ir más allá de la propia historia y conocer que un muerto es mucho más que una cifra, una culpa o un concepto, que lo humano puede desbordar su ámbito y convertirse en pura ideología.

Tres partes y un epílogo contienen este capital humano que nos vende Virzi para mostrar que muchas de las ideas que enaltecen lo humano se entremezclan entre si y con aquellas otras que no lo ensalzan tanto para conformar una idea del sufrimiento y la alegría que compadecen ante lo humano, para configurar aquello que no vemos salvo en un pequeño plano en el que el concepto del film adquiere su concreción física ante la voz al teléfono de una esposa destrozada en el hospital donde ese capital humano yace moribundo. 

El film me recuerda algo a una de las tramas de "Relatos salvajes" salvo por el inesperado final, al que le pueden sobrar incluso las dos primeras partes, donde comprobamos que lo valorizable del ser humano se mide en muchas escalas diferentes y se mezcla con esa hipocresía que impide rentabilizar cualquier atisbo de lo humano por desborde del mismo, quizá seamos demasiado humanos como para ello. Cuando creemos atisbar que llega ese ideal se nos rompe con la fortuna y las malas decisiones puntuales y no por ello dejamos de creer en nuestra especie, no por ello dejamos de vivir. La salida hacia delante siempre fue nuestra preferida por alcanzar allí nuestro sino.

viernes, 28 de octubre de 2016

El séptimo continente (Der siebente Kontinent - The 7th Continent). Michael Haneke. 1989.



La primera incursión cinematográfica de Haneke resulta ser una película muy similar a su posterior filmografía donde la pausa predomina sobre una acción que retrata distintos aspectos de nuestras sociedades. Sin filigranas poéticas y con un ritmo cortado por los negros que vertebran las tres partes que componen esta historia de decadencia y lucidez, Haneke ilumina una burguesía tan acoplada en su mentira que solo atisba una salida al túnel de lavado en el que se encuentran sus almas. Para ello no hace falta más que cambiar algún elemento de los planos idénticos en los que transcurre el tiempo, cambiar escasos detalles de una rutina alienante.

Quizá sea esa rutina la que hace del film algo saturado en esa pausa que llega incluso a dejar a los personajes sin esa pizca de humanidad que hasta el más alienado soporta, pero la realidad en la que se basa ya indica algo de esa deshumanización que florece en las sociedades postindustriales donde los sueños son incluidos en esa rutina que nos hace perseguir quizá sombras, quizá solo momentos. Por ello mismo el desafío poético de Haneke puede resultar tan brillante como decepcionante pues la humanidad está en juego en unos planos donde la expresividad e incluso el cuerpo son borrados fuera de la propia rutina de nuestro mirar, tan acostumbrada al cuerpo, al gesto...

Para quedarse con esa música, diegética, que tanto dice al comienzo de la era MTV en una pantalla que acabará con la mosca y la tragedia. Con esa manera de contar visualmente el tedio de una sociedad que apenas se basa en las palabras si no es para hacer ruido. Que llueva, cambie el cepillo, el puesto de trabajo o cualquier otra cosa es el único movimiento que el sueño permite, el verdadero cambio necesita del lugar que prometen ciertas ideas, y paraísos aparte, empezar parece imposible. Puede que la salida por exceso sea tan fútil como por inacción, pero esa es otra lidia fuera del film.

miércoles, 26 de octubre de 2016

What happened Miss Simone? Liz Garbus. 2015.



La respuesta a una pregunta tan abstracta requiere de una respuesta concreta, de narrar unos hechos que escapan a una interrogación que desea mucho más de lo que una historia puede comprometer en una situación de todo o nada pues como vamos a observar la introducción en el universo de Nina Simone es mucho más que narrar la historia de una pregunta que desvaría hacia ciertos puntos de fuga, hacia las interpretaciones que cada cual quiera sacar de una vida que va más allá de la música, del arte, de un compromiso y los siempre prejuicios que nos rodean como espectadores. La pregunta interpela a una persona que vive una vida con unos hechos y personas que no son puestos en la tela de juicio necesaria para urdir esa respuesta enigmática que describe la circunstancia de toda una vida, pues condensar en unos minutos las múltiples respuestas que ofrecen imágenes, relatos, recuerdos, letras o entrevistas es tan problemática como la univocidad de la respuesta.

Lo mejor del film es rescatar partes de la vida y circunstancias de una cantante no tan conocida para el gran público pero de indiscutible puesta en su lugar, como artista y como activista, como persona. Porque ella misma tenía que convivir con su condición, con la propia Nina, y no parecerse a esos artistas que no participan en la difusión de un mensaje, que según sus propias palabras son más felices, pero no están conectados con la necesidad de cambio que requería la sociedad del momento. 

Aquello que la pudiera pasar como el eslabón que te hace caer es mucho más que los prejuicios raciales, el maltrato de su marido o la escueta niñez pegada a un piano que sobrevuelan las ideas generales del film. Los eslabones para caer son también el amor por una hija a la que el exceso de trabajo no te deja cuidar, ese fenómeno que el capital tiene en cuenta solo si es revalorizable, como también pueden ser las propias listas de éxitos y la sobrexposición a la que el arte o artista comenzaba a sucumbir. Eslabones y eslabones que quizá encontremos en la sutileza de su voz, en las letras de sus canciones desgarradoras y activas, de verbo duro y flexible melodía. De las que tienen esa vida inclasificable...

Ain't Got No, I Got Life.


martes, 25 de octubre de 2016

Room (La habitación). Lenny Abrahamson. 2015.



La metáfora más adecuada para intentar comprender el universo que nos ofrece esta habitación bien podría ser la caverna platónica donde el conocimiento es asido en una escala, o bien podría ser la docta ignorancia del cusano donde la escala parte de uno mismo y el humanismo y su individualismo empiezan a volar. Pero quizá no haga falta ponerse filosófico para hablar de un film que atisba en sus diferenciadas partes todo un universo por descubrir, o redescubrir porque las lecciones que todo producto cultural ofrece bien pueden ser tamizadas por las diferentes formas de acrecentar las estancias que verdaderamente amplían nuestro mundo, nuestra estrecha comprensión del propio dormitorio.

La primera de la cinta nos ofrece un relato donde ya observamos la fuerza de una madre y la fuerza de un niño, el amor y el conocimiento comienzan a darse la mano para sobrellevar una situación que va a ir acrecentándose hasta el culmen del reencuentro. Una primera parte in crescendo para situarnos ante la realidad, la del film y la que representa, una realidad que desborda a cada personaje a su manera pero que enseña la verdadera y real plasticidad de un ser humano que no puede dejar de ser un niño, de temer y amar, de asombrarse y decepcionarse.

Y aquí, en la realidad, es donde se juega el papel del film, de la vida, donde las ideologías apuntan a una materia para darle la forma que se quiere. la que moldean moldeando, las que escalan en diferentes medidas para otorgar el don de la razón, instrumento deificado para amplificar habitaciones en las que convivir, pues no hay conocimiento sin pares. Por ello las enseñanzas y deseos son enfrentados de una parte a otra convirtiendo el mundo en lo que siempre puede ser y en lo que es, en el constructo que hace cada cual de su propio habitar, en el deseo y esperanza que podemos conjugar.

Hablábamos de conocimiento y de humanismo al principio del post en un film donde se resquebraja toda dignidad humana, donde los protagonistas se ven en situaciones donde esa dignidad se vuelve completamente ilusoria, pero para acabar con otro humanista como Pico "No te he hecho ni celeste, ni terrestre, ni mortal, ni inmortal, a fin de que tú mismo, libremente, a la manera de un buen pintor o un hábil escultor, remates tu propia forma" La libertad necesita tanto del conocimiento como de la igualdad, y eso no siempre es fácil de darse.

viernes, 30 de septiembre de 2016

Trumbo (La lista negra de Hollywood). Jay Roach. 2015.



Las víctimas de una lista son representadas en una de las personas que sobrevivió como acertadamente emana el discurso final de un Dalton convencido de que en esa lucha no hubo villanos ni héroes. Pero sobrevivir y poder contarlo no quiere decir triunfar pues la realidad incluye héroes y villanos, víctimas y verdugos, olvidados y recordados. Sólo hace falta teclear sobre los diez de Hollywood en la Wikipedia para constatar que menos de la mitad tiene página. La memoria puede ser sagaz, por ello es necesario una figura que retrate algo más que si mismo, la personificación de la injusticia como ya intentara el film Punto de mira y la figura del director de La sal de la tierra (film guardado en el mismo Congreso que escenificó uno de los episodios más antidemocráticos del corto siglo XX). Un Biberman acusado junto a muchos otros profesionales del cine de ser antiamericano, comunista, de pensar diferente. Un Trumbo, que adaptándose a sus circunstancias, puede continuar trabajando. Dos opciones dentro de los numerosos casos de una caza de brujas que fue más allá del mundo de cine, que coaccionó a toda una sociedad que veinte años atrás podría haber apostado por un modelo similar si en cierta convención demócrata no se hubiese realizado un pucherazo en toda regla. Pero esta es otra historia, que ilustra que la vida si reclama héroes y villanos a pesar de la modestia.

Es lo malo de un biopic que se centra en un determinado momento de la amplia vida de alguien, lo circunscribe dentro de unas circunstancias que generalmente lo sobrepasan, que muestran una diferencia el carácter de la persona dejando una figura incompleta, así como también queda ilustrada deficientemente esos hechos que provocan el cambio personal, ese arrojo que tanto gusta al liberalismo obviando tantas y tantas cosas que un solo discurso no pueden dejar atrás. Trumbo no fue un elegido, ni un héroe, sólo tratando de luchar por su vida, por su idea de familia, pudo sobrevivir a aquel maccarthismo que dejó una profunda huella en una sociedad que sale casi indemne en el film. Existen tantos buenos alemanes como americanos.

Esperaba mucho más de una cinta que retrata bastante bien al personaje que utiliza para una denuncia escasa, para un retrato de una época tan fría como la guerra-industria con la que moldearon unas ideas que hoy continúan dividiendo, venciendo. Me juego algo que el documental Trumbo y la lista negra me puede agradar más, aún ensalzando la vida del escritor.

miércoles, 28 de septiembre de 2016

Umbracle. Pere Portabella. 1970.



Enfrentarse al cine de Portabella requiere dejar de lado toda convención para adentrarse en un cine underground alejado de la cinematografía reinante en la época. Por ello, puede resultar duro encontrar un halo de idea en la sucesión de imágenes a las que nos somete un realizador intentando escapar de una idea de cine demasiado concurrida, de una historia que nos lleve a otra(s) idea(s), igualmente cerrada(s). Ya la palabra cine en sí contiene la propia cerrazón de una(s) idea(s), de una(s) tecnología(s), de un público y desligar(se) de ello es una tarea que debe ser aprendida si queremos atisbar una salida estética del convencionalismo dominante.

Con estas premisas consabidas el film conjuga distintos aspectos para etiquetarse, desde dentro de sí, en esa corriente contracultural que viniendo desde el extranjero se conjuga en la llamada Escuela de Barcelona que enmarca su discurso audiovisual en llevar la contraria al cine español e incluso a las fuentes del que bebe. Por ello, encontramos en el film una gran mezcolanza de retos donde la ficción, el documental, la vanguardia y demás calificativos sobre las imágenes se entrelazan de manera diversa para crear esa atmósfera que de por sí podría ser censurada en la época. No resulta agradable esperar algo y encontrar otra cosa, intentar ver con otros ojos cuando éstos son guiados por una banda sonora que inunda la propia vista casi más que el incesante montaje y el alto contraste, pero atendiendo a esa propia fuerza que emanan de las secuencias, de las improvisaciones y de las pocas palabras dichas, podemos atisbar si nos concentramos en esa época que estamos ante un gran cineasta y una gran obra, aunque al servidor que escribe aún le falta mucho por ver y leer sobre estos otros cines a los que debemos más de lo que imaginamos.

La zonas de umbría cinematográfica son amplias para el gran público, quizá por la dificultad del encontrar y del ver cuando las miradas están entrenadas para un sol demasiado irradiante en forma de estrellas, dinero e historias que juegan en su propia círculo sin atisbar, salvo en las contadas ocasiones en las que algunos imaginan con el pasado más que otros, esos otros círculos y espirales que como umbracle crean otras estructuras sombrías para refrescar un cine necesitado de una emoción menos brillante.

domingo, 25 de septiembre de 2016

El abrazo de la serpiente. Ciro Guerra. 2015.



El conocimiento puede ser todo y no ser nada, puede habitar en la belleza y en el horror, puede deambular por el abismo del origen o el del fin pues es de él de donde parte todo, lo bueno y lo malo, los propios sueños que se deslizan para arrancar lo que somos, lo que pretendemos ser de unos sueños que no son mas que las esperanzas que nutren la entelequia que suele mostrar el vocablo que dirige el post.

Pero el film no descansa en la placidez de una idealidad, ni se desborda en la sinrazón que puede plantear la naturaleza más salvaje, pues pretende llevarnos a comprender los sueños a través de la intersección de los registros temporales donde el pasado ayuda a comprender el futuro para que la guía de los sueños no se convierta en la pesadilla de un vago e irreal conocimiento. Atender al mundo  que nos circunscribe se convierte en la primera y original apuesta por una vida alejada del dogmatismo de la incomprensión.

La temporalidad propia de la cinta ayuda a entender ese hilado entre pasado, recuerdos, esperanzas, sueño y un presente siempre ausente ya que en el viaje de nuestro chamán por su propia temporalidad vamos a descubrir que la libertad de espíritu está mucho más lejos de las peroratas liberales al uso, está más allá del conocimiento establecido, incluso más allá de las peores pesadillas humanas. Sólo el tiempo dicta, entiende, realiza, existe.

miércoles, 31 de agosto de 2016

Amy (La chica detrás del nombre). Amy. Asif Kapadia. 2015.



No fui especialmente fan de la música de Amy a pesar de encantarme su estilo, y quizá fuese la pátina industrial de su música, que tanto permanece a lo largo del film, lo que me alejara de una cantante, de una mujer a la que hoy, escuchado atentamente su trabajo, atendiendo a la circunstancia que la rodea, rindo la debida pleitesía. Puede que ese sea el logro del documental, acercarnos a una mujer (no la chica, débil, que subraya nuestra patria traducción) excepcional en cuanto a su talento para interpretar esa música que nace del sentimiento de la sinrazón, de la pureza que jamás comprará un solo dólar, un solo euro de los que planean sobre el trágico suceso narrado.

Fue Amy víctima de sus propias circunstancias o fueron las que la rodeaban las propiciadoras del desenlace fatal que acompaña a los mitos. En estos interrogantes se mueve el retrato que nos ofrece Asif pasando de las más terribles confesiones de una Amy descolocada ante sus propios sentimientos y los de los demás a estar descentrada ante un amor dividido, ante la hipocresía de un éxito implacable, inesperado e indeseado. Las conclusiones dentro del panorama pueden estar claras para algunos, no tanto para otros, y la verdad siempre descansa en los relatos que logran imponerse, por lo que Amy tendrá relato para tiempo a pesar de sólo sacar dos discos, pues la misma industria que es parte del trágico desenlace está entusiasmada con la existencia de este tipo de mitos donde la temprana desaparición del artista en cuestión crea toda una "amylogía" (en este caso) para orgullo del que triunfa, del que obtiene la templanza para dejarse engullir por lo que los demás quieren. Ese falso orgullo que mueve, a veces, nuestro mundo impostando tantos personajes impávidos como deleznables que a tantos gustan. Y es que tragarse el orgullo no es moco de pavo.

Las imágenes del concierto de Belgrado pueden ser muy elocuentes ante la mujer que nos presenta el film, una mujer de armas tomar capaz de destruir su carrera, de no importarle nada más que aquello que nadie podrá documentar, lo que la hacía continuar por el camino que algunos alfombraban para ella o el sendero que ella atravesaba con su piel, vivir con las propias contradicciones que uno puede soportar. 

domingo, 28 de agosto de 2016

Spotlight. Thomas McCarthy. 2015.



Periodismo es una palabra con demasiadas connotaciones en la era de la información, pero como todas las palabras, hoy posmodernas, proviene de una acepción identificable en el film, que nos presenta la historia de esta sección de un periódico donde la investigación intenta fluir tanto como vender, como en todo ente vinculado al negocio, donde el dinero y la costumbre suelen mandar. El vínculo es fácilmente identificable en una historia muy al uso, donde los hilos comienzan a hilvanarse  en la misma procesión de los acontecimientos, por mucho que estos sean pasados porque como bien sabe el periodismo, la historia, la investigación, el acontecimiento es el hecho desde un punto de vista primigenio que cambia con el tiempo y otros hechos que lo circunscriben.

De ahí el relato formal, de unos hechos tan deleznables, como los del anterior post, pero dentro de la propia cultura, esa misma que caracterizaba como gorda, gruesa, pues es lo que nos diferencia al fin y al cabo. Los hechos que relata el film son bien conocidos, al menos en los países dominantemente católicos, y aunque la investigación se centra en el inicio de toda la trama y negocio, lamento que una de las principales autoridades no tuviese el peso que representa en el film, pues a pesar de convencer del terrible acto sistemático de una institución con cifras y detalles, su paso es dejado a confidente y no teórico de un hecho mayor que quizá tenga que ver con ciertos desórdenes psicológicos que ciertas teorías religiosas presentan. Pero esto es otra historia que surge de esa raíz que dispone el buen periodismo, de ese ansia de conocer la realidad diaria que acomete el buen periodista cuando tiene garantizado el pan y no desea mayores prebendas que acercarse a alguna verdad, cosa que escasea.

Y esto también se cuestiona en el film, en el trabajo del jefe de la sección que tuvo en sus manos la historia ignorándola por sus escasas excusas. Algo en lo que se debería profundizar mucho más y que es quizá lo que adolece un film que como es lógico no puede estar a todo. 

miércoles, 24 de agosto de 2016

Mustang. Deniz Gamze Ergüven. 2015.



La vida de cinco hermanas adolescentes, niñas, huérfanas, en un pueblo remoto de Turquía va a ser contemplada bajo la mirada de la menor, Lale, que con su visión nos va a acercar a las diferencias entre varones y mujeres, a la impronta de una religión de siglos pasados y que hoy, incluso no tan lejos, amenaza los resquicios de verdadera libertad que hemos ido abrazando. Una mirada hacia lo que el patriarcado significa en la vida de millones de mujeres que pareciera debieran aceptar un destino tan disparatado como el dogmatismo de tantas y tantas ideas.

El film se centra en una parte de las vidas de las muchachas donde la niñez comienza a ser separada por unas normas culturales desfasadas creando el destino que habría de guiar sus vidas. Lale comprobará cómo sus diferentes hermanas aceptarán o lucharán por cambiar el designio que la familia provee, cómo la sinrazón de las normas violentará el cálido ambiente familiar por un sentido que va desarrollándose paso a paso, con la curiosidad característica de la infancia donde la imaginación ayuda a los escasos datos que la experiencia ofrece. Así su maduración se encamina al sentido, al recuerdo de una maestra en Estambul donde cree poder escapar de la violación de su padrastro, de un matrimonio concertado que evite otras humillaciones más crueles pero que no cuentan para un fiel varón, de todo aquello que acaba de vivir junto a las hermanas a las que acaban de cortar las alas previa enjaulación disfrazada de familia y tradición.

Observar como la cultura sega las vidas de inocentes infantes (niñas guapas en este caso para la identificación, que la cultura es muy gorda) es algo que debería hacernos madurar, algo de lo que aprender para poder enseñar, para saber a tratar a los niños como lo que somos, ellos mismos de adultos.


Sepan tratarnos como niños por favor.

martes, 23 de agosto de 2016

La juventud (Youth - La giovinezza). Paolo Sorrentino. 2015.



El deseo es a la juventud lo que el buen cine a los sentimientos y aunque el film de Sorrentino quiere acercarnos en el viaje a la profundidad de la emoción que parece mover el mundo, no parece bastar con las elucubraciones de dos personajes antagonistas pero amigos, con una clase donde la alta cultura domina ese abismo que representa el deseo, el amor, porque como disertara Cervantes, no se pueden confundir ya que "no todo lo que se ama se desea". Y aunque circunscribamos el relato dentro de sus propios confines, ese deseo es interpretado desde ese prisma que a la vez denuncia el último plano del film y por ello no puede captar por completo la definición física de un deseo que por otra parte escapa a cualquier explicación.

Mirar desde la juventud es verlo todo cerca, ver el futuro, hacerlo desde la vejez equivale a ver el pasado. Con esa frase el personaje de Harvey Keitel quiere enmarcar una definición de la juventud donde se orienta hacia el futuro, siempre un paso más. Como si el deseo por el mañana superase al deseo o anhelo por ese pasado, por ese paseo que se repite irremediablemente en nuestro marco temporal, en nuestro calendario emocional. El presente, ese gran ausente del escrito, de la reflexión, de la vida, queda como casi siempre ladeado por la sombra del pasado que ensalza la vejez y por un futuro al que la juventud idolatra y que toda generación añora dada la performatividad de tal metáfora temporal que surge al abrazar el futuro. Cosa inevitable la de vivir hacia el futuro, lo que nos hace a todos tan jóvenes como lozanos para olvidar el cansancio de nuestros cuerpos, materia inerte al tiempo mental de cada cual, por lo visto. Y quizá sean los errores, el miedo a los errores lo que lleven al típico conservadurismo de la madurez, o quizá sea la falta de temor la que cubre esa parcela llamada juventud, quizá tuviera razón el sabio heleno al afirmar el término medio como referente para una buena vida.

Lo personal en la crítica es algo inevitable, algo con lo que debiera enriquecerse el relato, sin embargo llegada a la cuarentena y con muchos deberes sin hacer hay momentos en que opinar sobre ciertos temas enreda más la comedia. La juventud es aquello que a muchos se les escapa y quieren asir de otros modos, es aquello que otros anhelan por perdida, pero también es ese deseo de vivir, reír o amar con la propia inconsciencia de hacerlo mirando hacia el futuro, el amplio horizonte que nunca varía con el transcurrir de la vidas y circunstancias. La juventud es comprender que no hay futuro sin deseo, que la vida es el pasado pero resurge en todo presente, que la cobardía impide la resolución tanto como la temeridad impone un falso testimonio. La juventud como la madurez o la vejez no son más que diversos estados de un deseo a veces programado y del que sólo se sale caminando, montándose las gafas de ver la realidad y poder cambiar con ella, disfrutar con el cambio tanto como con el deseo que posibilita, porque saber mirar es importante.

miércoles, 3 de agosto de 2016

Coherence. James Ward Byrkit. 2013.



No anda desencaminada la coherencia hasta que el gato es multiplicado a las últimas consecuencias de una teoría que sólo nuestra poderosa imaginación es capaz hoy de vislumbrar apenas dados los limitados hechos que puede poner en juego. De ahí que la cinta a la vez que avanza va perdiendo un poco esa coherencia verosímil para adoptar definitivamente la poética de misterio con la que se inicia y plantear unas dudas que el propio relato soporta en su infinitud de casos.

Pero la cinta rezuma un aire fresco ante las limitaciones que propone una teoría como la de Schöringer y con ocho personajes y un salón el director logra crear desde ese ambiente mistérico una historia que no necesita de explicaciones adicionales a pesar de su flaco final donde la apertura deja claro que las realidades se construyen, que lo vivido, soñado, imaginado, acaso no es si no aquella reminiscencia de un azar que a nadie deja indiferente sin aún saberlo. Las elecciones parecen determinaron tanto como los hechos y algunas palabras, sin embargo, la falta de información en estas,  el deseo que mueve a la acción, los movimientos de otros, el susurro nunca dicho, la cobardía del instante... Todo fluye y puede fluir, todo posibilita la cinta, no la vida.

Ciencia ficción, con pocos medios y con una historia dentro de la coherencia que el propio título indica, que le baila a muchas de las grandes superproducciones del género donde el efectismo es trasladado a culmen artístico. Sólo por ello merece el vistazo.

lunes, 1 de agosto de 2016

Paulina (La Patota). Santiago Mitre. 2015.



Entender, atisbar el conocimiento, las causas de algo, es principalmente uno de los motores del mundo, del llameado progreso y de todo aquello indispensable para el ordenado funcionamiento de la sociedad. O al menos eso puede creerse desde que el entramado científico coloniza la razón para administrar un mundo social de igual modo que el natural. Sin embargo, el mundo humano escapa a esas maniobras numéricas que impone el orden para regular de diferente modo un mundo social impregnado de aquellos interrogantes que abre una hipocresía siempre presente y un desconocimiento general creciente del origen o causas del desorden reinante. Y en esas, nuestra protagonista vuelca toda una praxis en contra de lo establecido para observar el verdadero motor de una sociedad ajena a la explicaciones no cuantificables, adicta a una normatividad que oculta más de lo que debería gracias a la costumbre, que con su naturalidad lubrica un progreso falto de un dato de la ecuación.

Paulina comienza como termina, dando una lección de un saber muy alejado de la corriente, muy a la izquierda de la esa zurda que ha querido apropiarse de lo social y cultural para no comprender que el balón también se juega con otras partes del cuerpo. Paulina representa una idea alejada de la pena judicial, de la norma que previene sin conocer el qué o cómo, una idea que sólo desde la empatía puede ser comprendida, alejada de otras ideas que aunque generalmente aceptadas como correctas y buenas, lastran esa comprensión necesaria que Paulina proyecta en sí para intentar otro modo.

Y no podemos olvidar el sustrato principal, el hecho de que sea una mujer la única capaz de protagonizar un film así. No podemos dejar atrás el feminismo que sin hablar está muy presente en la idea general no presentada. Un feminismo que bien puede chocar con la actitud de nuestra protagonista que lejos de claudicar a lo establecido pone en tela de juicio incluso principios básico para toda ideología capaz de mejorar nuestro orden o desorden. Un film inolvidable, imprescindible.


domingo, 31 de julio de 2016

No llores, vuela. Claudia Llosa. 2014.



La vida y su sentido han planteado tantos interrogantes como teorías e ideologías manifiestan su siempre precaria respuesta ante esas preguntas que todo ser nos hacemos independientemente del hecho que se ponga en cuestión como fundamental. La razón, ese instrumento del que todos nos valemos, en mejor o peor medida, tampoco ayuda mucho a esclarecer este hecho de preguntar sin respuesta clarificadora como recetará, recientemente, la ciencia, hija del divino preguntar. Por ello, las respuestas ante lo diferente, ante lo que sale de norma suelen diferir del ámbito corriente, de lo ordinario para intentar discurrir por senderos donde la pregunta reciba esa respuesta anhelada que normalice el sentido de un sentir diferente. Y aunque no corren buenos tiempos para la duda, para lo falso en un mundo solicitante de transparencia y orden inmaculado, también es verdad que el baño posmodernista donde el fundamento es un remanente del líquido mundo conceptual que nos queda, pervierte y advierte al mismo tiempo de ese cariz ideológico de la pregunta por la total transparencia y el supuesto orden social sostenido por el mismo fundamento de unas ciencias creadas dentro del marco que nos posibilita.

Desde este marco interpretar el film presentado por Claudia puede parecer más sencillo pero nada más lejos de la realidad ya que su autora nos recuerda la apuesta por un cine donde los límites no pueden estar marcados por el cierre de una historia, por la visión unívoca del lado que legitima el trabajo o por unos personajes que nos llevan a través de estos anteriores términos para cerrar un diálogo que el arte debería mantener abierto. Un arte que, como en el film, pertenece al amplio campo humano ahora colonizado por esos números que validan todo campo serio y a tomar en cuenta. Un campo humano del que intenta salir el arte, para encontrar el mismo campo pero desde distintas formas de preguntarse sobre él. Lo mismo que ocurre con otras disciplinas donde la asfixia numerológica ha llevado a interrogar esas maneras diferentes de enfrentarse a ciertas realidades donde la vida y su sentido tienen su más sentida pertinencia. Una madre, una vida, un niño, la concatenación y ejercicio reflexivo de los hechos nos llevan a juzgar deterministamente las cosas, pero los prejuicios nunca fueron compañeros de viaje, como tampoco la temeridad o la cobardía, y desde las primeras respuestas entre medios e ideas, jamás lograremos adecuar una sola respuesta al orden de las cosas, a la pertinencia de los hechos, a los deseos de los demás. Lo mismo ocurre en una historia donde tomar partido es quedarse con la respuesta acostumbrada.

La vida, el arte, el amor... cualquier ámbito humano está hecho para el diálogo, para enfrentarse a él, para desenmascarar la parcela que nos interesa y descubrir que las respuestas están en el diálogo, en la sucia lucha agónica que plantea no tener respuestas.

sábado, 30 de julio de 2016

La correspondencia (La corrispondenza). Giuseppe Tornatore. 2016.



El amor puede ser una gran máscara, un sentimiento que ahoga y neutraliza otros sentimientos, otras acciones que nutren esos polos tan opuestos al amor y tan necesarios para que una pasión no se convierta en una enfermedad. Esa gran máscara puede funcionar igual para reactivar esa parcela de realidad social en la que lidiamos todos los días aguantando su frenesí competitivo. Las máscaras pululan por todos lados pues no sólo el amor adopta la teatralización como gesto de reclamo.

Si en otros momentos Tornatore ha sabido tocar la fibra sensible de este espectador en esta ocasión el film logra hacerlo en menor medida gracias a su desmedido e idealizado tratamiento temático como a un guión que, a veces, camufla con tintes de misterio y thriller una historia que necesita de demasiadas explicaciones y opta por un final demasiado rápido para encontrar esa tesis temática donde el amor eterno no puede acabar con la finitud que nos guía. El tema por tanto se convierte casi en el handicap del film pues al idealizarlo en demasía introduce al personaje dentro de una irrealidad a la que se le añade su misteriosa desaparición provocada por el mismo individualismo que parece guiar las acciones de un enamorado controlador que no supo una vez ya amar (tener hijos, familia, para no enseñarles lo que amas prueba mucho de un personaje que me recuerda la historia de la muchacha tracia y Tales) y ahora parece fiarlo todo al avance de un conocimiento que nunca debería estar más allá del sentimiento que lo acompaña, del mundo real que lo hincha y de sus moradores que lo sufren. De ahí su interés, doble quizá, en que su amada siga sus pasos, se convierta en una académica que siga determinando otros quehaceres, que siga limitando un amor que como el arte quiera liberizarse del corsé eterno que la historia y sus escritores les han endosado y apurar la libertad para entender que lo ideal está al alcance de lo factual, que la máscara perfecta esconde otra realidad. El amor, como se narra en una de mis cintas preferidas (2046), es una "cuestión de oportunidad", que, por tanto, se da en un tiempo y espacio delimitado, es decir, su frontera es el ahora, el instante donde el sentimiento compartido es celebrado, o cercenado, y por mucho que se desee estirar es necesario esa facticidad para alimentar ese juego de oportunidad que abre, quizá, una simple mirada.

Esa desmedida idealización por parte del profesor acerca del amor lleva a la historia sobre un amor imposible a los límites que la ciencia va a imponer, pues hoy las historias de amores imposibles parecen menos frecuentes dada la convicción general de la falta de límites para un amor al que aún le faltan demasiadas barreras que superar (género, religión, trata...) pero que manifiesta su profunda condición de no tener respuesta, de carecer del significado que se le suele buscar. Se ama, o no, sin tapujos, sin mentiras ni máscaras, sin tener que dirigir prediciendo el hecho amado por otro, sin tener que hacer de dos uno, ese uno mismo para perpetuar un amarse a sí mismo muy diferente del necesario para verdaderamente amar a los demás y explicitar las dos palabras que tan fácil de decir son, pero tan difíciles de digerir su intención, pues cuando verdaderamente se deben proferir, quizá no se deba dilatar y desenmascarar el sentimiento, el miedo. Decir adiós o te quiero nunca es fácil sin la máscara que esconde el miedo al límite, al fin, en el supuesto eterno ciclo que enfrentamos.

domingo, 5 de junio de 2016

Truman. Cesc Gay. 2015.



Se muere uno cómo puede, como dice el moribundo personaje de la cinta, y pareciera que se muere como se vive, pues éste, lejos de entender unas relaciones personales y unas circunstancias más allá de un ego personal cercano a la fábula del gorrón acepta con la misma valentía, o ironía, el destino por llegar. Y quizá ni se muera como se puede, ni como se viva, y que las opciones sean el reflejo del sintomático campo que abre una libertad de elección que hoy es negada en tantos márgenes por tantos defensores de la misma. No son la falta de relatos, ni de seguridades, ni otros elementos los culpables de las paradojas que afectan a las sociedades prejuiciosas e hipócritas que habitamos.

Hablamos de nosotros con la seguridad de conocernos, de sabernos de una manera, con una cierta personalidad cohabitada en los silencios foráneos. Hablamos de la muerte cuando en realidad queremos hablar de la vida. Ofrecemos ejemplo para que cada cual, al final, no pueda atravesar sus propios miedos y nosotros mismos adoptemos esa misma pose de seguridad que ofrece el mismo contacto social que rehusamos abrir para no herir ni ser heridos. Los tabúes y prejuicios pareciera que ofrecen un relato más prometedor de nuestro verdadero rostro, pero esto tampoco es así pues en los territorios poco habitados nuestra acción es tan impredecible como en el terreno más habitual y seguro.

El Goya aporta unas expectativas que a veces difumina el verdadero trabajo de una cinta que cuenta mucho en los cuatro días de reencuentro de una amistad que como muchas están forjadas no en la semejanza que muchas veces demandamos de una relación, si no en unas diferencias, que realmente no completan, si no que señalan que la efectividad de éstas puede ser el pequeño milagro de una sociedad cortada por las mismas expectativas que nublan muchas ideas.

martes, 31 de mayo de 2016

La novia. Paula Ortiz. 2015.



Hablar de La novia es hacerlo de Bodas de sangre, por tanto, es inmiscuirse en ese universo lorquiano donde lo lírico enmascara lo trágico, donde arribar es luchar con la expectación de una sala, de un libro, de unos versos sueltos que flotan en el ambiente de aquél que ya padeció tantos crímenes a la hora de la luna. Pero como venimos a hablar de cine comenzaremos aplaudiendo la acertada labor de Paula que a mi parecer ha sabido llevar a unas imágenes, que cruzan la realidad y el versado lirismo, el universo de una obra teatral cargada de un simbolismo y una puesta en escena muy marcada por un lugar que lleva a los personajes a esa sinrazón que mueve los juncos a su antojo.

La misma libertad creativa que permite una adaptación ha podido ejercer aquí un papel muy decoroso frente a las limitaciones de una escenografía plasmadas en el mismo papel que en "el murmullo de sus venas" ya dicta elocuencias como ésta, y que la directora ha sabido trasladar a unas imágenes con un ritmo preciso, donde la historia traza los vaivenes de un amor y distintas tragedias al compás de una acertada banda sonora con guiño inexcusable al maestro Cohen. Y como si de ese mismo vals acompasado se tratase el odio y la tierra se conjugan en una imagen entre vetusta y cargada, entre colorida y árida, entre la noche y la luna, y el verde que todo lo calma. Una imagen a veces bella y profunda como la oniria que retrata, otras real y plana encarnado un contexto tan duro como verdadero.

Todo lector, como antes insinuaba, podrá disentir frente a la adaptación de una obra muy interpretativa, como es en si misma el conjunto de la obra de Federico. Sin embargo, abriendo el corsé que impone la propia imaginación puede percibir con toda claridad el sentido y la fuerza de una obra que debiera de tener tantas lecturas como interpretaciones posibles pues ahí radica la grandeza de una obra, en multiplicar las posibilidades, en hacer de la necesidad casi un fin para volver a poner en la palestra temas candentes que aún hoy, en caduca visión, parecen tener atenazadas más de un alma. Y el film logra transmitir ese mensaje donde relaciones inmateriales ponen en jaque a la libertad e igualdad a las mujeres, donde ideas del amor heteronormativas y violencia patriarcal dejan en entredicho que los tiempos hayan cambiado.


sábado, 30 de abril de 2016

Orígenes (I Origins). Mike Cahill. 2014.



La batalla entre la ciencia y la religión, o más precisamente el espíritu, se sirve a través de una historia de amor narrada a través de una ciencia ficción que en nada desmerece a los efectos especiales que suelen concurrir en este género. Incluso se agradece que el discurso sea muy acorde a una visión de la ciencia tan dogmática como exigen algunas teorías de la ciencia, pero tan abierto al propio conocimiento como postulan otras, creando un personaje, que tras unas experiencias personales donde la concatenación de hechos llevan a unas supuestas lógicas, va a sufrir la experiencia de la perdida, del dolor para abrir esa puerta que toda mente abierta debe traspasar para ver qué luz crea el umbral.

Y es que el quicio desde donde observamos nuestras vidas siempre está iluminado con esa luz que dan nuestras propias certezas, nuestras experiencias que determinan en cierta medida el modo en que vamos a responder. Por ello, el vehículo del amor aparece como hilo conductor de una historia donde las respuestas van a diferir ante las preguntas incómodas que suscita lo desconocido, ante la cuestión donde la misma pregunta ya parece una trampa.

El sentir como primer medio de intelección puede parecer algo primitivo ante el poderoso razonamiento empírico y sin embargo no podemos desligar ese mismo sentimiento del camino y guía del propio razonamiento, de ser el impulso que lleva a un estado diferente. El motor del cambio, de toda revolución está en el origen, en un saber sentir donde la razón sea ese instrumento para un mejor gozar.

miércoles, 20 de abril de 2016

Ayer no termina nunca. Isabel Coixet. 2013.



Los rastros del pasado lastran en cierto modo el futuro pero determinar la forma en que el dolor o la felicidad pretéritas moldean el presente es un ejercicio vano sin la cooperación del sintiente, del individuo que alberga su peculiar manera de entender y sentir su propio camino. De ahí el duelo interpretativo que mantienen Javier Cámara y Candela Peña por desbrozar unos personajes y una pareja que tras la pérdida de un hijo arrastran otras vidas, o la misma, pues desligar el pasado de una persona cuando éste marca indeleblemente puede parecer algo fácil, o difícil, tan diferente como intentan demostrar estos dos grandes actores en la piel del dolor.

La cinta se conjuga a partir de lo no dicho, de un silencio que va ir completando una espera que va a deparar sorpresas en un reencuentro que narra la crisis de una pareja dentro de la crisis de un país que sometido a organismos supranacionales devalúa a sus ciudadanos reduciendo el estado de bienestar que garantiza el futuro. Un futuro dislocado por unas tijeras, por una fatalidad, por una posibilidad truncada tras la falta de visión, tras la falta de un diálogo que en vez de imponer el silencio, la violencia, pudiese ofrecer aquellas demandas que sólo florecen al final, cuando el abandono ya abonó al olvido, que no a la pena.

No es fácil retratar todas las crisis de las que habla Coixet con sólo dos personajes pero las palabras cuidadas que suelen florecen en la filmografía de la directora también hacen aquí su maravillosa labor  comunicativa para ir desgranando una historia simple, una historia de esas que también están en crisis ante el apabullante ritmo contemporáneo. Las palabras, los silencios y las emociones de las interpretaciones maximizan un film que visualmente dice poco a la par que narra y suscita todo lo contrario.


martes, 19 de abril de 2016

El abrazo de la muerte (Criss Cross). Robert Siodmak. 1949.



Cine negro en  estado puro, con todos los elementos que pueblan ese imaginario cinematográfico donde el mal se alía con el espectador para dejar ciertas huellas que alimentan un género a veces tan social como el melodrama más triste. Aquí el flashback que recorre el film alimenta una historia de amor que la dama, vestida con los ropajes de femme fatale, va a destruir del mismo modo que el propio plan delictivo propiciaba un mal plan de vida.

El amor es como un droga y su recaída pasa por volver a los mismos hábitos, a los mismos lugares que condicionan nuestros cuerpos, nuestras actitudes, por eso nuestro antihéroe no va a poder resistir a la tentación de una mujer a la que conoce tan bien como para perder la cabeza de nuevo. El amor y el sentimiento como error, como camino equivocado si no se lleva el mapa, por otra parte inaccesible, que guíe las buenas pisadas en un terreno donde la mujer generalmente representa las curvas peligrosas de una carretera que hay que transitar y cuya amenaza no reside tanto en la otra parte como en otras malinterpretaciones, prejuicios y hechos.

Pero la intoxicación está en esos otros hechos que también por habituales parecen naturales y lícitos pero que esconden otra manera de fatalidad menos palpable que la traición y el egoísmo que personifica la mujer en el género. Una intoxicación cuya recaída aún debe ser prescrita. 

domingo, 17 de abril de 2016

La mujer pantera (Cat People). Jacques Tourneur. 1942.



Sirviéndose de una inventada leyenda sobre los antiguos mamelucos eslavos y el reino de Serbia el misterio de la mujer pantera va a reflejar el miedo que la oscuridad proyecta en el ser humano. Un ser humano, varón en este caso, capaz de enamorarse de una extraña que va a representar, patriarcalmente, el desconocimiento, el recelo, la nocturnidad y todos esos atributos que toda mujer fatal cinematográfica lleva consigo. Y a pesar de la desconfianza que pueda pesar ante lo otro, el propio ser humano es capaz de superar tal efecto para intentar acercar el conocimiento y la experiencia hasta que se da de bruces con una realidad psicológica de primera magnitud, pues a pesar de la igualdad física y jurídica en los mundos interiores de cada cual pueblan existencias tan diferentes que nos llevan a tomar caminos tan diferentes como la prudencia o la temeridad, o las clásicas vías medias.

De ahí la actitud del nuevo enamorado que sirviéndose de su experiencia y trato con otra mujer más cercana a su entorno próximo adopta la prudencia como método para descubrir aquello que el psiquiatra busca en el peligro de la demostración empírica. Dos modos distintos de acercarse a una realidad siempre compleja, desconocida pero siempre atrayendo a su comprensión.

Para el recuerdo esa escena en la piscina donde las sombras se transforman en esa pantera que acabará buscando la propia sumisión que parecen adoptar estas mujeres cinematográficas para redimir su culpa. Una sumisión que flaco favor hace a la imagen de la verdadera mujer, fatal o no, pero aunque esta sea otra historia, no olviden que es la más importante.

jueves, 14 de abril de 2016

Sayat Nova (El color de la granada). Sergei Paradjanov. 1968.



Ya nos advierten que no se trata de una biografía al uso del poeta armenio y rápidamente nos introducimos en una visión elegante de una fusión muy particular, aquella que a través de la mística, de la danza, del baile y el éxtasis une el alma humana a lo sagrado en una especie de epifanía. Así las sucesivas etapas biográficas del poeta van a sugerir el mundo interior del poeta y de una cultura que, si bien se nos escapa por desconocimiento, expresan esa unión sagrada que a veces supera a las propias palabras.

Paradjanov va a hacer de esta fusión un elemento más que determina la totalidad del film haciendo de la coreografía visual el elemento que conjuga una actuación que raya la mímica, una música que mueve a las emociones, y unos elementos de atrezzo que son tan importantes como los propios personajes. Así, telas, cruces, vestidos, cuadros, ángeles, retablos, arquitectura, mosaicos, vasos y cualquier elemento que aparece en pantalla cobra un significado que, como decíamos, puede que se nos escape dentro del tremendo simbolismo que caracteriza al film, pero que una mirada atenta observa esa transcendencia de tal o cual elemento en el conjunto de la escena, del film.

Resaltar el color, una policromia muy contrastada que sabe jugar con esa misma mezcla característica del film. También valorar toda la técnica para conseguir unas coreografías donde el movimiento nos lleva de la cámara a los personajes o a los elementos de manera indistinta usando el mismo movimiento de los tres que, unidos al infinito trucaje del medio, posibilitan esas danzas donde el poeta habita.