Hay veces que esperas que haya una segunda parte para poder ver que acontece a otros personajes, a otras tramas y situaciones, o simplemente observar realmente lo que dice la película desde otro punto de vista, el que reza el propio título y del que apenas reconozco nada en una gran cinta que aviva a ir más allá de la propia historia y conocer que un muerto es mucho más que una cifra, una culpa o un concepto, que lo humano puede desbordar su ámbito y convertirse en pura ideología.
Tres partes y un epílogo contienen este capital humano que nos vende Virzi para mostrar que muchas de las ideas que enaltecen lo humano se entremezclan entre si y con aquellas otras que no lo ensalzan tanto para conformar una idea del sufrimiento y la alegría que compadecen ante lo humano, para configurar aquello que no vemos salvo en un pequeño plano en el que el concepto del film adquiere su concreción física ante la voz al teléfono de una esposa destrozada en el hospital donde ese capital humano yace moribundo.
El film me recuerda algo a una de las tramas de "Relatos salvajes" salvo por el inesperado final, al que le pueden sobrar incluso las dos primeras partes, donde comprobamos que lo valorizable del ser humano se mide en muchas escalas diferentes y se mezcla con esa hipocresía que impide rentabilizar cualquier atisbo de lo humano por desborde del mismo, quizá seamos demasiado humanos como para ello. Cuando creemos atisbar que llega ese ideal se nos rompe con la fortuna y las malas decisiones puntuales y no por ello dejamos de creer en nuestra especie, no por ello dejamos de vivir. La salida hacia delante siempre fue nuestra preferida por alcanzar allí nuestro sino.
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