jueves, 29 de diciembre de 2011

The Artist. Michel Hazanavicius. 2011.




Las críticas elevaban a esta arriesgada película al rango máximo y no podía dejar de caer en la tentación de ver buen cine asi que pertrechado con el entusiasmo necesario fui al cine para comprobar que los elogios no están infundados, que la cinta desborda fotogramas a cada paso e incluso el sonido juega un papel totalmente dramático, ya sea en sus ausencia o en su escasa presencia. La historia, la del film, demuestra que no todo en el cine está regido por la narración textual, ni por la novedad dramática, pues con un relato tan simple y manido como el aquí expuesto se logra conectar con el público, con su sensibilidad más profunda. La imagen, ayudada por una excelente banda sonora, va mostrando la desgracia de ese artista venido a menos por la llegada del cine sonoro, y lo hace de manera magistral con un inicio al que podríamos calificar "de película" al mezclar magistralmente cine y realidad fílmica. Todo el peso lo lleva la imagen, y como no, unos actores estupendos que tratan de devolvernos a esas sobreactuaciones presentes en buena parte del mudo. La sugerencia de los planos, apoyada mínimamente en postproducción, es máxima en tan humilde proyecto, y por ahí destila todo su aroma el film proponiendo una realización más moderna en la variedad y en el montaje pero dotando a cada plano de su significado para el avance de la trama.
Me encantó profundamente el plano de las escaleras de la productora, que inflexión rodada con una puesta en escena maravillosa y simple. El mentado inicio con el cine y su orquesta, ella enamorada y la chaqueta objeto de su deseo, la secuencia del sueño casi al alcance de aquella que protagonizara nuestro Isbert, el sonido del disparo que silencia la película y que nos lleva acto seguido a la carcajada tan característica de ese truco viejo. Tan viejo como cada uno de los recursos presentados, pues si de algo se sirve esta especie de reivindicación de la imagen y su discurso es de todo aquel contenido ya plasmado por grandes cineastas. Melies, Eisenstein, Griffith, Gance, Lubitsch, Murnau, Lang, Dreyer, Chaplin, Pabst, De Mille, Ford, Renoir, Wilder...y tantos otros con los que he disfrutado y aprendido, hoy os he vuelto a ver, de un modo u otro gracias a Hazanavicius.

lunes, 19 de diciembre de 2011

Luces de ciudad (City lights). Charles Chaplin. 1931.




¿Es posible que la pantomima incite a la lágrima y a la sensibilidad? Claro que sí, y el mejor ejemplo es este film donde Chaplin nos acerca al teatro hipócrita de nuestra sociedad occidental en muchas de sus vertientes. La película se inicia con un alegato contra la estupidez e indiferencia que muestran los políticos con sus semidiscursos, vacios de todo contenido y bien representados por esos pitos de feria que ahora el cine sonoro puede traslucir. El amor, esa pasión poderosa y vital que se apodera de nosotros, es la guía de nuestro protagonista, ese vagabundo infinito (bueno, hasta El gran dictador) que es Charlot y que le lleva a amar a esa violetera ciega a pesar del conocimiento de la imposibilidad real de tal unión dado el orden social al que se ve sometido nuestro personaje. También hay una crítica a toda la fingida amistad, a esa necesidad de afectos a la que nos enfrentamos y que no puede ser remediada en coherencia pues no existen apenas lazos afectivos verdaderos, carentes de interés. Incluso actos nobles y grandes son minimizados por nuestro ego hasta ser obviados y suprimidos en su valor pues sólo damos valor a lo que la sociedad impone (dinero y materia desde hace demasiado tiempo ya). Igualmente existe una crítica a nuestro mayor opresor, ese trabajo desganado al que hemos de someternos para poder continuar en este mundo, a su pretendido valor que escapa a cualquier comprensión racional si no es elegido en plena voluntad. Misma puesta en duda la que realiza del mundo del espectáculo, de los contratos y amaños que regulan cada plano vital restando cualquier valor a una reflexión por mor del beneficio inmediato (la secuencia del boxeador en el ring es de lo mejor del cine).
La vida, retratada con humor, puede resultar incluso más trágica que la propia realidad y aquí Chaplin y muchos de los maestros del cine mudo eran auténticos genios, así nos invade el corazón con representaciones de las más execrables miserias humanas a la par que conjuga cierto sentimentalismo con el más hilarante humor, y todo para llegar a una de las escenas más bellas y dramáticas de la historia de este arte, ese encuentro del vagabundo y su amada a través del cristal de una tienda, ese roce de piel, esa conexión no visual que hace reconocer el verdadero sentimiento fuera de toda apariencia. Con esos planos que transmiten todo el sentir, de una misma flor, se cierra una de las más bellas obras de arte de todos los tiempos, gracias Charlot por todos esos momentos mágicos de pantomima.
Ayer, leía un post de una amiga que rezaba algo así como que las personas pueden olvidar lo que dijiste, lo que hiciste, pero en cambio nunca olvidarán cómo les hiciste sentir, y hoy no puedo hacer sino aplicar tal máxima a este film, porque en su esencia transmite este ideal genialmente y porque el director hace que no pueda olvidar jamás lo que me hizo sentir con la mayoría de sus películas, no creo que nunca pueda dejar de hacerlo...

domingo, 18 de diciembre de 2011

Sacrificio (Offret). Andrei Tarkovski. 1986.



Ay mísero de mí, infelice... declaraba el personaje calderoniano para congratularse con un mundo irreconciliable con el hombre, con su mayor virtud, la racional que tantos aprietos supone. Aquí el maestro soviético vuelve al mito, a esa especie de ritual natural que comienza con la palabra, para ofrecernos una visión de la vida, de su sinsentido o aprehensión certera, a través de ese actor, crítico y docente universitario y sus dudas metafísicas y existenciales ante esa realidad siempre desbordante. Ante una realidad destructora, siempre amenazante, ambivalente, llena de incomprensiones, superechía, maldad... pero con todos sus contrarios confirmando la amenaza del libre albedrío.
La película, rodada fuera del andamiaje soviético, fue concebida gracias a la colaboración sueca y el máximo representante del cine de ese país. La fotografía, del operador de Bergman, trasluce todo ese mundo gris, melancólico y carente de brillo que trasluce una crítica de la verdad, así como la gran puesta en escena, lenta, parsimoniosa pero de gran efectismo (valgan como ejemplo las múltiples referencias al cuadro de Da Vinci y al reflejo en el cristal, el plano inicial de títulos y el subsiguiente en general con un travelling casi infinito), portan a la película esa característica que poseen las pequeñas obras de arte y que como el mismo autor escribía no es nada más que una narración. Las vanguardias terminaron por destrozar la maltrecha idea de belleza natural, la belleza más que nunca queda al arbitrio de la mera subjetividad y sin embargo el cine de Tarkovski es una esperanza en volver a la materialidad del fenómeno sin tener que abandonar el botín individual, de ahí esos planos naturales y dramatizados por la escenificación casi teatral, donde el tiempo cinematográfico se acerca al real. Pues nada es más natural que el propio tiempo, ese furtivo que por terminar con clasicismo español tan bien retrataba Manrique en sus coplas...

 Recuerde el alma dormida,
avive el seso e despierte
contemplando
cómo se passa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando...

lunes, 28 de noviembre de 2011

El lector (The reader). Stephen Daldry. 2008.




El título bien merece otra analogía menos explícita y en la cual hemos de bucear nosotros mismos, pues para una verdadera comprensión de la verdadera tragedia deberemos de ser capaces de leer bien, de leer desde muchos ángulos para poder recrear aquel drama que transformó por completo cualquier horizonte. Y es que la cinta se desnuda al principio para caer dentro de cierto ocultamiento individual, dentro de la incognoscible subjetividad, de la culpa y del orgullo, del amor o del valor, de cualquier elemento deformado por el prisma que cada uno impone a la realidad. Quizá sea la falta de un pronunciamiento definitivo o la dualidad temática lo que puede mermar la calidad de expresión de un tema siempre conflictivo para la humanidad en general y Alemania en particular, sin embargo, no creo que el punto débil sea ese, que puede ser incluso un logro, sino el tratamiento fílmico y discursivo del juicio donde hay momentos no demasiado verosímiles conjugados con cierto aire sentimentalista que restan sensualidad a todo lo ganado con la excelente primera parte, llena de una materialidad que luego será engañosa.
Por otra parte, el gran trabajo de los actores es de elogiar y en estos casos siempre comenzamos a hablar del más conocido o familiar, pero a pesar de la enorme interpretación de ella, es preciso primero mencionar a David Kross, el protagonista masculino que teniendo enfrente a una de las mejores actrices, no se amilana y realiza un soberbio papel abarcando desde la inocencia hasta incredulidad y el desengaño de su desvalorado final a las puertas de la cárcel. Hay que tener valor para enfrentarse a la desnudez de una dama como Kate Winslet, y más después de ver el papel que borda y en el que se luce hasta con las arrugas de la vida truncada por el orgullo y la sinrazón inherente a cualquier instante.

domingo, 27 de noviembre de 2011

La octava mujer de Barba Azul (Bluebeard's Eighth Wife). Ernst Lubitsch. 1938.




Con uno de los maestros de la comedia no es posible fallar, así Lubitsch nos ofrece una pequeña muestra de su valía ante este género, de su mordaz ironía para tratar la realidad social y sus pequeñas contrariedades, a pesar de la escasa crítica ideológica cultural que emana de esa constelación estelar que supone Hollywood en multitud de ocasiones. Sí, lo americano y patriarcal triunfa pero cierta acidez en el humor del film, le dota de ese toque tan brillante y genial que cultivaban tan bien los escritores del guión (Brackett y Wilder) y tan bien administraba el alemán.
La comedia se articula en torno a la mal nombrada guerra de sexos, que quizá tuvo su auge promocionado por ciertos sectores conservadores, y quizá eso sea lo que hoy le reste una mayor hondura y empatia. Sin embargo, como ya se mencionó, el arte de la comedia se sitúa por encima de estas disquisiciones culturales para alzarse muy por encima gracias a ciertos gags de gran consideración (Czschecoslovakia, la sorpresa del pijama, la bañera de Luís XIV, la ignorancia histórica, la boda y su diplomacia, la vida conyugal separada, el boxeador irlandés, el uso de Shakespeare para el control de su mujer, el manicomio...) y con la construcción de pocos personajes pero de una estereotipación precisa (el padre de la decadente aristocracia, el rico amante materialista, la joven enamorada dueña de su destino, el joven presuntuoso víctima de las apariencias) para hacer avanzar la historia hasta su final feliz, demasiado infeliz para los días que corren, sobre todo si eres mujer. A todo ello hay que sumarle ese guión lleno de equívocos, de pequñas sorpresas que hacen de la película una virtud en su calculada precisión del gusto contemporáneo expresado en la sofisticación. Lo malo, la predecibilidad de su desenlace y su rápido desentrañamiento.

jueves, 17 de noviembre de 2011

El viaje de Chihiro. Sen to Chihiro no kamikakushi (Spirited Away). Hayao Miyazaki. 2001.



Hace unos años que me tropecé con esta fascinante obra de arte del maestro de la animación, y recuerdo haberla visto dos veces seguidas dada la fascinación y ansia de detalles que impresionaban a mi conciencia. El viaje comenzaba, luego fui a chocar conscientemente con otras obras igual de admirables, pero la primera es siempre la primera, y aunque no hace ni un día que volví a disfrutar de Totoro, prefiero escribir sobre este mágico viaje que llega a lo más profundo del corazón.
Me atrevo a declarar que Chihiro es la heroína del posmodernismo, esa figura débil, conocedora de las limitaciones pero apasionada como nadie por lograr ideales con la determinación salvaje de cualquier pretérito similar. Su viaje no puede ser definido sino por términos oscuros, mágicos, incapaces de ofrecer fundamento alguno, y a todo ello ayuda sobremanera todo el elenco de personajes y paisajes que confundiendo y cofundiéndose trazan un itinerario lleno de sentimientos, de fábulas que recorren amplias parcelas netamente humanas y que sólo la diferencia del contexto difumina. Llena de una filosofía muy oriental, pero que también ha sido cultivada en nuestros lares, la protagonista no puede escapar a su destino y se enfrenta a él con la fuerza y convicción que cualquier amor puede trasladar pero que en ella parece florecer desde lo más profundo de su ser. El itinerario es complicado, sinuoso, lleno de un aroma a sueños que el mismo Dalí firmaría, y nuestro personaje no tiene más remedio que enfrentarse a toda esa sinrazón, a esa diferencia que siempre representa la realidad, ya sea en forma de dios, en formas míticas o formas fantasmales. Y lo hace como si la entelequia aristotélica se presentase en ella determinando su acción, como si su fin fuera siempre poner orden mediante la donación de si. Por ello ella es mi heroina favorita pues proyecta algo muy humano en su maravilloso y único viaje del cual aún sigo observando nuevas curiosidades, sólo observar el fondo, el paisaje, el resto del encuadre es un ejercicio que anima una y otra vez a su re-visión.

sábado, 5 de noviembre de 2011

El sueño de Casandra "Cassandra's dream". Woody Allen. 2007.



No es una de las mejores películas de W. Allen pero está bien, declaración que irrita, ya lo sé, pero no concibo otra manera de definirla pues por una parte juega con un sentimiento difícil como es la culpa contraponiéndolo a un mundo impuesto por un determinado orden económico, pero por otra parte la principal arma está muy poco armada, el guión muchas veces llega a una simplicidad escolar pero para entrocar esa trama con las artes de la tragedia griega es insuficiente, y más tratándose de uno de los maestros de este arte que es decir con imágenes. Los personajes adolecen de cierto maniqueismo, no parecen muy reales, demasiado arrastrados por fuerzas inconmensurables para ellos a pesar de sabias advertencias, aunque reflejan estereotipos fácilmente reconocibles. Y el tema, es arduo, no es fácil reflejar la culpa, la angustia por no cumplir con uno mismo o con un orden universal, un dolor que nace de muy adentro y que Collin salva magistralemte. Quizá sea eso lo que salve la película, unas buenas interpretaciones para unos papeles insuficientes pero de gran intención. Por otra parte lo giros peculiares del maestro dan ese tono que dulcifican el irregular guión y buena parte de penosas puestas en escena que no son dignas de tan alto director, aunque como digo, algún brillo se puede vislumbrar.

martes, 1 de noviembre de 2011

The girlfriend experience. Steven Soderbergh. 2009.



Difusa es la linea que separa la mascara del actor, la apariencia del ser, la realidad de la ficción, asímismo incaptables son las sensaciones que quiere despertar el film, bastante atrevido aunque tan difuso como esa historia marketinizada que quiere imponer orden en una vida dividida, trastocada por una sociedad igualmente inexpresable desde una razón unificadora. La película juega bastante bien con los momentos, precisando información a cuentagotas para diluir aún más si cabe el ser fílmico aunado a el de la protagonista, por cierto una de las mejores actrices porno. Sin embargo en muchas escenas de plano general las conversaciones están muy forzadas, faltas de naturalidad, como si los personajes no creyeran lo que dicen, como si la propia realidad en su inmanencia doblegara al infinito la dualidad de los personajes atrapados en su sinrazón. Otras, sin embargo, están muy cuidadas, tanto en su forma dialogal como en su fuerza visual y para ello sólo mirar la foto que ilustra este post, algo dice ese desenfoque de lo principal.
No me parece una de las mejores de este autor, que ahora viene diciendo que rueda un par más y se retira, pero hay una pequeña crítica social a través de un tema, que podríamos calificar de tabú, que es digna de elogio. Aunque apresurada y vuelvo a repetir, difusa, la crítica se deja traslucir en cada una de las relaciones que aparecen reflejadas en la cinta, bastantes, y eso que no toca para nada temas sexuales puros y duros. Me encantó especialmente la crítica de la cultura, la del entrevistador de prensa y su réplica dramática. Ambivalencia pura y dura de la que muchas veces no sabemos escapar.

domingo, 30 de octubre de 2011

El infierno. Luis Estrada. 2010.

No es extraño el título dada la realidad social y contexto  donde se reproducen los hechos, pues es todo lo contrario a cualquier intento de armonia u orden. La película si derrocha ese orden y buen hacer, con un principio salvado con unos simples planos ya relata un poco la ironía y humor en las que se va a instalar el relato, entre otras muchas características narrativas. El buen trabajo de los actores también juega su papel, me sorprendió mucho Damián Alcazar y su papel de marioneta de fuerzas más poderosas, pero no tan impersonales como la gente cree. Su vida pasa por integrarse en la espiral infernal o perecer como si no hubiese otras alternativas, pues la baza principal ya la jugó años atrás, así comienza su pequeña epopeya por ese infierno, no tan dantesco pero si precipitadamente inhumano.
Me gusta la frescura del guión, que si en un principio parece débil, va ganando intensidad a la par que muestra una realidad sin mostrar el dramatismo, fiel enemigo de la vivacidaz. Como ya mencioné me gusta el amplio espectro de`puntos de vista expuestos, no sólo con las miserias se muestra la cara "oculta" de la humanidad, por ello veo bien la proclamación de cierta ironía mezclada con el humor que subyace en las contradicciones que engloban al protagonista y a la sociedad en general.
El ciclo no termina, el infierno siempre está allí amenazante, sólo le hacen falta finas señales para que su horizonte sea visible, esa tierra allí tratada no es muy difirente de cualquier otra geografía donde habiten hombres y mujeres. Los ejemplos abundan por doquier, de nuestras decisiones depende seguir alimentando el fuego infernal.
El film es el cierre de una trilogía, así que habrá que ver "La ley de Herodes" y "Un mundo maravilloso", seguro que destilan ese buen cine.

domingo, 23 de octubre de 2011

El árbol de la vida (The tree of life). Terrence Malick. 2011.

Primero me gustaría justificar la calificación, aunque como con todo lo subjetivo poca hace falta. La película tiene sus valedores y sus detractores, es una película que no deja indefernte, o la odias o te encanta. Y sí, a mí me encantó, y a la vez sentí un perfecto desasosiego por haberme enfrentado a esa falta de narratividad presupuesta, a esa razón organizativa inherente a todo guión, a esa voz en off cambiante y única guía auditiva, a esa disgresión universal que enfrenta cualquier determinismo y que corta en dos, o tres, un film. Extraña es, y algo transgresora, aunque no tanto, no se crean, pero simplemente la apuesta decidida por dejar hablar a la imagen, por muy estereotipada que esté, (a mí me parecen muchas secuencias puros anuncios de marcas de ropa norteamericanas Levi's, Ralph, Tommy) parece suficiente como para una pequeña admiración. Por otro parte, la cuestión central del film, aunque borrosa y difusa, como las últimas preguntas que desde el origen atormentan al ser humano, me parece de un tratamiento ponderado, más cercano al idealismo narrativo que a la desnudez y al espanto de la imagen, pues trata el tema de forma coherente, con una simbología no muy sutil, a veces extrarepresentada, pero que guarda de hacer valoraciones decisivas y contaminantes.
Malick es un personaje controvertido, sus anteriores films con más o menos aciertos, también suscitaron cierta polémica. Sin embargo esta pequeña obra de arte puede tener más resonancias en cuanto a crítica se refiere, ya no porque de las salas el público empiece a desfilar hacia mitad de película cryendo que está en el cine de un museo, sino por la dimensión estética que emana. Por todo el rol que juega la cultura en el mundo del arte, en el mundo de la crítica y en el mundo de la vida cuyo reflejo pretende atrapar Malick en el ramaje de este impresionante árbol del que aún colgamos, aún cuando creemos que hace milenios que bajamos...

14 de abril. La República. TVE. 2010. (Primera temporada)

Serie ni-ni, es decir, ni llega a ser una telenovela, ni llega ser una serie crítica, ni por asomo contiene humor y sin embargo no está mal del todo, se deja ver, dado el abanico de tramas que coexisten a la narración principal, que es la que le da ese aire de sobremesa. A mí, personalmente, me gusta el trabajo de Veronica Sánchez y el de Mariona Ribas y el personaje de Amparo Romero, esa femme fatale comunista de pasado, presente y futuro turbio. Habrá que ver el desenlace...

The Big Bang Theory. CBS. 2007. (4 prmieras temporadas)


Una sitcom de freakes puede parecer demasiado tautológica, como si en ella se reafirmara asimismo lo que quiere o no quiere ser. Y en cierta medida lo hace, pero manteniendo un frescor y un humor fuera de serie gracias no sólo a la magnífica interpreatción de Parsons sino a unos personajes muy bien construidos que destilan gracia, ironía y sentido del ridículo por doquier. ¿Cómo si no, unos cerebritos de tal magnitud, pueden verse en tantos conflictos cotidianos sin envergadura para cualquier mortal, y parecer como si de una de las fuerzas misteriosas del universo se interpusiera ante su mirada atiborrada de fantasias culturales?. La respuesta se consigue viendo la serie, observando como la vida y sus instantes pretenden ser únicos a pesar del altar desde el que nos instalamos a mirar.

lunes, 11 de abril de 2011

Gardenia azul (The blue gardenia). Fritz Lang. 1953.


Un maestro lo es por películas como esta. Una obra menor, dirigida casi por imposición si es que quería volver a dirigir algún día por sus colaboraciones con las brujas, y sin embargo el ojo de Lang se muestra inquieto, cual pintor, dando tonos sombríos y trágicos a toda esa sociedad que refleja. No es un film negro de máxime expresión pero las pocas notas del maestro caracterizan de forma tal una típica historia que parece como si de un clásico del género se tratara. Esto lo podemos observar en los planos de atmósfera cargada, cerrados y con una iluminación que acentúa el dramatismo, o en la inversión de la femme fatale por un hombre y su caracterización. Incluso se permite unas notas de humor, de ese humor negro y ácido que sólo puede aparecer en un retrato de esa falaz e hipócrita sociedad norteamericana que reclama libertad e igualdad y que el propio autor comprobó en sus carnes durante un año.

Y que decir del retrato de la mujer, de esas tres compañeras de piso y de trabajo, tres diferentes mujeres atrapadas en su rol, en el sino que la sociedad les imponía (y hoy le siguie imponiendo) como bien atestigua la libreta llena de teléfonos que el afamado periodista desecha cuando ha encontrado al verdadero amor. Y encima una actuación de Nat King Cole cuyo tema nomina a la película. No es esa onírica mujer del cuadro, pero merece la pena.

Hiroshima, mon amour. Alain Resnais. 1959.


Que mejor ciudad que para reflexionar sobre la sinrazón, en este caso la del amor, que mejor lugar que un nocturno café para desvelar a la persona elegida un oscuro y trágico modo de amar que a nadie deja indiferente. Se puede amar y se debe amar sin ninguna exclusión y sin embargo esa misma pasión puede ser tan destructora como la peor catástrofe. Bajo este dualismo Resnais nos ofrece un relato más cercano al discurso poético con una gran mezcla narrativa audiovisual en estado puro, pero sin dejar de contar la tradicional historia que se supone deben proyectar las películas, y sobre todo sin hacerlo mal dada la acertada elección de historia y sus personajes. La ciudad continúa con la vida, el amor como la vida brota en cualquier lugar, de forma inesperada y repentina, en vano podemos luchar contra él, contra su impertérrito refugio en lo recóndito de nuestra alma. Pero para ello hemos de ser conscientes de que los otros también aman, aunque sea de modo diferente y a personas o cosas diferentes de las que nosotros apreciamos. Hay que saber amar, dejar amar a uno mismo y al resto, e igualmente hay que saber dejar de amar. No se puede olvidar pero hay que ser capaces de perdonar.

jueves, 31 de marzo de 2011

En el centro de la tormenta (In the electric mist). Bernard Tavernier. 2009.


Una película que quiere ser negra pero no llega a serlo pues se deja en el camino lo característico introduciendo migajas de triste realidad de esa América profunda y dogmática. Eso la salva un poco, sobre todo la actuación y el personaje de Lee Jones y ciertos personajes estereotipos, pues la atmósfera que debiera recrear queda un poco empantanda, sobre todo en esa situación onírica con tan legendario general. La idea no es nada mala, incluso puede llegar a ser verosimil, sin embargo la aparición de esos personajes de otro mundo, de las estrellas hollywoodienses no llega a encajar del todo y las historias que ellos entremezclan hacen que la película pierda intensidad e idiosincrasia. Y aunque parezca paradójico las pinceladas de realidad le dan un toque serio aun a costa del aire negro que hubiese merecido tal historia.

miércoles, 30 de marzo de 2011

La condición humana. No hay amor más grande 1959. Camino a la eternidad 1959. La plegaria del soldado. 1961. Masaki Kobayashi.

Llevaba dos años esperando tener un día para ver estas películas juntas, días se tienen pero ganas de ver cine japones en VOS con metrajes que pasan las tres horas y con una temática trágica necesitan de días especiales. Al fin lo conseguí y el resultado ha sido espléndido pues acabo de visionar una de las mejores odas antibelicistas de todos los tiempos en las carnes de ese personaje, Kaji, en cuyas visicictudes pueden verse reflejados todos aquellos injuriados por el mal llamado arte de la guerra.
En la primera nuestro personaje para librarse del servicio militar y la guerra es enviado por su compañía a las minas de Manchuria donde acaba por ver el odio en todas sus manifestaciones, contra los chinos, contra los prisioneros de guerra y contra el mismo por la razón de tener ideas diferentes. El dogmatismo imperial lleva a una sinrazón de la que no podrá escapar y que dota a su vida de una estrechez que no quiere compartir con su joven esposa, lo cual tensa las relaciones entre ambos, aunque el amor le hace salvar la dignidad que le queda y poder llevar con la entereza decisiva su viaje a la segunda etapa, pues a pesar de su gran labor en la producción y en las condiciones laborales es premiado por su empresa.


En la segunda película, Kaji es enviado a las tropas imperiales como recluta para su pronta incorporación a la guerra. Allí sus ideas de corte comunista le volverán a jugar malas pasadas con el castricismo militar y la serie de avatares que le suceden ejemplifican nuevamente el dogmatismo y la sinrazón de no saber más que obedecer sin ningún tipo de reflexión. Por cierto viendo esta parte descubrí en que se había fijado Kubrick para La chaqueta metálica, clavada una escena. Allí, en el cuartel, nuevamente le lleva a sobrevivir el amor de su mujer, única que se atreve a visitarlo dándole el aliento necesario para sobrevivir a su tormento psicológico. Sin embargo es enviado a la guerra, pues a pesar de ser un perfecto pacifista es hábil en los comportamientos de un soldado y los rusos están a punto de entrar en Manchuria.

En la tercera entrega, la guerra ha sido un fracaso total y los rusos han entrado triunfales aplastando al ejército nipón. Kaji y algunos supervivientes emprenden un largo camino para evitar a todos los enemigos incluidos sus compatriotas para los que no morir en el acto de defensa constituye una injuria y una ofensa. Nuestro trastornado personaje aquí aparece totalmente cambiado, deformado por las distintas e impactantes vivencias ya no es ese buscador imparcial de verdad, objetividad y justicia, ahora se caracteriza por cierto pragmatismo que le lleva a desdeñar ciertas decisiones si realmente quier sobrevivir. Una peregrinación que le llevará uno de los finales más bellos que he visto, para no perderse.


Si dispones de tres noches con ánimo para ver cómo la humanidad refleja que tiene poco de eso mismo, al mismo tiempo que ves una auténtica obra de arte, no lo dudes...

¿Quién teme a Virginia Woolf? (Who's Afraid of Virginia Woolf?). Mike Nichols. 1966.


Deseaba realizar mi particular homenaje a la recientemente malograda Elizabeth Taylor visionando algún film suyo de los muchos que me quedan aún por ver, y que mejor que uno por el que consiguió la ansiada estatuilla. Y al mismo tiempo podría hacer otra especie de guiño a la protagonista del título, pues el 29 se cumplían 70 años del suicidio de Virginia Woolf, persona de la que supe tras la estupenda cinta "Las Horas". Sin embargo, este segundo enlace no se materializó en las espectativas previstas, pues aparte del título y las ilusiones pervertidas a las que se alude con él no hay mayores referencias a esta escritora (o yo no supe verlas). Pero la principal razón si mantuvo su peso, con creces, ya que Liz está deslumbrante, desbordante de físico y con un ambivalente rostro y carácter muy bien interpretado. Igualmente sobrio está su queridísimo R. Burton. No obstante la película no llega a articularse de forma verosimil, le falta algo de realidad, quizá porque se la robe esa pareja felizmente desencantada o la ingenuidad de la joven pareja. Más bien creo que se trata del trasvase de formatos, pues existe una diferencia considerable entre el teatro para el que la obra fue concebida exitosamente y el cine, y ahí la adaptación creo que a pesar de ser buena no le supo otorgar el valor cinematográfico añadido careciendo de cierta verosimilitud que casi todo buen film debiera cuidar.