miércoles, 12 de septiembre de 2012

Los diarios del ron (The rum diary). Bruce Robinson. 2011.



Es difícil trasladar toda una vida, toda una interpretación de ésta y del periodismo en una sola película, y no creo que esa pretenciosidad sea la característica y supuesto del film aquí presentado. La vida, irrepetible y única de un personaje como Hunter S. Thopmson, iluminador del llamado periodismo gonzo, no puede ni creo que se deje captar en aventura tal, sin embargo, si podemos observar ciertos puntos de partida, retales de una manera de discernir y aceptar lo que es o pudiera ser el periodismo, una mezcolanza entre la ficción y la subjetividad, entre la ligazón a la verdad con el lector, una equidistancia entre quien posee la chequera y paga y aquel otro que recibe tanto el trabajo, la definición, como la pasta, la manteca o el sueldo, llámelo como quiera.
La película por tanto no muestra la idiosincrasia total y definitiva de un personaje como el de Thompson, un arquetipo del antisueño americano, un tipo de fácil clasificación para unos y controvertida para otros, que no deja indiferente a nadie, aunque aquí en el film, se deje edulcorar un poco (no sé en el libro, con ciertas dosis de autobiografía a pesar de su temprana escritura).
No se muestra en toda su crudeza la fama de un tipo desequilibrado por su afición al alcohol, a los desmanes que ciertos vapores insuflan en el alma, no muy distintos de otros mitos menos perjudiciales para el hígado y tanto o más para el alma (léase dinero, poder, sexo en esta sugerente y juvenil cuadratura del círculo). La cinta se mueve entre la ironía y la verdad, entre la denuncia social y la comicidad que emana de cualquier tragedia si es mirada con el prisma necesario para ver en la vida más allá de la simple y única realidad que la subjetividad propia o ajena pretende establecer.
Profundidad social poca, profundidad en los personajes, la justa, excelencia técnica, la necesaria, y sin embargo la historia entretiene, llega, emociona, hace reflexionar, y al menos a mi me ha dejado con unas enormes ganas de bajar a la playa, tomarme un buen ron (botella mínimo) y descalificar a todos esos bastardos que conocen el precio de todo pero el valor de nada, a esos que creen en un dios y no lo siguen en su cotidianidad a pesar de su anhelada e infinita necesidad.

lunes, 10 de septiembre de 2012

Vivimos hoy (Today we live). Howard Hawks y Richard Rosson. 1933.

 
 
 
Dentro de la filmografía de tan gran director (Hawks) y geniales actores (Joan Crawford, Gary Cooper y Robert Young) esta puede ser considerada como una obra menor, una película que no llega a la altura de su por ejemplo anterior Scarface, ni satisface las expectativas tras la historia creada por el después ganador del Nobel, William Faulkner, ni posee una gran fotografía, al menos continua, pues si se aprecian buenos planos en momentos puntuales.
Sin embargo, la historia entretiene, tiene especial encanto a pesar de un principio demasiado rápido y de un final enormemente veloz que no deja claro muchos de los motivos de esos ingleses que parecen aceptar una supremacía americana en el amor y por ende en la vida y terminan como héroes, es decir muertos, que es el fatal destino de aquellos.
En ese mismo final observamos el sello inconfundible de las cruces, en la camisa de ella, simbolizando muertes como bien usaran ya en la mencionada obra del hampa que protagonizase Paul Muni.

sábado, 8 de septiembre de 2012

La vida en rosa (La môme). Olivier Dahan. 2007.

 
 
Marion Cotillard, Marion Cotillard, no me salen ni las palabras para describir la interpretación de esta extraordinaria actriz (protagonista también de mi último post). Normal que la dieran el Oscar pues se merienda de un dulce bocado la representación de la vida de otra impresionante mujer, Édith Piaf, ese pequeño gorrión, que tras lo visto en el film no sé como no hicieron una película antes.
La película en si, como la mayoría de biopics se sirve de un relato montado en paraelo, donde vemos retratos del pasado remoto alternados con otros más recientes, bien seleccionados la mayoría de las veces pues nos dan a entender el carácter único de esta cantante, que no se arrepiente de nada como menta su último gran éxito Non, je ne regrette rien. Igualmente destacable es la fotografía, de un oscuro muy acorde a la necesidad y personalidad de la cantante, cuyo amanecer es el anochecer.
Pero lo mejor sin duda, reitero, es la portentosa actuación de la actriz gala, un prodigio en todas sus manifestaciones, en plasmar ese caos que resulta de la atronadora vida de la cantante francesa por excelencia, cuya vida bien merecía ser plasmada en este arte llamado cine, el cual, ella misma acarició.

viernes, 7 de septiembre de 2012

El último vuelo (La dernier vol). Karim Dridi. 2009.



En la vida no siempre se gana, y en el cine tampoco. Desde esta premisa se puede entender la débil película de Dridi, así como la pequeña historia que pretende narrar sin dañar la imagen de ambas. La debilidad del film, a mi parecer, se sitúa en las esperanzas proyectadas en la primera parte del metraje, con unos personajes y una historia prometedora que, sin embargo, van debilitándose a medida que avanza la pesadez del desierto y la falta de frescura, pues una vez que parece que la emoción y la historia van a arrancar, las dunas relegan cualquier emotividad a un paso del tiempo lento, que como en un reloj de arena los granos van cayendo sin percibir apenas cambios en la configuración dramática ni en la técnica. El film se queda en una muy buena fotografía y la historia en un deseo de agradar tan parecido al que siente la protagonista por amar, por ser amada con la misma fuerza y pasión que siente ella.