miércoles, 30 de noviembre de 2016

Somos lo que somos (We are what we are). Jim Mickley. 2013.



Un argumento esencialista sirve para mucho si lo que pretendes es universalizar tu discurso, tu conducta, tu cultura. Pero las esencias en el mundo humano no parecen tener cabida tras los asaltos al orden que el pensamiento ha ido colocando en su historia de rebelión incluso contra sí mismo. Garantizar la ontología de nuestro ser siempre ha sido el problema filosófico de mayor envergadura y sin embargo el más fácil de refutar desde el propio particularismo que abre la modernidad y sus asaltos, sospechas. La subjetividad es lo que es, un molde y una ficción capaz de verificar y negar al mismo tiempo, capaz de sentir las emociones en todas sus contradicciones, empatizar y odiar por las mismas o diferentes razones. Ser lo que uno es puede ser una trampa de la que ciertos discursos no te van a sacar una vez enrolado en sus filas.

No he visto "Somos lo que hay" del que sale este remake que rescatando toda la poética del misterio y la intriga nos cuenta una historia de fanatismo para no olvidar que las culturas y las tradiciones religiosas más arcaizantes y amenazantes no son propias de los otros, que existen fantasmas de índole sagrada en el interior de nuestras sociedades, o incluso no tan dentro. 

El film seduce suficientemente al ir contando con la debida paciencia lo que se intuye prontamente para mostrar el horror del interior, esas tinieblas de lo desconocido e inimaginable que no son paradigma de otro continente, de otro ser. Con esa tormenta que desencadena la posibilidad del hallazgo vamos a navegar por unos hechos muy naturales hasta un final que a mi gusto le parece excesivamente duro. Pero ser quien eres y defenderlo hasta el fin cuando te conviertes en tí mismo quizá sea la verdadera esencia del ser... si logramos entender ese mismo, que es otra historia.


martes, 29 de noviembre de 2016

It Follows. David Robert Mitchell. 2014.



Seguir la realidad en una película fantástica, de terror o como quiérase encuadrar en un género la cinta, puede ser de gran ayuda para todos aquellos que nos salimos del film ante los desvaríos de ciertas propuestas, y aquí se sigue esa naturalidad que dota al film de un aspecto más psicológico para el terror, siempre aderezado con las dosis poéticas que ofrece un buen género clásico. 

Y no va mal encaminada la historia hasta que se pierde un par de veces para desmesurar un final que nos deja tan perplejos como el inicio. Perplejidad ante el misterio, ante el azote de la incomprensión, duda que nos lleva hacia delante por sentir esa presión del que se siente acosado, precario, victimizado para ser verdugo.

Poco o mucho más puede salir de la apertura que el cierre del circulo propicia, la espiral del género juega consigo misma retorciendo cada peldaño para ofrecer una cinta fresca y entretenida, y poco o mucho más.

martes, 22 de noviembre de 2016

El largo día acaba (The long day closes). Terence Davies. 1992.



Existen cosas que jamás comprenderemos, con las que las emociones plácidas que ejercitan el sentimiento no podrán avanzar sin esa sustancia que los revoluciona. Hay fenómenos incapaces de ser inteligidos por esa zona sensible que nos caracteriza tanto como la formal razón y no por ello obstruimos esa parte onírica de nuestro ser. El sentimiento como cualquier órgano humano necesita de un entrenamiento y una educación que permita atender el mundo que nos rodea con otra vista, con la suficiente empatía como para embellecer el mundo en el intento.

El mismo intento que practica Davies en una cinta de difícil catalogación pero que asume esa forma de sensibilizar ante el hecho desbordante de una gran sensibilidad en un mundo carente de un oficio relegado a la mujer para vocear hipócritamente que lo racional supera a cualquier otro intento humano por atisbar su propio ser. La misma música que vertebra la obra indica ya la gradiente de pasión que intenta transmitir el director con unas imágenes llenas de ese sentimiento que escapa a pedazos en un personaje atado a una sociedad capaz de lo mejor y lo peor.

La sucesión temporal no calma ni colma nunca esa admiración que busca el hombre en nombre de otras ideas que trastocan esa inicial correspondencia entre la sensación y su consiguiente racionalización. Por ello la cerrazón, la clausura y el sometimiento, por ello el tiempo implacable del segundo nunca satisfecho y las paradojas que atormentan ante el abismo de lo primigenio. Y quizá con sólo sentir el día no se sienta.


martes, 15 de noviembre de 2016

El nuevo Nuevo Testamento (Le tout nouveau testament). Jaco Van Dormael. 2015.



Si supiese cuando fuese a morir puede que no cambiase nada de lo que hago, o puede que sí lo hiciese pues la certeza de ese fatídico dato podría revelar ese algo que la inquietud aguarda para el ser humano. Generalmente aceptamos como buena una pequeña parcela de satisfacción y queremos conservar ese prurito de felicidad hallado, pero las certezas lo cambian todo, o eso intuimos creer.

Con la premisa del dato certero de la muerte de cada individuo Jaco Van Dormael va a retratar irónicamente una forma de pensar a través de seis nuevos evangelistas que hablando de si mismos logran crear un nuevo corpus doctrinal para dar paso al paradigma sometido por el sagrado varón. Una cinta tan fresca como la propia hija de Dios que, valiéndose de la opresión a la que ha sido sometida, encuentra fuerzas, aun sin saber llorar, para plantar cara al creador bruselino y predicar una nueva forma de entender la vida donde cada uno posee su propia música, su melodía adquirida por su condición vital oscilante.

El nuevo Nuevo Testamento ofrece esos relatos donde el Mesías desaparece para dar la palabra al evangelista, a cada persona azarosa que vive la angustia de la parca a su manera y por ello mismo debe tener voz en un credo que acerca más la religión monoteísta a la democracia que parece contener en su interior. La crítica es mordaz, inteligentemente irónica y con unas dosis de humor que plantan cara al surrealismo divino planteado. La mejor película que he visto este año, sin duda.

Porque la vida es como una pista de patinaje mucha gente se acaba cayendo, no dejéis de verla antes de caer (y volver a levantaros).

martes, 8 de noviembre de 2016

La muerte de Empédocles (Der Tod des Empedokles oder Wenn dann der Erde Grün von neuem Euch erglänzt). Danièle Huillet, Jean-Marie Straub. 1987.



Nunca me gustaron mucho las adaptaciones pues creo que cada obra tiene su valor y cada artista su medida y aquí Huillet y Straub desean trasladar los versos de Hölderlin a la gran pantalla de modo bastante literal, y si encima veo el film en versión original sin tener ni idea de esa lengua tan ducha para el concepto pero tan dura con la consonancia, el resultado es el tedio y el asombro ante tan desafortunado experimento para mis sentidos. La propia educación estética no me llega para calificar sorprendentemente bien el film visto.

La lógica romántica que sigue a la naturaleza en comunión con el hombre es lo destacado del film y sin embargo no puedo ver más allá de la rudeza de una lengua hablada con unos actores que parecieran leyendo los fragmentos de un viejo poema sin más expresión que la que otorga los planos fijos, largos y la escasez de interpretación. De ahí las medidas propuestas al principio de la perorata aún comprendiendo el riesgo de la disolución que propugna lo contrario y que también obedece al alto rasgo estético que queramos otorgar a una obra. Quizá esperaba ver otra cosa.

Si el presocrático hubiese saltado al Etna seguramente lo hubiese hecho con más alegría, con el mismo entusiasmo con el que discute su hecho, su razón, su idea, sin ese verbo expuesto ante oídos inhábiles y mentes en disposición para la dispersión que la propia lógica romántica inaugura con sus onirias.

lunes, 7 de noviembre de 2016

Oleg y las raras artes. Andrés Duque. 2016.



Oleg Karavaychuk es un personaje a rescatar, un personaje que se presta a las mil maravillas a un documental que no requiere de presentaciones, de la cuenta minuciosa de azares y anécdotas vitales para comprender el ser de una persona que con su presencia extravagante, su palabrería estética y sus manos prodigiosas ante el piano zarista que visita van a decir lo justo para que el espectador despierte de la letanía de la melodía y deba indagar posteriormente esos hechos que permitan comprender la figura de un pianista con letras mayúsculas.

Entre la consonancia y su opuesto Oleg propone una mucosa que siente la verdadera melodía del todo, entre la propuesta pura del diálogo sorpresivo y la autoría el espectador es capaz de sentir todos esos momentos de música que regala el pianista a un documentalista fiel al verbo que lo define. La melodía visual es la puesta en escena de las raras artes, del esperpento y la belleza comunándose en la voz de varias obras, la del artista, Duque, Karavaychuk, la del espectador y la memoria.

Si una cinta suscita y mueve su ser ha devenido, en consonancia o disonancia, en la semejanza o en la diferencia, pero realizado (y si no también). ¡Qué devenga!

viernes, 4 de noviembre de 2016

Maps to the stars. David Cronenberg. 2014.



Los mapas siempre han sido necesarios para desenvolvernos por el mundo que nos rodea, para entender la geografía que nos rodea, para observar los cambios de estaciones y establecer esos festivos que ciclan nuestro tiempo. Las estrellas, puntos fijos donde querer anclar nuestro sino, que sin embargo se mueven en la apariencia que despierta todo mapa, en la relatividad de la posición del que observa, en el propio mapa que queramos configurar se muestran aquí en su doble acepción para mostrarnos que la fama también tiene sus mapas y sus relatividades.

El mapa puede ser diferente y el camino ser el mismo, o al revés pueden ser distintos caminos dentro del mismo mapa. Destino y origen se mezclan en esta cinta donde Cronenberg perfila una historia de popularidad, de egos centrados en sí mismos donde cada mapa presenta el mismo camino de perdición y desdicha ante la posición que otorga la vida. Cada personaje vislumbra su mapa a través del relato poético de Paul Eluard y su canto a la libertad para hacernos ver que la idea de mapa queda lejos del retrato perfecto que desean asignar, que cada destino puede ser fatalmente perseguido por un origen incierto, por unos miedos ancestrales que nublan el camino y falsean el final deseado.

El cine de Cronenberg siempre está dispuesto a trasladar una forma de la sociedad a una poética que se asemeja a la hipocresía que suele destilar su retrato. La realidad es llevada siempre a algún extremo, a ciertas dicotomías o excentricidades que se observan en la vida y que en la cinta son el reflejo de unas historias no siempre verosímiles pero sí con ese influjo para el cuestionar del que mira.