lunes, 31 de octubre de 2016

El capital humano (Il capitale umano). Paolo Virzi. 2014.



Hay veces que esperas que haya una segunda parte para poder ver que acontece a otros personajes, a otras tramas y situaciones, o simplemente observar realmente lo que dice la película desde otro punto de vista, el que reza el propio título y del que apenas reconozco nada en una gran cinta que aviva a ir más allá de la propia historia y conocer que un muerto es mucho más que una cifra, una culpa o un concepto, que lo humano puede desbordar su ámbito y convertirse en pura ideología.

Tres partes y un epílogo contienen este capital humano que nos vende Virzi para mostrar que muchas de las ideas que enaltecen lo humano se entremezclan entre si y con aquellas otras que no lo ensalzan tanto para conformar una idea del sufrimiento y la alegría que compadecen ante lo humano, para configurar aquello que no vemos salvo en un pequeño plano en el que el concepto del film adquiere su concreción física ante la voz al teléfono de una esposa destrozada en el hospital donde ese capital humano yace moribundo. 

El film me recuerda algo a una de las tramas de "Relatos salvajes" salvo por el inesperado final, al que le pueden sobrar incluso las dos primeras partes, donde comprobamos que lo valorizable del ser humano se mide en muchas escalas diferentes y se mezcla con esa hipocresía que impide rentabilizar cualquier atisbo de lo humano por desborde del mismo, quizá seamos demasiado humanos como para ello. Cuando creemos atisbar que llega ese ideal se nos rompe con la fortuna y las malas decisiones puntuales y no por ello dejamos de creer en nuestra especie, no por ello dejamos de vivir. La salida hacia delante siempre fue nuestra preferida por alcanzar allí nuestro sino.

viernes, 28 de octubre de 2016

El séptimo continente (Der siebente Kontinent - The 7th Continent). Michael Haneke. 1989.



La primera incursión cinematográfica de Haneke resulta ser una película muy similar a su posterior filmografía donde la pausa predomina sobre una acción que retrata distintos aspectos de nuestras sociedades. Sin filigranas poéticas y con un ritmo cortado por los negros que vertebran las tres partes que componen esta historia de decadencia y lucidez, Haneke ilumina una burguesía tan acoplada en su mentira que solo atisba una salida al túnel de lavado en el que se encuentran sus almas. Para ello no hace falta más que cambiar algún elemento de los planos idénticos en los que transcurre el tiempo, cambiar escasos detalles de una rutina alienante.

Quizá sea esa rutina la que hace del film algo saturado en esa pausa que llega incluso a dejar a los personajes sin esa pizca de humanidad que hasta el más alienado soporta, pero la realidad en la que se basa ya indica algo de esa deshumanización que florece en las sociedades postindustriales donde los sueños son incluidos en esa rutina que nos hace perseguir quizá sombras, quizá solo momentos. Por ello mismo el desafío poético de Haneke puede resultar tan brillante como decepcionante pues la humanidad está en juego en unos planos donde la expresividad e incluso el cuerpo son borrados fuera de la propia rutina de nuestro mirar, tan acostumbrada al cuerpo, al gesto...

Para quedarse con esa música, diegética, que tanto dice al comienzo de la era MTV en una pantalla que acabará con la mosca y la tragedia. Con esa manera de contar visualmente el tedio de una sociedad que apenas se basa en las palabras si no es para hacer ruido. Que llueva, cambie el cepillo, el puesto de trabajo o cualquier otra cosa es el único movimiento que el sueño permite, el verdadero cambio necesita del lugar que prometen ciertas ideas, y paraísos aparte, empezar parece imposible. Puede que la salida por exceso sea tan fútil como por inacción, pero esa es otra lidia fuera del film.

miércoles, 26 de octubre de 2016

What happened Miss Simone? Liz Garbus. 2015.



La respuesta a una pregunta tan abstracta requiere de una respuesta concreta, de narrar unos hechos que escapan a una interrogación que desea mucho más de lo que una historia puede comprometer en una situación de todo o nada pues como vamos a observar la introducción en el universo de Nina Simone es mucho más que narrar la historia de una pregunta que desvaría hacia ciertos puntos de fuga, hacia las interpretaciones que cada cual quiera sacar de una vida que va más allá de la música, del arte, de un compromiso y los siempre prejuicios que nos rodean como espectadores. La pregunta interpela a una persona que vive una vida con unos hechos y personas que no son puestos en la tela de juicio necesaria para urdir esa respuesta enigmática que describe la circunstancia de toda una vida, pues condensar en unos minutos las múltiples respuestas que ofrecen imágenes, relatos, recuerdos, letras o entrevistas es tan problemática como la univocidad de la respuesta.

Lo mejor del film es rescatar partes de la vida y circunstancias de una cantante no tan conocida para el gran público pero de indiscutible puesta en su lugar, como artista y como activista, como persona. Porque ella misma tenía que convivir con su condición, con la propia Nina, y no parecerse a esos artistas que no participan en la difusión de un mensaje, que según sus propias palabras son más felices, pero no están conectados con la necesidad de cambio que requería la sociedad del momento. 

Aquello que la pudiera pasar como el eslabón que te hace caer es mucho más que los prejuicios raciales, el maltrato de su marido o la escueta niñez pegada a un piano que sobrevuelan las ideas generales del film. Los eslabones para caer son también el amor por una hija a la que el exceso de trabajo no te deja cuidar, ese fenómeno que el capital tiene en cuenta solo si es revalorizable, como también pueden ser las propias listas de éxitos y la sobrexposición a la que el arte o artista comenzaba a sucumbir. Eslabones y eslabones que quizá encontremos en la sutileza de su voz, en las letras de sus canciones desgarradoras y activas, de verbo duro y flexible melodía. De las que tienen esa vida inclasificable...

Ain't Got No, I Got Life.


martes, 25 de octubre de 2016

Room (La habitación). Lenny Abrahamson. 2015.



La metáfora más adecuada para intentar comprender el universo que nos ofrece esta habitación bien podría ser la caverna platónica donde el conocimiento es asido en una escala, o bien podría ser la docta ignorancia del cusano donde la escala parte de uno mismo y el humanismo y su individualismo empiezan a volar. Pero quizá no haga falta ponerse filosófico para hablar de un film que atisba en sus diferenciadas partes todo un universo por descubrir, o redescubrir porque las lecciones que todo producto cultural ofrece bien pueden ser tamizadas por las diferentes formas de acrecentar las estancias que verdaderamente amplían nuestro mundo, nuestra estrecha comprensión del propio dormitorio.

La primera de la cinta nos ofrece un relato donde ya observamos la fuerza de una madre y la fuerza de un niño, el amor y el conocimiento comienzan a darse la mano para sobrellevar una situación que va a ir acrecentándose hasta el culmen del reencuentro. Una primera parte in crescendo para situarnos ante la realidad, la del film y la que representa, una realidad que desborda a cada personaje a su manera pero que enseña la verdadera y real plasticidad de un ser humano que no puede dejar de ser un niño, de temer y amar, de asombrarse y decepcionarse.

Y aquí, en la realidad, es donde se juega el papel del film, de la vida, donde las ideologías apuntan a una materia para darle la forma que se quiere. la que moldean moldeando, las que escalan en diferentes medidas para otorgar el don de la razón, instrumento deificado para amplificar habitaciones en las que convivir, pues no hay conocimiento sin pares. Por ello las enseñanzas y deseos son enfrentados de una parte a otra convirtiendo el mundo en lo que siempre puede ser y en lo que es, en el constructo que hace cada cual de su propio habitar, en el deseo y esperanza que podemos conjugar.

Hablábamos de conocimiento y de humanismo al principio del post en un film donde se resquebraja toda dignidad humana, donde los protagonistas se ven en situaciones donde esa dignidad se vuelve completamente ilusoria, pero para acabar con otro humanista como Pico "No te he hecho ni celeste, ni terrestre, ni mortal, ni inmortal, a fin de que tú mismo, libremente, a la manera de un buen pintor o un hábil escultor, remates tu propia forma" La libertad necesita tanto del conocimiento como de la igualdad, y eso no siempre es fácil de darse.