lunes, 14 de agosto de 2017

15M. Libre te quiero. Basilio Martín Patino. 2012.



Ayer nos dejaba el enorme cineasta Basilio Marín Patino y que mejor forma de homenajearlo que escribir unas palabras tras visionar su última aportación al mundo audiovisual. Una composición casi a modo de sinfonía caleidoscópica sobre el fenómeno político más importante ocurrido en nuestro país en el recién iniciado siglo. Un documento gráfico que, a la vez, es manifiesto del querer de un artista, ya  que con lo que captan sus cámaras nos incita a visionar cómo es ese poso, del que por desgracia nos hemos desprendido años después, de un fluir social y emocional del que escapa la escasa libertad que deja, incluso, el propio ánimo de ordenar, clasificar, nombrar, con el que se pretende ganar el cielo.

Sabio para saber qué grabar sin cortar y, apoyado en el enorme poema de otra figura enorme recientemente desaparecida como es el gran Agustín, versado musicalmente por Amancio Prada, el genio salmantino dirige batuta en mano la melodía que brotaba de aquel estallido político-social que invadió muchas de las plazas de este país. Las voces, son las justas y necesarias para dar al acontecimiento la relevancia que los medios solían sortear, pues la voz importante sale de las diferentes manifestaciones con las que el autor se encuentra en los días que Madrid volvió a ser ciudad. Carteles, performances, solistas, grupos de cante, baile, percusión, payasos, estatuas, proyecciones, mítines y armas de diverso calibre (flautas, globos, manos y aviones de papel)... acompañan al espectador para intentar mostrar la esencia de una palabra compleja como es la libertad. Un deseo que emana del propio título, el de querer lo que fue, lo que es, lo que vemos, un deseo de no olvidar nunca la memoria (incluso aquella que no fue) que como bien conoce nuestro director, es la garantía para un futuro donde no se intente derivar de la palabra libre unas consecuencias nefastas incluso para ella misma, pues las palabras viven, cambian, mudan, y con ellas las vidas de los hablantes.

Solo hay que fijarse en el tono festivo de la mayoría de las imágenes, en cómo obvia la mayoría de imágenes de contenido violento, las cuáles conocemos todos perfectamente, para centrarse en la verdadera libertad que emana del júbilo, del intentar tomar las riendas a la deriva institucional a la que estamos sometidos tras un largo proceso desintificador del cuerpo político del que (hemos) formamos parte. Un peligro casi insoslayable si son otros los que dicen que es la libertad, y otros tantos conceptos, en los tiempos posmodernos en los que algunos quieren acomodarnos. Pero no todo vale lo mismo y ahí es donde acierta nuestro sabio director para ilustrar lo verdaderamente emocionante del acontecimiento político contemporáneo sucedido en nuestra frontera y fuera de ella. Acercándonos con su imagen, con su montaje, un pedazo de la esencia de aquello que le emocionó como para ver y darnos a entender qué ahí algo que vale más que otra cosa. Pongan nombre a esa cosa, a ese algo, e indígnesen, sean libres para expresar el descontento y háganlo, alegre y libremente.


https://vimeo.com/81328468

https://vimeo.com/81379638


martes, 25 de julio de 2017

La academia de las musas. José Luis Guerín. 2015.



Si para la homonima platónica era requisito conocer geometría en esta particular academia regentada por un profesor italiano conocer a Dante y ser fémina es el objeto de una investigación que nos lleva del documental a una (improvisada?) ficción para recorrer, en la teoría y en la práxis, el camino que establece la poesía con el deseo, la pasión y la muerte a través de las musas. Unas musas que apenas tienen que ver con aquellas que inspiraran a Parménides o las nueve clásicas, pues la ficción y la realidad hace tiempo que se rozan y, hoy ya, la cópula es indiferenciable al ámbito de cada cual, tornando academia y musa en el mismo espectro romántico del que en principio se quiere huir sin saber que no se quiere ese fin.

Si la primigenia función e idea de tal constructo metodológico, académico, era reconducir el ámbito estético para que confluyera con la propia vida, la estructura dialógica del curso y la relación profesor, alumno, marido, amante, van a llevar a Guerín, hábil constructor de miradas, hacia una historia de amor partiendo de la premisa de su inexistencia tal como sucede con el vocablo susodicho en esa lengua sarda. Y es que como recuerda el film, de la lengua no podemos escapar, como tampoco podemos escabullirnos de todo prejuicio ni de nuestro propio cuerpo, de las intenciones y deseos que reclama nuestro verbo, nuestra caricia, nuestro ahora y nuestro mañana, pues del pasado se dice demasiado y de lo no dicho nos puede aclarar mucho más, si sabemos mirarnos.

Que no existan musos debería de aclarar mucho más esa labor estética también vinculada a la madre de la vida, ocultando unas relaciones a las que podemos acceder en el film por mucho que intentemos escapar partiendo del clasicismo que institucionaliza todo el entramado arte, vida. La narración entre lo virtual y lo real puede otorgar una reflexión mayor si somos capaces de otorgar el sentido en las distintas opciones que dispone el formato, en los desvíos que surgen entre lo ficcional y lo que puede ser real, entre las distintas miradas que componen un retablo donde las musas, son lo de menos y lo de más.


jueves, 8 de junio de 2017

Cafe Society. Woody Allen. 2016.



El último post sobre una película del director neoyorkino ya se refería al universo poético que rezuma el cine de Allen. No clarificaba los elementos de éste como el tema judío, ese amor sofisticado a la par que auténtico, la música jazz y es añoramiento de lo clásico como modelo. Estos y otros más aparecen nuevamente en la cinta y ya redundamos en las palabras más que esa nota autoral, por lo que hablar del cine de este ingenioso judío puede resultar obvio.

Personalmente el cine de Allen siempre entretiene, películas cortas y con historias complejas, ligeras y versátiles, aunque alguna de ellas parezcan mezclas, parodias y copias de sí mismo. Y este film me ha agradado notablemente, incluidas poéticas repetitivas y temas similares, pues la gracia y la fuerza están en este doble juego que propone la ficción, la del film y todo relato. El cambio es y no es, se cambia porque el tiempo juega con nosotros anulando lo queda de las alternativas que dejamos en la elección como menciona el intelectual cuñado de un personaje, alter ego de un narrador en cuyos modos descubrimos el cine al que nos acostumbra este cineasta.

Acertar en el doble juego ante la vida, ante la forma de hacer cine, no es cuestión badalí y sin embargo nada garantiza ni el yerro ni la satisfacción pues el cambio, como el cine o cualquier otra actividad dependen del libre albedrío y no de ninguna forma de regulación, a pesar del necesario orden que requiere nuestra vida en sociedad. Complejidades que afectan a nuestros deseos.

martes, 6 de junio de 2017

El ciudadano ilustre. Mariano Cohn, Gastón Duprat. 2016.




Existe la realidad o sólo existen sus interpretaciones. Esta puede ser una de tantas dicotomías con las que nos encontramos cada día al intentar escudriñar nuestros deseos, nuestras opciones, nuestras vidas. Atender a cómo nos desenvolvemos con estos dilemas puede evitar ciertos malentendidos con las diferentes interpretaciones que hacemos de los hechos, de la ficción, de las hipótesis, de nuestros propios sentimientos. En ellos se desenvuelve el afamado escritor de nuestro film intentando sacar en claro algo que decir a través de él mismo, a través de un arte importado desde otro lugar más cercano al vocablo cultura, pero cuyo ámbito apenas se esboza en un film que retrata a partir del arte otras cuestiones más antropológicas y sociológicas para hilvanar un hilarante cuadro donde el humor se combina con una tragedia apenas rozada, como corresponde a unas grandes vidas tan estereotipadas como el medio rural que consigue aflorar esos sentimientos a un escritor falto del maná que le hizo contar lo que a alguien le instaban a desear escuchar.

Volver al lugar donde tu obra adquiere sentido y realidad cuando estás en plena crisis creativa puede ser el impulso que necesita un escritor capaz de imprimir un relato sin creer juzgar el hecho puesto en letras, como puede ser el tropiezo que que augura la complacencia de un gran premio. Pero ese arte que por debajo de la cultura rasga conciencias, sin apenas atisbos de ellas mismas, hay veces que también falla en sus propias interpretaciones. El camino siempre es lo importante, pero éste no escapa a esas interpretaciones que como bifurcaciones en distintas direcciones nos hacen creer que estamos en buen camino, que escogemos siempre lo mejor a nuestras propias convicciones y no a nuestros miedos o deseos escondidos, igual que nos hace recoger esas migajas interpretativas y "memerizar" desde lo común que recibimos.

Y es que la realidad es más compleja que la propia materia que se supone la sostiene, y mucho más si hablamos de la realidad humana donde ese vocablo tan grande y tan ambiguo confecciona una realidad más amplia que lo que un gran arte puede componer. 


martes, 25 de abril de 2017

El editor de libros (Genius). Michael Grandage. 2016.




Para narrar la importancia, ya sea para bien o para mal, del oficio de editor, personificado en la persona de Max Perkins van a usar a Thomas Wolfe, único escritor editado por este personaje al que aún no he leído. Quizá porque fuera con este personaje con quien tuviera la debilidad o delicadeza de intervenir la obra con una mayor fuerza que con otros de sus autores y así poder observar los entresijos de una edición que mutila o encumbra un texto original. Pero la fuerza e importancia de la edición queda bien recreada.

En el proceso, apenas de creación, vamos a observar como entre los delirios del autor, confirmados con una muerte que implica al cerebro y por tanto al pensamiento, y la visión comercial del editor, surge una obra destinada a un lector quedando la literatura para el influjo de los tiempos y sus vaivenes de modas y vencidos. El arte se queda sin canon alguno sin lector, sin espectador, sin sentimiento. Por ello, un film como este que despierta una lectura, la revisión de un proceso para adivinar a la hora de leer cómo puede una purga cambiar la voz de un autor, se asemeja más a lo que puedo entender por arte que otros refinamientos poéticos más vanguardistas. 

El film no deja de ser casi más un biopic del escritor donde surge la paternal y amistosa figura de un editor ya famoso, asombrado con una buena obra y quizá con lo que ello reporta. En esta relación vamos a observar otros conflictos no tan ajenos al trabajo, a la creación, pues la vida misma influye con todas sus consecuencias como bien ejemplifican los otros dos genios a los que editara este personaje sabedor de su poder, su influencia y las consecuencias de sus actos.

P.D. Me encantaría saber si se editó alguna vez el original de la novela, como aquel "Naked" con el que McCartney ajustaba cuentas con Spector. Qué le pregunten a algún productor!!

lunes, 17 de abril de 2017

Sierra de Teruel (L'espoir) André Malraux. 1939.




Un film que bien podría ser trasunto del destino de esa República donde observamos la carencia total de una materialidad compensada con una enorme voluntad. Pero el ánimo no es suficiente para sobrellevar la carencia material necesaria para el ser humano y tal como narra el autor francés, el buen hacer común en la lucha contra el fascismo hinca la rodilla ante la falta de medios, tal como le ocurrió al propio director en un rodaje asediado literalmente por una materialidad amenazante y una carencia de aquello que dota a la materia el brillo cinematográfico.

No obstante, el brillo del film apunta a la idea original, a ese tono propagandístico con el que fue diseñado donde la realidad se une a una especie de documento para ensalzar las ideas defendidas sin apenas dañar la posición contraria, enfatizando el sentimiento común de lucha contra un fascismo en alza y una pertenencia a una comunidad necesitada de la ayuda y la confianza de todos, desde el que se inmola vivamente hasta el campesino iletrado. El compromiso político es tan indudable como la falta de medios, tal como le ocurrió al imaginario que nació un abril.

La esperanza, el hecho en el que se basa el intelectual francés es el fin que observó cuando el pueblo pone todo se sí mismo para salvar y honrar a esas personas que sin nada que ver en nuestro conflicto fraternal daban todo de sí por los mismos principios contra los que luchará media Europa al año siguiente, y con los que seguimos peleando por mantener. Una esperanza que dicen es lo último que se pierde pues por más que siempre haya pérdidas, derrotas, los rastros siempre emergen.

lunes, 10 de abril de 2017

Divine horsemen: The Living Gods of Haiti. Maya Deren. 1985.



Un domingo, resacado de otra de mis grandes pasiones, el fútbol en este caso ya que existen múltiples, echas un vistazo a la programación de la Filmoteca y descubres, intuyendo, que algo puede ser muy interesante. Y en la sala comienza aflorando esa intuición con la presentación que realiza la profesora Sonia García López de ese universo dereniano, aún ignoto para el que escribe y que, a la hora de escribir estas líneas, ya ha adoptado esa posición de reverencia tras engullir todo el material disponible en la red. Y es que el universo que relatara la profesora es confirmado en esa obra vanguardista que fluye en la praxis cinematográfica de la autora, aún queda por confirmar su relato teórico plasmado en sus escritos, y que algo intuimos en la obra que vamos a comentar, a pesar de ser un montaje no tan cercano a lo que ella podría pensar sobre su obra, pues como señalaba la docente perfilando la figura de Eleanora Derenkoskaia, cuando el antropólogo llega los dioses se van.

Expresar la realidad va más allá del racionamiento lógico que el cine y su montaje, llamado clásico, han intentado hacernos ver, pues la percepción puede apuntar más allá de lo que una cámara puede llegar a filmar. La experiencia fílmica anterior a este film resuelto por el compañero de la autora sugiere toda esa práctica cinematográfica en aras de una visualización más amplia de la realidad, de la posesión de esa parcela subjetiva que ofrece el mundo a los diferentes dispositivos que lo contemplan, que lo frecuentan y se dejan poseer por él. Para entrar o poseer la realidad es necesario un pensamiento más allá de la lógica clásica, un aventurarse en los sueños y en lo desconocido con el alma del antropólogo, con la suficiente empatía y ansia por conocer para desterrar los prejuicios que limitan el acceso a la realidad que tememos. Por ello mismo, el documento audiovisual no logra lo que ofrece el texto, el relato de una vivencia donde la propia forma de acceder de la autora a esa experiencia fílmicamente falla, no sólo por la interpretación a la que está expuesta, también en la propias palabras de la autora al referirse al asunto.

A pesar de ello podemos observar en qué universo nos vamos a inmiscuir una vez atrapados por esa manera de asir la realidad. El universo dereniano adquiere esa animadversión con el tiempo, con el mundo físico que lo soporta para plasmar un acceso diferente a la realidad que requiere todo arte si no quiere acabar siendo la pantomima de sí mismo. En su lucha con el tiempo se observa esa repetición de planos donde empezar y terminar no tienen la lógica que necesita el relato, como miramos la ralentización que opera en acciones de importancia, así como una fragmentación cercana al collage que viene siendo fomentado desde la vanguardia europea. Una vanguardia que influye notablemente en la obra de Maya y que aquí percibimos incluso en la propia temática, una extraña forma de acceso a la realidad donde la mixtura viene acompañada de una posesión de los cuerpos que bien se puede asimilar al éxtasis, a la participación plena en la realidad que puede sentir el bailarín afligido por el sentimiento que quiere expresar, a la oda que el poeta quiere completar, la melodía que un cantante desea entonar, incluso el silencio que puede experimentar un futbolista al marcar. Los cuerpos pueden expresar mucho más de lo que una cámara puede captar pues es desde su interior   donde brotan las palabras que organizan el documental.

martes, 4 de abril de 2017

Hasta el último hombre (To the last man). Henry Hathaway. 1933.



El western es el imaginario al que recurre ampliamente una sociedad norteamericana sedienta de un pasado que de origen a su esencia, y en este género cinematográfico se han movido tantas ideas como dilemas ocurrían en la naciente sociedad. En este caso el siempre correcto Hathaway se basa en una novela de Zane Grey's (clásico del género) donde el odio y la rivalidad van a viralizar el destino de varias generaciones que intentando soñar sólo van a encontrar el descanso en un sentimiento mucho más originario que el mito que siempre intenta interpretar.

La venganza y la ley sucumben al amor de una pareja que bien podría ser la de Verona, pero la tragedia aquí es invertida para dar a luz una nueva posibilidad. El renacer americano que posibilita el trabajo duro, el amor propio y la determinación tiene sus propias víctimas. Ya no es la joven pareja trágica pues la tragedia es quien profetiza el nuevo ser, destruir al gorrón una vez utilizado y amansar la naturaleza, aún no siendo ella, es condición indispensable para el nacimiento del sueño individual americano.

La resignación no casa con el mito, el buenhacer se rompe en cualquier momento pues la fragilidad ante la injusticia, el orden impuesto, la indiferencia y el mínimo temor marcan a unos seres capaces de mucho por aplacar unos deseos, o sueños, que bien deberíamos mirarnos antes.


jueves, 30 de marzo de 2017

20th Century Women. Mike Mills. 2016.




En una nación que se enorgullecía de trabajar duro, de familias fuertes, de comunidades unidas, y de nuestra fe en Dios, demasiados de nosotros tienden ahora a la autoindulgencia y al culto al consumo; la identidad humana ya no se define por lo que uno hace, sino por lo que uno posee. Pero hemos descubierto que poseer y consumir cosas no satisface nuestro anhelo de significado...

Discurso de Jimmy Carter, 15 julio 1979.

La crisis de desconfianza que avanzaban las diferentes corrientes estéticas, desde que el propio sufragismo y la lucha por los derechos civiles comenzaran a interponer cuerpos y arte frente a la racionalización que los arrinconaba, va a estallar con el fenómeno punk y el malestar general social del que se hace eco el trigésimo noveno presidente norteamericano. Un malestar cuyas causas van a depender de las vidas que lo soportan, de las historias que nos llevan, pues igual que en tiempos pretéritos el tabaco no mataba, ahora el gusto ya no está definido desde alturas invislumbrables para los neófitos. El pasado más inmediato apunta direcciones y en ellas el malestar de fondo sigue hoy bien presente.

Del malestar pueden salir grandes cosas,..... como este bello film feminista donde atisbar que, bajo los distintos sellos personales, los conflictos que nos acercan a un malestar general no son más que el propio sueño liberador de esa estética del siglo pasado, que creyendo adivinar el sinsentido de todo arte y de toda acción pretendía resolver toda problemática humana como lo hace una madre, un terapeuta, o un consejo en forma de libro. La individualidad venía ya en camino, lo mismo que la soledad o la ansiedad, lo mismo que era transformada la forma de aprender, de socializar. El recurso intergeneracional proyectado hacia el futuro posibilita esta forma de alargar la historia de estas mujeres y de este varón que aprenden a ser hombres.

Simplemente imprenscindible, de las de ver en vez de leer a los que ya la vieron para no empañar el significado anhelado.

miércoles, 29 de marzo de 2017

Hard to be a God. Aleksey German. 2013.



Pudiera ser que el Renacimiento oliese tan mal como brillara la divinidad, o que fuese al revés pues en asuntos humanos puede haber múltiples visiones y opiniones sobre una misma cuestión, pueden existir distintos mundos donde la belleza se contraponga a la pura mierda o donde la inversión no sea más que una cuestión de actitud, pero no hay buena actitud sin conocimiento, no hay conducta sin norma, orden, aún habitando en este caos humano y desde cualquier sentimiento.

El film de German juega con una escatología planetaria donde los hombres parecieran haberse quedado estancados en las penurias de una edad donde la fuerza se antepone al conocimiento que los tuvo que trasladar a ese planeta donde el jefe puede permitirse estar pulcro a la par que desampara a todos aquellos cuyas diferencias resultan sólo de cierta obviedad. Perderse dentro de este universo a través de una cámara siempre móvil cual personaje más, puede resultar algo tedioso si pretendes captar algo más que la suciedad de una sociedad cuyos deseos y manifestaciones apenas coinciden dada la represión a la que somete la corrección actual. Pero el hecho fantástico acontece tanto en los universos fétidos como en las ensoñaciones románticas y poder sustraer algo, por muy sinsentido que sea, siempre es posible gracias a la imaginación del autor, y la propia.

Cúan difícil es ser un hombre es algo que todos deberíamos tener presente antes de juzgar.

lunes, 20 de marzo de 2017

La tortuga roja (La tortue rouge). Michael Dudok de Wit. 2016.



Fantasía pura para una cinta natural donde el trazo grueso del dibujo va a ser la nota más disonante dentro de este ambiente creado por las bandas sonoras que recrean la cinta, la musical y el ambiente natural que apaga las voces de unos protagonistas que no necesitan verbalizar las emociones animadas de una historia de necesidad y libertad.

Éstas últimas son categorías fundamentales dentro de nuestro pensamiento, tanto como la misma idea de posibilidad, que aquí es emplazada al estatus más ficcional gracias a un dibujo animado sencillo y sutil, de trazo amplio y pálida cromática. Lejos de la poética del estudio nipón, el contraste viene de serie sin tener que ser incluido en la paleta del film. La historia va provocando que el espectador vaya aumentando la serie emocional por la que pasa un protagonista tan desamparado como alguno nos hemos visto alguna vez en la vida. Quien no ha querido escapar alguna vez, intentar pasar página o empezar de nuevo. Y quien no lo intentó para golpearse otra vez con la misma piedra, para verter los mismos errores y no encontrar la salida fácil pues la entrada, si es humana, no es imposible.

Cinta para ensimismarse en la fantasía de lo difícil que hacemos el vivir.


jueves, 16 de marzo de 2017

Los hombres libres de Jones (Free State of Jones). Gary Ross. 2016.



Buena historia la de este Newton Knight para ilustrar el racismo con el que se forjó bastante del sueño americano, o pesadilla, pues no todos podemos dormir del mismo modo en un mundo donde se es dueño y no se es al mismo tiempo. Pero solo una gran historia no hace que el film disponga de la misma categoría como comprobamos en una cinta demasiado ambiciosa, pero con dosis de buen cine tan dispar como las piezas de un guión que a veces no parecen encajar con la suficiencia y eficacia que emanan de la continuidad que supone la grandeza.

La ambición quizá le viniese grande al querer trasladar todas las visiones de un esclavismo que servía tanto de coartada para guerrear como de producto económico en unas plantaciones donde la relación amo-esclavo que planteara Hegel filosóficamente adquiere carta de naturaleza antés y después de la fraternal lucha pues el tema, también invocado durante el film, se va deslizando hacia esa libertad que ondeará en el condado de Jones bajo la bandera norteña y una estela de derechos humanos donde la propiedad ya toma la consideración que hoy observamos.

No pasará como un film de culto pero entretiene a la par que muestra esas zonas oscuras de la pesadilla americana que aún hoy viven multitudes de minorías a lo largo y ancho de todo el mundo, no sólo en los EEUU. Y es que si a mediados del siglo pasado aún podíamos ver a un descendiente de este individuo ninguneado por unos tribunales tan volátiles como fuertes son las ideas que los enajenan por los vericuetos que crean los detentores, hoy nos podemos hacer una idea de lo que significa para mucha gente la diferencia, puro miedo.

martes, 21 de febrero de 2017

Tarde para la ira. Raúl Arévalo. 2016.




Excelente opera prima de un tocayo que ha sabido dotar a la venganza de su irracionalidad para convertirla en aquello que puede provocar un reencuentro, una salida, pues como casi todo en la vida depende del ojo con que se mira el vaso medio lleno, vacío, o acaso sin recipiente. 

Una historia negra donde la disolución del bien y del mal descansa en unos personajes donde el tiempo ha hecho estragos pues el cambio afecta a su manera a cada cual. Los hay que no pueden pasar página y los que se apuntan a toda moda, como el término medio, pero cromos es implacable ante una vida humana imposible de anticipar. La violencia es un hecho del ser humano, o no, depende de la categoría que le demos a ese "hecho", como la mirada hacia el vaso, pero aquí nuevamente se convierte en cierta categoría temporal donde es tan aplacada como subsumida en ese ansia de venganza que hace que unos salgan de la vida y otros entren. Ver cómo un atributo humano puede controlar las vidas de las personas es otro hecho bruto con el que no nos acostumbramos pero que sin quererlo mueven la vida dentro de ese cambio que va de la serenidad al ajetreo tanto de un cambio como de la inmovilidad ante él.

Pero como es natural éste último no es realmente el único atributo que moldea las vidas y circunstancias de las personas y en la cinta encontramos un amor que atrae y repele cual polo magnético, pues no va a ser el sentimiento amoroso menos ante esta multipolaridad de lo conceptual, de la vida y de la manera en que nos tomamos las cosas. El amor puede ser condena tanto como salvación, tortura tanto como benigna pasión y sólo adentrándose en la acción podremos comprobar hasta dónde podemos llegar, los límites de nuestro amor o nuestra ira.



lunes, 20 de febrero de 2017

Mi tío Jacinto. Ladislao Vajda. 1956.




El director húngaro ya había cosechado éxitos comerciales y artísticos dos años atrás con títulos como Marcelino pan y vino y Tarde de toros y en esta obra se sirve del relato de un compatriota suyo para firmar esta gran obra maestra del llamado neorrealismo español. Obra que no obtuvo tanto éxito comercial como las anteriores, ganando incluso el premio del público en la Berlinale, pero que con el tiempo muestra el repertorio de maestría de un director de un estilo fácil en apariencia pero con una sensibilidad que despierta más de una conciencia.

El film muestra a la perfección la miseria humana de posguerra en un Madrid, ya de señoritos, donde la única fama es posible dentro de un ruedo pues en la humildad de la miseria sólo cabe ganarse los duros para el día y poder llenar el estómago. La picaresca española es un hecho que nuestra literatura ha recogido magistralmente y en la que beben todas estas historias que muestran la miseria moral de una sociedad siempre por debajo de los acontecimientos. de unos personajes atravesados todavía más abajo de unos hechos siempre injustos para los nacidos en ciertas otras circunstancias. Y el cine igualmente recoge esta especie de idiosincrasia patria para mostrarnos el rostro de un pueblo y unos moradores tan grandes como menguados.

La charlotada a la que es impelido el protagonista se convierte no sólo en la irónica crítica social que subyace todo el film si no que es trasunto del panorama generalizado de una sociedad ya ávida de todas aquellas sensaciones cortadas por la lucha fratricida y sus largas consecuencias. Volver a la plaza invita a soñar para despertar en el mismo amanecer de una plaza llena de colillas, pero soñando.

jueves, 16 de febrero de 2017

La clase de esgrima (Miekkailija). Klaus Härö. 2015.



Toda película esgrime mediante sus imágenes, palabras y recreaciones unos hechos que como armas deberían hendirse en las cabezas de los espectadores para despertar el conocimiento, o para adormecerlo, dependiendo de las distintas capacidades y habilidades. Las mismas que utiliza el director para hacernos interpretar una historia quizá demasiado manida en nuestros relatos audiovisuales pero que, sin embargo, parece muy diferente al naturalizar en poco más de hora y media diferentes relatos sin tener que melodramatizar en ninguno y sin tener que resaltar todos esos estereotipos que más que armas pueden ser bombas terroristas.

Pero para esgrimir, el protagonista de nuestro relato ha de usar más armas de las necesarias pues el florete por si mismo no sirve cuando uno es un prófugo de un sistema totalitario. El valor, como algo de la verdadera ideología que se escondía bajo el autoritarismo serán claves en una historia de cuidados, en un film donde la explicación ya ha sido llevada a escena en muchas otras ocasiones y por tanto el dominio de la emoción es la premisa que domina sin caer en el exceso. 

Me encantó ese guiño feminista donde el equipo que proporciona la carencia del equipo estonio está integrado por féminas, como el mismo gesto de la suplente, que tiene tanto de protagonista como el mismo profesor. Y es que, aunque la ideología estaba escondida bajo el manto del terror, es imposible negar que el papel de la mujer soviética fue muy diferente de la occidental (no tanto respecto del patriarcado, sí en otras cuestiones de género). Como tampoco se puede negar la falta de libertad de un sistema que prometía la misma meta supeditada a un futuro siempre inconcluso por el miedo de un telón de acero surgido al comienzo del corto siglo pasado. La figura paterna del estado no casa con la del individuo por mucho que ambas equivoquen sus sentidos, como los golpes de suerte y la acción de la historia también esgrimen sus razones para hacernos comprender que en esa misma educación donde los niños pueden olvidar la miseria del mundo adulto quizá está la esperanza.

martes, 14 de febrero de 2017

Elle. Paul Verhoeven. 2016.




La sensibilidad ante el mal no es la misma para diferentes personas pues su percepción misma escapa en diferentes emociones con las que los humanos nos desenvolvemos de distinta forma. El miedo y el peligro se forman en el mismo receptáculo corporal pero su intensidad y recepción varían por cada contexto, con cada biografía. Mostrar la humanidad del mal, como la banalidad arendtiana, requiere de un personaje tan diferentemente humano como propiamente social. Calibrar hasta donde es lícito atacar y señalar el mal no sólo depende de normas morales y sociales y, sin embargo, parecen nuestras únicas guías para creer que hacemos el bien.

Verhoeven se sirve de una espléndida Isabelle Huppert para feminizar, de modo quizá algo estereotipado por aquello del mal y la mujer, una historia que mezcla drama y crítica familiar con una personalidad donde vamos a encontrar suspense junto a una biografía que aplasta marcando un ser ávido de un deseo siempre insatisfecho, tal y como marca la onda que maneja la sociedad occidental actual.

En el cine actual tomar partido es casi un delito y aquí el director sabe tocar conciencias dejándonos un personaje al que no se sabe muy bien como enmarcar pues el odio que puede desprender en ciertos momentos se convierte en dulzura y severa reflexión en otros. La deriva familiar que puede servir de excusa puede ser interpretada como un hecho más dentro de la cuasi natural violencia que acaece alrededor, en medios y ficción, en política y en la propia jurisdicción. Y puede que sea la propia idea de familia aquella que perturba a las personas porque como narra Paul el mal puede estar ahí para ser interpretado.

viernes, 10 de febrero de 2017

Rams (El valle de los carneros) (Hrútar). Grímur Hákonarson. 2015.




Un film que mezcla a la perfección temas como raza, género, familia y especie sin decir mucho sobre ninguna de ellas, ni representando nada que relacione esos temas, y sin embargo hilando, para el que quiere ver, un suceso donde naturaleza, historia, tradición y cultura son igualmente imbricados. 

Y es que un film con pocas palabras y situaciones puede decir mucho con tan poco como muestra una historia nórdica de frío y calor humano pues en nuestras relaciones podemos experimentar casi con la misma grandeza, o terquedad, esa ambivalencia entre lo cálido y lo gélido de nuestras relaciones personales, familiares y sociales. De un valor a otro podemos pasar apenas sin conocer el cómo ni el por qué de nuestras reacciones ante ciertas situaciones. Puede que la falta de comunicación del propio deseo así como la falta de acción empatizadora en general dispongan que esto sea así y no tengamos más remedio que lidiar con el cambio que a veces sorprende negativamente como otras de modo alegre y sonriente. Defender lo indefendible puede ser un acto o de heroicidad como de imbecilidad y saber dónde está el punto es la tarea diaria a la que nos enfrentamos desde nuestro caos existencial.

Dos hermanos pueden estar tan unidos como separados, pueden hablar lo indispensable o contarse hasta las intimidades y sin embargo el lazo de sangre pareciera nos tuviese que determinar enmarcado dentro de un sistema cultural que arrincona a la naturaleza dentro de unos conceptos y acciones que desvirtúan el entramado social que se desprende de unas ideas que se transmiten de generación en generación completamente diferente de como lo hacen las bases del ácido que nos delatan físicamente. La mediación del contexto, sea este una enfermedad o el propio capitalismo inaugurado con la posesión que permite atrapar la naturaleza desde la cultura, es la que permite que individuos ajenos puedan parecerse más entre sí que dos hermanos o una idea en diferentes personas. Y todo ello sin la participación de una mujer relegada a ser puro deseo, madre deseante, puro receptor de naturaleza. El deseo puede ir más allá de la creencia y las expectativas y como dice el refrán de un sentido común, tan sutil como alocado, bicho malo nunca muere.

miércoles, 8 de febrero de 2017

Capitán Fantástico (Captain Fantastic). Matt Ross. 2016.



Entre la educación y la enseñanza puede existir el mismo abismo que recorre la distancia entre la ficción y la realidad. Pero los abismos y las grandes distancias están para ser conocidos y recorridas. Atreverse a oscilar entre ellas puede hacernos ver en la realidad algo más que el mero sentido común donde no nos percatamos incluso de esas pequeñas diferencias que hacen de niños y niñas meros reflejos de lo que no nos atrevemos a ser.

La resignación de la izquierda siempre ha sido una constante ante la circunstancia de una sociedad conformada sobre la primacía de unos parámetros humanos que incluyen y resaltan lo menos bueno. Incluso en la ficción, la idea de la buena educación ha de ser relegada a aquello que la sociedad define, ha de ser vilipendiada en aras de su poder ser. Un ser un tanto difuso entre esos dos conceptos con los que comenzaba este post, un ser que oscila entre la propaganda y la verdad, entre ciertos intereses y un desapego por el propio ser de un conocimiento desdibujado por mirar más al negocio futuro que al presente de la enseñanza general. Y es que no es lo mismo celebrar el día de Chomsky que Santa Claus, como tampoco es lo mismo mentir y engañar por razones humanas que hacerlo por interés personal, pero para diferencias colores dirán algunos de ustedes.

Las condiciones para que el intento utópico del film pudiera salir hacia delante son las mismas que necesita hoy cualquier sociedad para escapar del dogmatismo económico que vértebra todo. La hegemonía necesita no sólo de las instituciones si no de penetrar en una educación y una enseñanza que no vilipendie la diferencia, que no arrastre el género, que no ahogue a la memoria y resucite todos aquellos aspectos inverosímiles que potencian a un ser humano ávido de saltar y cruzar abismos, de recorrer distancia inimaginables sin que ello resulte la destrucción de nuestro planeta, ni la desaparición de la familia, ni la venganza ni humillación para el que no comprende ni empatiza con nuestro pensar. Las condiciones no son algo fijo cuando hablamos del mundo humano, no es como un experimento de ciencia aplicada donde generalmente no se pueden variar ciertos parámetros o contextos, pero como el film trata de mostrar la vida humana es un constante devenir donde aprender y mejorar resulta del mismo ejercicio mental que impulsa todo conocimiento. Con el provando e riprovando que marca el inicio de la ciencia moderna y su traslación a las humanidades comienza la era donde la utopía puede ir más allá de ciudades ideales y divinas. Comienza la lucha entre el estado natural y el príncipe, entre el poder de uno y el de todos, entre la masa y el individuo. Y ahí andamos aún...

lunes, 30 de enero de 2017

(Des) Honestidad. La verdad sobre la mentira ((Dis) Honesty. The truth about lies). Yael Melamede. Dan Ariely. 2015.




Interesante propuesta la de sonsacar algo de luz a través del engaño, de la mentira, de la deshonestidad que encierra parte del alma humana y que como vemos a través de la mirada de Dan Ariely puede ser interpretada para comprender ciertas acciones humanas. La mirada del catedrático va a estar en consonancia al campo de actuación conductual que abandera y por ello la verdad sobre la mentira estará algo parcializada, como puede observar alguien con otros enfoques al respecto, sin embargo esa mirada complaciente ante un hecho humano tan determinante puede ayudar a complementar el enfoque holístico que toda realidad necesita para ser asida en la incompletud que sujeto y objeto conformamos.

La mentira forma parte de nuestra vida diaria, de la de todos como comprobamos con el llamado factor de falseo, por ejemplo respecto a la velocidad que admitimos conduciendo. Pero como demuestra el personaje de Tim Danaggy la deshonestidad es predispuesta desde altas instituciones y un árbitro garante de la objetividad en un juego es cooptado por su propia profesión y sus pasiones para desvirtuar su profesión. Y entre estas pasiones el dinero es una por las que más engañamos , pero también nos autoengañamos. La aceptación social del fraude, del engaño hace que la trampa sea aún mayor al no percibir el daño que puede venir asociado. Pero del falseo se nutre una gran importante de nuestro ego como demuestran las páginas de citas que explotan la fantasía, en principio engañosa, utópica pero que puede hacerse realidad.

Esa fantasia es la misma que sirve a los niños en su aprendizaje, la misma con la que la naturaleza nos ha ocultado sus desvelos para que con nuestra imaginación obtengamos algo más allá que el sentido común que nos engaña tanto como para condenar científicos o esclavizar personas. Con los propios niños utilizamos esas mentiras piadosas que pueden servir de ayuda en un momento dado para alguna persona, y no por ello podemos generalizar el uso ni detectar cuando es la mejor circunstancia para su empleo pues la mentira sucede de diferente forma en los distintos individuos. Un detector de mentiras sólo detecta la incomodidad, y hay gente que vive cómoda dentro de su mentira, de sus actos deshonestos, y como recuerda el documental el fin no justifica los medios por lo que torcer la verdad tiene sus consecuencias. De ahí que las creencia optimistas que proyectamos sobre nosotros mismos puedan tener ciertos costes si se sujetan sobre todo en la mentira y en la deshonestidad, pero como todos sabemos esto no es un ley fija y el propio autoengaño también posee beneficios en una época donde al ego se le solicita vivir en su soledad.


domingo, 29 de enero de 2017

El Olivo. Icíar Bollaín. 2016.




Si le hubieran preguntado a la persona que plantó el olivo hace dos mil años cómo sería el mundo hoy no creo que hubiese podido responder tan acertadamente como ilustra el cine de Iciar. El tiempo puede hacer estragos todo lo que a él se vincula y nuestro mundo entero ha de pasar ante su implacable rueda. Sin embargo los humanos obsesionados desde siempre con la perdurabilidad hemos ido acrecentando nuestro deseo y relativamente accedemos a la inmortalidad de la historia, del mito, del relato. Todo tiempo tiene sus cadenas respecto a cómo guardar los trozos de tiempo, de cómo mantener el fuego de la sucesión, el hilo familiar que aúpa al individuo deshonesto que todos llevamos dentro por imaginar y autoengañarnos. Quizá veinticuatro fotogramas no den más que para un dulce segundo, quizá amargo, pero la directora madrileña en la poco más de hora y media que dura la cinta nos cuenta muchas más cosas que la loca peripecia por recuperar un árbol.

Tampoco nosotros somos capaces de dar una gran respuesta al cómo de dentro de dos mil años, primo debemos aprender a mirar con la ayuda de otros, por eso acierta Bollaín relatando una familia y un país, una cultura cobijada en tantas otras que no cesa de articular nuevos modos de hacer desde viejos paradigmas. Sólo hace falta dar el salto hacia delante sea cual fuere ese adelante, saber conservar dejando marchar, aprendiendo en la soledad de la compañía. Un sentimiento y una mentira, el propio engaño que nos autoinfringimos por ser quienes creemos ser, malentendidos formulados desde nuestra propia incomprensión. Avanzar, quizá el tiempo lo haga, progresar no es más que un concepto traspasado desde el ámbito científico, el futuro del ser depende de un nosotros.

La película descansa en ese formato de road movie donde los personajes van a iniciar el cambio que necesitan y en ese pequeño movimiento comprobaremos, de modo quizá demasiado explícito, todo un relato familiar donde los silencios pudieron más que los sentimientos acallados por ellos. Trazaremos un viaje, no por la Europa soñada y grande por nuestros mayores aprisionados por la dictadura, sino por la fluida zona donde las personas son tan libres que cortan los escaso vínculos realmente importantes. De la corrupción al duro trabajo hay muchas ligazones pero aunque no se concrete mucho la primordial, el fruto del trabajo tampoco nos hizo libres. Para acabar con la falsa libertad no es necesario una vuelta atrás sino saber acertar cuando queramos atrapar un tiempo convulso por el que nos inmolamos para malgastarlo sin poder decir aquello que deseamos de otros y nosotros.


martes, 24 de enero de 2017

La llegada (The Arrival). 2016.




Me dijo que su libro se llamaba el Libro de Arena, 
porque ni el libro ni la arena tienen ni principio ni fin.



La pertinente lectura de la historia original de Chang desvela un universo que tiene que ver más con el tema principal, que tiene que ser explicitado en el film mediante una teoría antropológica, sin por ello estar por encima de un relato audiovisual que conoce del truco melodramático para configurar una historia visual que también tiene que ver más, pero con uno de los grandes puntos del tema principal. Siempre desde la suposición de la existencia de ese tema principal, de ese principio vertebrador de un film o una historia que oscila siempre desde nuestros parámetros cronológicos y logra como la luz refractarse y reflexionarse para llegar al punto deseado, previamente destinado desde el propio libre albedrío, ya que hacer historias implica a un sujeto, con todo lo que ello conlleva.

Los cambios entre la lectura y el visionado del film ahondan en la propia temática narrada y es un buen ejercicio leer, o volver a hacerlo, la pequeña historia para poder observar cómo el lenguaje a pesar del condicionamiento que proporciona a nuestras mentes y actos no es suficiente para poder dar esa última explicación que requiere el vasto universo del que polvo creemos ser. Ni la ciencia tan anclada en nuestro ser, ni la gnoseología más cercana a sus postulados pueden proveer del sentido claro que tampoco otorgan las filosofías del lenguaje, y sin embargo, todas ellas son herramientas para intentar que ese sentido vaya aclarándose cada vez un poco más dentro del sentido temporal que nos fija. María Zambrano logra ver en los claros de su bosque esa parcela de espiritualidad donde el sentido puede precariamente ser desvelado, quizá sólo en pequeñas dosis que tampoco dan el alivio total que busca el hombre en su preguntar. Cabe preguntarse qué ramas son las que tapan la luz, qué vientos las mueven para no dejar pasar esa luz que inunda un universo del que apenas conocemos lo que nuestro cuerpo nos deja, aquello para lo que nuestro cuerpo reacciona. O ir más acá y preguntarnos desde nuestro propio conocimiento qué desea o necesita nuestro ser, y ahí andamos, debatiéndonos entre la irremediabilidad de un destino al que nos tiene abocados el universo o la libertad que supone tener una autoconciencia, si bien limitada. Y es que todo puede quedar anclado en el eco de una sonrisa, o devenir en algún otro multiverso hacia la realización, la confirmación de una sospecha, conocer un acontecer sin la resignación, o con ella, pero siempre con la sonrisa. 

En cuanto al film propiamente dicho, decir que sabe aprovechar la parcela que mejor se le ha dado a este arte dotando a la historia de ese tono dramático por el que se le da un mayor peso al regalo que recibe la doctora Banks y menos a toda esa diferencia que distingue dos mundos distintos y que, sin embargo, pueden acercarse al ubicarse todos en el mismo tiempo, de diferente medida y transición. Tema principal donde nuestra propia cartografía, nuestro propio cuerpo sensible es límite incluso para la comprensión necesaria, como para tratar de proyectar comercialmente toda una diferencia a un público que observa, generalmente, diferente al propio ser humano. Quizá el verdadero regalo lo tengamos frente a nuestros ojos y no sepamos vislumbrarlo.






viernes, 13 de enero de 2017

Rysopis (Señas de identidad desconocidas- Identification Marks). Jerzy Skolimowski. 1964.



Intentar vivir en la época comunista polaca no se diferencia mucho al intentar filmar ya que todo regimen totalitario dispone de ciertas dificultades en su compromiso con su especie de capitalismo de estado, y escapar de ellas en cualquier ámbito te hace ser diferente aún persiguiendo las mismas cosas. El escapismo del personaje de este pequeño film del polaco Skolimowski aventura el propio exilio al que será forzado el propio director ante unas circunstancias de las que no vamos a hablar por aquí. Filmar puede ser una acción identitaria, revolucionaria, contestataria o lo que uno pueda conseguir de un público consagrado a lo establecido.

Vivir el capitalismo de forma diferente es un oximoron, esa especie de locura que recae ante una ictiología o cualquier ciencia o tratado que pretenda ordenar el caos que ordena la moneda. Creer que todo orden pude ordenarnos y clasificarnos como si de peces se tratase hace que concibamos nuestro mundo dentro de la normalidad que aparentemente creamos. Salir de estas creencias cuando la imposibilidad política lo prescribe hace que nos preguntemos aún más los por qué de un ser perdido en las posibilidades lógicas que nuestras sociedades nos prestan.

Perderse puede hacer que te encuentres.

lunes, 9 de enero de 2017

Las letras. Pablo Chavarría Gutiérrrez. 2015.



La palabra es el último reducto del ser humano, esa instancia para comprendernos y darnos un sentido, o eso tendemos a creer dotando a la razón y al juicio de la soberanía y del poder de decisión sobre nosotros. Por ello, la misma historia que aconteció al profesor no puede ser relata cerca del mismo uso que le llevó a la similar prisión de la que el realizador quiere escapar narrando una historia que tiene algo de luz cuando las letras son las que iluminan lo imaginado.

Puede resultar paradójico un resultado tan ambivalente donde la imagen no puede revelar más allá de las propias palabras que determinan el ordenamiento del caos policromático de la sensibilidad, sin embargo siempre se puede esclarecer algo de la indeterminación sensible que captan nuestros ojos pegados a la piel sabia que todo buen conocer recoge. Porque la piel como síntoma del sentir es capaz de aprender y aprehender de cualquier figuración por muy abstracta o realista que ésta pudiese parecer. El acontecer del presente y del pasado, de la realidad y la ficción intentan ser superados en una historia con distinto fin al propio desarrollo clásico, con distinto fin al que sufrió un protagonista disuelto en un pueblo y una razón que se escurren dentro de la propia historia real, en el interior de una ficción sin ella misma.

Fácil de ver puede ser un calificativo escaso, crítico o peyorativo dependiendo de la cualidad de esa facilidad donde entran otros factores como una comprensión que en este caso necesita de ir un poco más allá, de una labor que búsqueda del acontecimiento, del hecho sugerido con unas imágenes que no son nada fáciles de comprender hasta que uno recibe el alumbramiento de aquel acontecer en el que las letras no pudieron reflejar la verdad que sí aconteció.

miércoles, 4 de enero de 2017

El Porvenir (L'avenir). Mia Hansen-Løve. 2016.



¿Son nuestras ideas las que iluminarán el porvenir o lo son nuestros modos de hacer? Esta es la cuestión básica que ronda un film al que se va intuyendo, y al que se le va esperando un final estereotipado, ya que puede serlo dependiendo de la posición que se adopte ante la cuestión límite del film. Una cuestión nada badalí cuando entramos de lleno en el mundo del pensamiento y que, sin embargo, oculta otras preguntas mucho más allá del pensamiento dicotómico que subyace a muchas de las cuestiones que nos presentamos generalmente.

La comunión entre pensar y hacer, entre la preferencia y el acto performativo de la misma no es un hecho donde esa verdad que tratan los alumnos de la profesora burguesa se haga explícita en todos los casos pues el mundo social humano donde ironías, hipocresías y postverdades cercan esa falta de verosimilitud, es mucho más amplio como para caracterizarlo con tal categoría. Y aún necesitamos de ese factor para guiarnos en un mundo donde la deshonestidad gana mucho más en términos del juego que algunos creen que es el vivir en sociedad. Creencias como muchas de las ideas que rondan al pensamiento desde tiempos inmemoriales ya que toda ideología parte de un credo, de un punto al que llegar como si las preguntas primeras hiciesen ese mandato de última búsqueda, de fin. Y hechos, manifestaciones o no de nuestros pensamientos, hechos sociales que invaden todo hacer e impiden esa libertad que siente por primera una filósofa. Hechos futuribles como el niño que puede coaccionar el libertinaje en el que vive ahora el alumno aventajado o el propio nieto donde encontrará la burguesa el mantenerse en ese conservadurismo cuyo fin es que otros sepan pensar, que no hacer.
El animal tiene instinto, el hombre posee el recurso de analizar las cosas, quizá tarde pero con mayor rendimiento (si realmente usa lo pensado).

El film puede ser algo intuitivo en cuanto al desarrollo elemental pero la muestra pausada de un buen lapso de tiempo retrata bastante bien la vida que lleva una mujer de clase media, profesora y editora de filosofía cuya medida vida va a cambiar ¿sin poder remediarlo? Toca diferentes temas desde diferentes perspectivas sin ponerse al lado de ninguna de las ideas allí plasmadas y si bien la previsibilidad del guión puede afectar para el que espera la sorpresa, ésta no tiene cabida en el mundo real que presenta Mia, con una gran realización para mostrarnos estados de ánimo, hechos, hipocresías y verdades dentro de cada una de las aristas que rozan los temas de una buena película.