miércoles, 8 de febrero de 2017

Capitán Fantástico (Captain Fantastic). Matt Ross. 2016.



Entre la educación y la enseñanza puede existir el mismo abismo que recorre la distancia entre la ficción y la realidad. Pero los abismos y las grandes distancias están para ser conocidos y recorridas. Atreverse a oscilar entre ellas puede hacernos ver en la realidad algo más que el mero sentido común donde no nos percatamos incluso de esas pequeñas diferencias que hacen de niños y niñas meros reflejos de lo que no nos atrevemos a ser.

La resignación de la izquierda siempre ha sido una constante ante la circunstancia de una sociedad conformada sobre la primacía de unos parámetros humanos que incluyen y resaltan lo menos bueno. Incluso en la ficción, la idea de la buena educación ha de ser relegada a aquello que la sociedad define, ha de ser vilipendiada en aras de su poder ser. Un ser un tanto difuso entre esos dos conceptos con los que comenzaba este post, un ser que oscila entre la propaganda y la verdad, entre ciertos intereses y un desapego por el propio ser de un conocimiento desdibujado por mirar más al negocio futuro que al presente de la enseñanza general. Y es que no es lo mismo celebrar el día de Chomsky que Santa Claus, como tampoco es lo mismo mentir y engañar por razones humanas que hacerlo por interés personal, pero para diferencias colores dirán algunos de ustedes.

Las condiciones para que el intento utópico del film pudiera salir hacia delante son las mismas que necesita hoy cualquier sociedad para escapar del dogmatismo económico que vértebra todo. La hegemonía necesita no sólo de las instituciones si no de penetrar en una educación y una enseñanza que no vilipendie la diferencia, que no arrastre el género, que no ahogue a la memoria y resucite todos aquellos aspectos inverosímiles que potencian a un ser humano ávido de saltar y cruzar abismos, de recorrer distancia inimaginables sin que ello resulte la destrucción de nuestro planeta, ni la desaparición de la familia, ni la venganza ni humillación para el que no comprende ni empatiza con nuestro pensar. Las condiciones no son algo fijo cuando hablamos del mundo humano, no es como un experimento de ciencia aplicada donde generalmente no se pueden variar ciertos parámetros o contextos, pero como el film trata de mostrar la vida humana es un constante devenir donde aprender y mejorar resulta del mismo ejercicio mental que impulsa todo conocimiento. Con el provando e riprovando que marca el inicio de la ciencia moderna y su traslación a las humanidades comienza la era donde la utopía puede ir más allá de ciudades ideales y divinas. Comienza la lucha entre el estado natural y el príncipe, entre el poder de uno y el de todos, entre la masa y el individuo. Y ahí andamos aún...

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