martes, 6 de junio de 2017

El ciudadano ilustre. Mariano Cohn, Gastón Duprat. 2016.




Existe la realidad o sólo existen sus interpretaciones. Esta puede ser una de tantas dicotomías con las que nos encontramos cada día al intentar escudriñar nuestros deseos, nuestras opciones, nuestras vidas. Atender a cómo nos desenvolvemos con estos dilemas puede evitar ciertos malentendidos con las diferentes interpretaciones que hacemos de los hechos, de la ficción, de las hipótesis, de nuestros propios sentimientos. En ellos se desenvuelve el afamado escritor de nuestro film intentando sacar en claro algo que decir a través de él mismo, a través de un arte importado desde otro lugar más cercano al vocablo cultura, pero cuyo ámbito apenas se esboza en un film que retrata a partir del arte otras cuestiones más antropológicas y sociológicas para hilvanar un hilarante cuadro donde el humor se combina con una tragedia apenas rozada, como corresponde a unas grandes vidas tan estereotipadas como el medio rural que consigue aflorar esos sentimientos a un escritor falto del maná que le hizo contar lo que a alguien le instaban a desear escuchar.

Volver al lugar donde tu obra adquiere sentido y realidad cuando estás en plena crisis creativa puede ser el impulso que necesita un escritor capaz de imprimir un relato sin creer juzgar el hecho puesto en letras, como puede ser el tropiezo que que augura la complacencia de un gran premio. Pero ese arte que por debajo de la cultura rasga conciencias, sin apenas atisbos de ellas mismas, hay veces que también falla en sus propias interpretaciones. El camino siempre es lo importante, pero éste no escapa a esas interpretaciones que como bifurcaciones en distintas direcciones nos hacen creer que estamos en buen camino, que escogemos siempre lo mejor a nuestras propias convicciones y no a nuestros miedos o deseos escondidos, igual que nos hace recoger esas migajas interpretativas y "memerizar" desde lo común que recibimos.

Y es que la realidad es más compleja que la propia materia que se supone la sostiene, y mucho más si hablamos de la realidad humana donde ese vocablo tan grande y tan ambiguo confecciona una realidad más amplia que lo que un gran arte puede componer. 


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