Buena historia la de este Newton Knight para ilustrar el racismo con el que se forjó bastante del sueño americano, o pesadilla, pues no todos podemos dormir del mismo modo en un mundo donde se es dueño y no se es al mismo tiempo. Pero solo una gran historia no hace que el film disponga de la misma categoría como comprobamos en una cinta demasiado ambiciosa, pero con dosis de buen cine tan dispar como las piezas de un guión que a veces no parecen encajar con la suficiencia y eficacia que emanan de la continuidad que supone la grandeza.
La ambición quizá le viniese grande al querer trasladar todas las visiones de un esclavismo que servía tanto de coartada para guerrear como de producto económico en unas plantaciones donde la relación amo-esclavo que planteara Hegel filosóficamente adquiere carta de naturaleza antés y después de la fraternal lucha pues el tema, también invocado durante el film, se va deslizando hacia esa libertad que ondeará en el condado de Jones bajo la bandera norteña y una estela de derechos humanos donde la propiedad ya toma la consideración que hoy observamos.
No pasará como un film de culto pero entretiene a la par que muestra esas zonas oscuras de la pesadilla americana que aún hoy viven multitudes de minorías a lo largo y ancho de todo el mundo, no sólo en los EEUU. Y es que si a mediados del siglo pasado aún podíamos ver a un descendiente de este individuo ninguneado por unos tribunales tan volátiles como fuertes son las ideas que los enajenan por los vericuetos que crean los detentores, hoy nos podemos hacer una idea de lo que significa para mucha gente la diferencia, puro miedo.
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