Un film que bien podría ser trasunto del destino de esa República donde observamos la carencia total de una materialidad compensada con una enorme voluntad. Pero el ánimo no es suficiente para sobrellevar la carencia material necesaria para el ser humano y tal como narra el autor francés, el buen hacer común en la lucha contra el fascismo hinca la rodilla ante la falta de medios, tal como le ocurrió al propio director en un rodaje asediado literalmente por una materialidad amenazante y una carencia de aquello que dota a la materia el brillo cinematográfico.
No obstante, el brillo del film apunta a la idea original, a ese tono propagandístico con el que fue diseñado donde la realidad se une a una especie de documento para ensalzar las ideas defendidas sin apenas dañar la posición contraria, enfatizando el sentimiento común de lucha contra un fascismo en alza y una pertenencia a una comunidad necesitada de la ayuda y la confianza de todos, desde el que se inmola vivamente hasta el campesino iletrado. El compromiso político es tan indudable como la falta de medios, tal como le ocurrió al imaginario que nació un abril.
La esperanza, el hecho en el que se basa el intelectual francés es el fin que observó cuando el pueblo pone todo se sí mismo para salvar y honrar a esas personas que sin nada que ver en nuestro conflicto fraternal daban todo de sí por los mismos principios contra los que luchará media Europa al año siguiente, y con los que seguimos peleando por mantener. Una esperanza que dicen es lo último que se pierde pues por más que siempre haya pérdidas, derrotas, los rastros siempre emergen.
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