viernes, 4 de noviembre de 2016

Maps to the stars. David Cronenberg. 2014.



Los mapas siempre han sido necesarios para desenvolvernos por el mundo que nos rodea, para entender la geografía que nos rodea, para observar los cambios de estaciones y establecer esos festivos que ciclan nuestro tiempo. Las estrellas, puntos fijos donde querer anclar nuestro sino, que sin embargo se mueven en la apariencia que despierta todo mapa, en la relatividad de la posición del que observa, en el propio mapa que queramos configurar se muestran aquí en su doble acepción para mostrarnos que la fama también tiene sus mapas y sus relatividades.

El mapa puede ser diferente y el camino ser el mismo, o al revés pueden ser distintos caminos dentro del mismo mapa. Destino y origen se mezclan en esta cinta donde Cronenberg perfila una historia de popularidad, de egos centrados en sí mismos donde cada mapa presenta el mismo camino de perdición y desdicha ante la posición que otorga la vida. Cada personaje vislumbra su mapa a través del relato poético de Paul Eluard y su canto a la libertad para hacernos ver que la idea de mapa queda lejos del retrato perfecto que desean asignar, que cada destino puede ser fatalmente perseguido por un origen incierto, por unos miedos ancestrales que nublan el camino y falsean el final deseado.

El cine de Cronenberg siempre está dispuesto a trasladar una forma de la sociedad a una poética que se asemeja a la hipocresía que suele destilar su retrato. La realidad es llevada siempre a algún extremo, a ciertas dicotomías o excentricidades que se observan en la vida y que en la cinta son el reflejo de unas historias no siempre verosímiles pero sí con ese influjo para el cuestionar del que mira.

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