domingo, 23 de octubre de 2011

El árbol de la vida (The tree of life). Terrence Malick. 2011.

Primero me gustaría justificar la calificación, aunque como con todo lo subjetivo poca hace falta. La película tiene sus valedores y sus detractores, es una película que no deja indefernte, o la odias o te encanta. Y sí, a mí me encantó, y a la vez sentí un perfecto desasosiego por haberme enfrentado a esa falta de narratividad presupuesta, a esa razón organizativa inherente a todo guión, a esa voz en off cambiante y única guía auditiva, a esa disgresión universal que enfrenta cualquier determinismo y que corta en dos, o tres, un film. Extraña es, y algo transgresora, aunque no tanto, no se crean, pero simplemente la apuesta decidida por dejar hablar a la imagen, por muy estereotipada que esté, (a mí me parecen muchas secuencias puros anuncios de marcas de ropa norteamericanas Levi's, Ralph, Tommy) parece suficiente como para una pequeña admiración. Por otro parte, la cuestión central del film, aunque borrosa y difusa, como las últimas preguntas que desde el origen atormentan al ser humano, me parece de un tratamiento ponderado, más cercano al idealismo narrativo que a la desnudez y al espanto de la imagen, pues trata el tema de forma coherente, con una simbología no muy sutil, a veces extrarepresentada, pero que guarda de hacer valoraciones decisivas y contaminantes.
Malick es un personaje controvertido, sus anteriores films con más o menos aciertos, también suscitaron cierta polémica. Sin embargo esta pequeña obra de arte puede tener más resonancias en cuanto a crítica se refiere, ya no porque de las salas el público empiece a desfilar hacia mitad de película cryendo que está en el cine de un museo, sino por la dimensión estética que emana. Por todo el rol que juega la cultura en el mundo del arte, en el mundo de la crítica y en el mundo de la vida cuyo reflejo pretende atrapar Malick en el ramaje de este impresionante árbol del que aún colgamos, aún cuando creemos que hace milenios que bajamos...

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