El título bien merece otra analogía menos explícita y en la cual hemos de bucear nosotros mismos, pues para una verdadera comprensión de la verdadera tragedia deberemos de ser capaces de leer bien, de leer desde muchos ángulos para poder recrear aquel drama que transformó por completo cualquier horizonte. Y es que la cinta se desnuda al principio para caer dentro de cierto ocultamiento individual, dentro de la incognoscible subjetividad, de la culpa y del orgullo, del amor o del valor, de cualquier elemento deformado por el prisma que cada uno impone a la realidad. Quizá sea la falta de un pronunciamiento definitivo o la dualidad temática lo que puede mermar la calidad de expresión de un tema siempre conflictivo para la humanidad en general y Alemania en particular, sin embargo, no creo que el punto débil sea ese, que puede ser incluso un logro, sino el tratamiento fílmico y discursivo del juicio donde hay momentos no demasiado verosímiles conjugados con cierto aire sentimentalista que restan sensualidad a todo lo ganado con la excelente primera parte, llena de una materialidad que luego será engañosa.
Por otra parte, el gran trabajo de los actores es de elogiar y en estos casos siempre comenzamos a hablar del más conocido o familiar, pero a pesar de la enorme interpretación de ella, es preciso primero mencionar a David Kross, el protagonista masculino que teniendo enfrente a una de las mejores actrices, no se amilana y realiza un soberbio papel abarcando desde la inocencia hasta incredulidad y el desengaño de su desvalorado final a las puertas de la cárcel. Hay que tener valor para enfrentarse a la desnudez de una dama como Kate Winslet, y más después de ver el papel que borda y en el que se luce hasta con las arrugas de la vida truncada por el orgullo y la sinrazón inherente a cualquier instante.
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