lunes, 1 de agosto de 2016

Paulina (La Patota). Santiago Mitre. 2015.



Entender, atisbar el conocimiento, las causas de algo, es principalmente uno de los motores del mundo, del llameado progreso y de todo aquello indispensable para el ordenado funcionamiento de la sociedad. O al menos eso puede creerse desde que el entramado científico coloniza la razón para administrar un mundo social de igual modo que el natural. Sin embargo, el mundo humano escapa a esas maniobras numéricas que impone el orden para regular de diferente modo un mundo social impregnado de aquellos interrogantes que abre una hipocresía siempre presente y un desconocimiento general creciente del origen o causas del desorden reinante. Y en esas, nuestra protagonista vuelca toda una praxis en contra de lo establecido para observar el verdadero motor de una sociedad ajena a la explicaciones no cuantificables, adicta a una normatividad que oculta más de lo que debería gracias a la costumbre, que con su naturalidad lubrica un progreso falto de un dato de la ecuación.

Paulina comienza como termina, dando una lección de un saber muy alejado de la corriente, muy a la izquierda de la esa zurda que ha querido apropiarse de lo social y cultural para no comprender que el balón también se juega con otras partes del cuerpo. Paulina representa una idea alejada de la pena judicial, de la norma que previene sin conocer el qué o cómo, una idea que sólo desde la empatía puede ser comprendida, alejada de otras ideas que aunque generalmente aceptadas como correctas y buenas, lastran esa comprensión necesaria que Paulina proyecta en sí para intentar otro modo.

Y no podemos olvidar el sustrato principal, el hecho de que sea una mujer la única capaz de protagonizar un film así. No podemos dejar atrás el feminismo que sin hablar está muy presente en la idea general no presentada. Un feminismo que bien puede chocar con la actitud de nuestra protagonista que lejos de claudicar a lo establecido pone en tela de juicio incluso principios básico para toda ideología capaz de mejorar nuestro orden o desorden. Un film inolvidable, imprescindible.


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