martes, 23 de agosto de 2016

La juventud (Youth - La giovinezza). Paolo Sorrentino. 2015.



El deseo es a la juventud lo que el buen cine a los sentimientos y aunque el film de Sorrentino quiere acercarnos en el viaje a la profundidad de la emoción que parece mover el mundo, no parece bastar con las elucubraciones de dos personajes antagonistas pero amigos, con una clase donde la alta cultura domina ese abismo que representa el deseo, el amor, porque como disertara Cervantes, no se pueden confundir ya que "no todo lo que se ama se desea". Y aunque circunscribamos el relato dentro de sus propios confines, ese deseo es interpretado desde ese prisma que a la vez denuncia el último plano del film y por ello no puede captar por completo la definición física de un deseo que por otra parte escapa a cualquier explicación.

Mirar desde la juventud es verlo todo cerca, ver el futuro, hacerlo desde la vejez equivale a ver el pasado. Con esa frase el personaje de Harvey Keitel quiere enmarcar una definición de la juventud donde se orienta hacia el futuro, siempre un paso más. Como si el deseo por el mañana superase al deseo o anhelo por ese pasado, por ese paseo que se repite irremediablemente en nuestro marco temporal, en nuestro calendario emocional. El presente, ese gran ausente del escrito, de la reflexión, de la vida, queda como casi siempre ladeado por la sombra del pasado que ensalza la vejez y por un futuro al que la juventud idolatra y que toda generación añora dada la performatividad de tal metáfora temporal que surge al abrazar el futuro. Cosa inevitable la de vivir hacia el futuro, lo que nos hace a todos tan jóvenes como lozanos para olvidar el cansancio de nuestros cuerpos, materia inerte al tiempo mental de cada cual, por lo visto. Y quizá sean los errores, el miedo a los errores lo que lleven al típico conservadurismo de la madurez, o quizá sea la falta de temor la que cubre esa parcela llamada juventud, quizá tuviera razón el sabio heleno al afirmar el término medio como referente para una buena vida.

Lo personal en la crítica es algo inevitable, algo con lo que debiera enriquecerse el relato, sin embargo llegada a la cuarentena y con muchos deberes sin hacer hay momentos en que opinar sobre ciertos temas enreda más la comedia. La juventud es aquello que a muchos se les escapa y quieren asir de otros modos, es aquello que otros anhelan por perdida, pero también es ese deseo de vivir, reír o amar con la propia inconsciencia de hacerlo mirando hacia el futuro, el amplio horizonte que nunca varía con el transcurrir de la vidas y circunstancias. La juventud es comprender que no hay futuro sin deseo, que la vida es el pasado pero resurge en todo presente, que la cobardía impide la resolución tanto como la temeridad impone un falso testimonio. La juventud como la madurez o la vejez no son más que diversos estados de un deseo a veces programado y del que sólo se sale caminando, montándose las gafas de ver la realidad y poder cambiar con ella, disfrutar con el cambio tanto como con el deseo que posibilita, porque saber mirar es importante.

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