La vida de cinco hermanas adolescentes, niñas, huérfanas, en un pueblo remoto de Turquía va a ser contemplada bajo la mirada de la menor, Lale, que con su visión nos va a acercar a las diferencias entre varones y mujeres, a la impronta de una religión de siglos pasados y que hoy, incluso no tan lejos, amenaza los resquicios de verdadera libertad que hemos ido abrazando. Una mirada hacia lo que el patriarcado significa en la vida de millones de mujeres que pareciera debieran aceptar un destino tan disparatado como el dogmatismo de tantas y tantas ideas.
El film se centra en una parte de las vidas de las muchachas donde la niñez comienza a ser separada por unas normas culturales desfasadas creando el destino que habría de guiar sus vidas. Lale comprobará cómo sus diferentes hermanas aceptarán o lucharán por cambiar el designio que la familia provee, cómo la sinrazón de las normas violentará el cálido ambiente familiar por un sentido que va desarrollándose paso a paso, con la curiosidad característica de la infancia donde la imaginación ayuda a los escasos datos que la experiencia ofrece. Así su maduración se encamina al sentido, al recuerdo de una maestra en Estambul donde cree poder escapar de la violación de su padrastro, de un matrimonio concertado que evite otras humillaciones más crueles pero que no cuentan para un fiel varón, de todo aquello que acaba de vivir junto a las hermanas a las que acaban de cortar las alas previa enjaulación disfrazada de familia y tradición.
Observar como la cultura sega las vidas de inocentes infantes (niñas guapas en este caso para la identificación, que la cultura es muy gorda) es algo que debería hacernos madurar, algo de lo que aprender para poder enseñar, para saber a tratar a los niños como lo que somos, ellos mismos de adultos.
Sepan tratarnos como niños por favor.
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