No anda desencaminada la coherencia hasta que el gato es multiplicado a las últimas consecuencias de una teoría que sólo nuestra poderosa imaginación es capaz hoy de vislumbrar apenas dados los limitados hechos que puede poner en juego. De ahí que la cinta a la vez que avanza va perdiendo un poco esa coherencia verosímil para adoptar definitivamente la poética de misterio con la que se inicia y plantear unas dudas que el propio relato soporta en su infinitud de casos.
Pero la cinta rezuma un aire fresco ante las limitaciones que propone una teoría como la de Schöringer y con ocho personajes y un salón el director logra crear desde ese ambiente mistérico una historia que no necesita de explicaciones adicionales a pesar de su flaco final donde la apertura deja claro que las realidades se construyen, que lo vivido, soñado, imaginado, acaso no es si no aquella reminiscencia de un azar que a nadie deja indiferente sin aún saberlo. Las elecciones parecen determinaron tanto como los hechos y algunas palabras, sin embargo, la falta de información en estas, el deseo que mueve a la acción, los movimientos de otros, el susurro nunca dicho, la cobardía del instante... Todo fluye y puede fluir, todo posibilita la cinta, no la vida.
Ciencia ficción, con pocos medios y con una historia dentro de la coherencia que el propio título indica, que le baila a muchas de las grandes superproducciones del género donde el efectismo es trasladado a culmen artístico. Sólo por ello merece el vistazo.
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