El conocimiento puede ser todo y no ser nada, puede habitar en la belleza y en el horror, puede deambular por el abismo del origen o el del fin pues es de él de donde parte todo, lo bueno y lo malo, los propios sueños que se deslizan para arrancar lo que somos, lo que pretendemos ser de unos sueños que no son mas que las esperanzas que nutren la entelequia que suele mostrar el vocablo que dirige el post.
Pero el film no descansa en la placidez de una idealidad, ni se desborda en la sinrazón que puede plantear la naturaleza más salvaje, pues pretende llevarnos a comprender los sueños a través de la intersección de los registros temporales donde el pasado ayuda a comprender el futuro para que la guía de los sueños no se convierta en la pesadilla de un vago e irreal conocimiento. Atender al mundo que nos circunscribe se convierte en la primera y original apuesta por una vida alejada del dogmatismo de la incomprensión.
La temporalidad propia de la cinta ayuda a entender ese hilado entre pasado, recuerdos, esperanzas, sueño y un presente siempre ausente ya que en el viaje de nuestro chamán por su propia temporalidad vamos a descubrir que la libertad de espíritu está mucho más lejos de las peroratas liberales al uso, está más allá del conocimiento establecido, incluso más allá de las peores pesadillas humanas. Sólo el tiempo dicta, entiende, realiza, existe.
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