miércoles, 28 de septiembre de 2016

Umbracle. Pere Portabella. 1970.



Enfrentarse al cine de Portabella requiere dejar de lado toda convención para adentrarse en un cine underground alejado de la cinematografía reinante en la época. Por ello, puede resultar duro encontrar un halo de idea en la sucesión de imágenes a las que nos somete un realizador intentando escapar de una idea de cine demasiado concurrida, de una historia que nos lleve a otra(s) idea(s), igualmente cerrada(s). Ya la palabra cine en sí contiene la propia cerrazón de una(s) idea(s), de una(s) tecnología(s), de un público y desligar(se) de ello es una tarea que debe ser aprendida si queremos atisbar una salida estética del convencionalismo dominante.

Con estas premisas consabidas el film conjuga distintos aspectos para etiquetarse, desde dentro de sí, en esa corriente contracultural que viniendo desde el extranjero se conjuga en la llamada Escuela de Barcelona que enmarca su discurso audiovisual en llevar la contraria al cine español e incluso a las fuentes del que bebe. Por ello, encontramos en el film una gran mezcolanza de retos donde la ficción, el documental, la vanguardia y demás calificativos sobre las imágenes se entrelazan de manera diversa para crear esa atmósfera que de por sí podría ser censurada en la época. No resulta agradable esperar algo y encontrar otra cosa, intentar ver con otros ojos cuando éstos son guiados por una banda sonora que inunda la propia vista casi más que el incesante montaje y el alto contraste, pero atendiendo a esa propia fuerza que emanan de las secuencias, de las improvisaciones y de las pocas palabras dichas, podemos atisbar si nos concentramos en esa época que estamos ante un gran cineasta y una gran obra, aunque al servidor que escribe aún le falta mucho por ver y leer sobre estos otros cines a los que debemos más de lo que imaginamos.

La zonas de umbría cinematográfica son amplias para el gran público, quizá por la dificultad del encontrar y del ver cuando las miradas están entrenadas para un sol demasiado irradiante en forma de estrellas, dinero e historias que juegan en su propia círculo sin atisbar, salvo en las contadas ocasiones en las que algunos imaginan con el pasado más que otros, esos otros círculos y espirales que como umbracle crean otras estructuras sombrías para refrescar un cine necesitado de una emoción menos brillante.

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