Es difícil trasladar toda una vida, toda una interpretación de ésta y del periodismo en una sola película, y no creo que esa pretenciosidad sea la característica y supuesto del film aquí presentado. La vida, irrepetible y única de un personaje como Hunter S. Thopmson, iluminador del llamado periodismo gonzo, no puede ni creo que se deje captar en aventura tal, sin embargo, si podemos observar ciertos puntos de partida, retales de una manera de discernir y aceptar lo que es o pudiera ser el periodismo, una mezcolanza entre la ficción y la subjetividad, entre la ligazón a la verdad con el lector, una equidistancia entre quien posee la chequera y paga y aquel otro que recibe tanto el trabajo, la definición, como la pasta, la manteca o el sueldo, llámelo como quiera.
La película por tanto no muestra la idiosincrasia total y definitiva de un personaje como el de Thompson, un arquetipo del antisueño americano, un tipo de fácil clasificación para unos y controvertida para otros, que no deja indiferente a nadie, aunque aquí en el film, se deje edulcorar un poco (no sé en el libro, con ciertas dosis de autobiografía a pesar de su temprana escritura).
No se muestra en toda su crudeza la fama de un tipo desequilibrado por su afición al alcohol, a los desmanes que ciertos vapores insuflan en el alma, no muy distintos de otros mitos menos perjudiciales para el hígado y tanto o más para el alma (léase dinero, poder, sexo en esta sugerente y juvenil cuadratura del círculo). La cinta se mueve entre la ironía y la verdad, entre la denuncia social y la comicidad que emana de cualquier tragedia si es mirada con el prisma necesario para ver en la vida más allá de la simple y única realidad que la subjetividad propia o ajena pretende establecer.
Profundidad social poca, profundidad en los personajes, la justa, excelencia técnica, la necesaria, y sin embargo la historia entretiene, llega, emociona, hace reflexionar, y al menos a mi me ha dejado con unas enormes ganas de bajar a la playa, tomarme un buen ron (botella mínimo) y descalificar a todos esos bastardos que conocen el precio de todo pero el valor de nada, a esos que creen en un dios y no lo siguen en su cotidianidad a pesar de su anhelada e infinita necesidad.