Conozco la importancia de este caso desde el día en que se empezaron a publicar los datos en el diario británico The Guardian y he estado informado al respecto pues desde hace tiempo venimos asistiendo a pequeños escarceos públicos de una información y de unos datos que sirven para observar como el ejército estadounidense se las gasta alrededor del mundo, de cómo los paraísos fiscales son una amenaza para la fiscalización de los estados y en este caso como empresas de comunicaciones y estados se alían para perpetrar el mayor control a la población jamás visto. Sin embargo, a pesar de la importancia del asunto no me creo que en los últimos premios Oscar no hubiesen mejores documentales para llevarse el galardón.
Vuelvo a repetir que el valor de la historia es de lo más alto a nivel periodístico e informativo de los últimos tiempos donde son necesarias decenas de bombas periodísticas a la semana para alimentar una industria que se devora a sí misma. Pero el documental en sí deja mucho que desear, una historia cronológica donde ya sabemos qué y cómo va a ocurrir, donde lo único valioso que nos ofrece son las dudas y métodos usados para la elaboración de tan impactante información. Es justo ahí donde alcanza un valor más alto al mostrar cómo es la relación entre la fuente, la información y el periodista desde un plano deontológico muy profesional. Valor en aumento al retratar a un Snowden tan seguro de lo que hace como vulnerable ante cualquier movimiento en falso de incluso los seres a los que confía su secreto. Por eso no alcanza un grado de efectividad total pues no llega a valorizar en cotas máximas la totalidad de paradojas, incertidumbres, cuestiones, dudas que surgen de un proceso como este, ni tampoco llega a ser una representación de la figura del confidente, cosa que por otra parte no desea el propio afectado, pero es que tampoco llega ser el documental informativo e hiriente que puede ser una vez que ha sido puesto en escena.
Me parece más trabajo de Pullitzer que de Oscar pero es indudable que el trabajo de Laura es digno de elogio más allá de la virtud de la imagen como ilustradora de historias. Además que el periodismo en estos días de crisis de todo sea bendecido con un documental premiado en esas alturas es bueno para una profesión que ve cómo cada día el triunfo del dinero prevalece ante cualquier verdad y ya luce desdibujando sus propias fronteras y moldeando su autodestrucción. No estamos ante un documental novedoso por su estructura, forma o cualquier cosa que lo haga especial salvo la valiosa información que revela. Imprescindible.