miércoles, 20 de enero de 2016

Timbuktu (Le chagrin des oiseaux (Timbuktu)). Abderrahmane Sissako. 2015.



Dicen que el terrorismo es algo global, estamos hartos de escuchar y soportar innumerables medidas para luchar contra una lacra que dicen nos afecta de manera tangible y presente. Sin embargo, apenas nos ponemos en la piel de quien de verdad sufre el terrorismo y su sinrazón a diario. Casi no existen historias y relatos de aquellos a quienes a veces llamamos refugiados y nuestros gobiernos numeran para algún día intentar repartírselos como si la solución fuese un parche habitacional del que aún son incapaces de ponerse de acuerdo. Existe una lucha y una visión muy diferente del alcance del mal que representa el terrorismo, la sinrazón de matar en nombre de cualquier idea, ya que los relatos a los que nos acostumbramos nos hacen ver generalmente la necesidad de vigilancia y reglamentación. Y no es que quiera ver relatos de justificación, que los podría haber y buenos, pero si reclamo cintas que expresen, a su manera como ésta, otras vidas en torno a un problema acuciante, pero menor si queremos de verdad luchar contra él mismo, pues quizá las soluciones vengan de otras partes y mediante otras maneras, pero hablemos de cine.

Y es que Sissako en su condición de cineasta, de musulmán, de persona en definitiva ha sabido recrear aquello que demandaba arriba, un relato del verdadero terror, un terror tan irracional como muchos de los deseos que habitan al protagonista del lado oscuro (ISIS, EI, DAESH, AlQuaeda o como lo quieran denominar), deseos que son desterrados por una razón, no fría, si no inexistente a veces. Aunque a mí me parezca que el guión decaiga un poco hacia un idealismo poco habitado en estos días, la película realiza un pequeño viaje a través del sufrimiento del terror en todas sus vertientes y en su origen para desgranar sin mucho efectismo el rostro humano del propio terror, la sinrazón que se instala en un dogmatismo que ya ni siquiera es eso, pues el dogma de las armas aniquilan cualquier pretensión de ser eso mismo. Por ello, las historias entre sí guardan esa relación con el mal, personificado en una persona que sin saber conducir pretende vehicular la vida de los demás, pues en esa relación vemos la frágil humanidad del cantar, el rostro de la violencia que emana del hambre, el refugio y el exilio ante bienes escasos tan importantes como el agua o la amenaza, el valor de una bala frente a un argumento, el azote del poder.

Destacar sobre todo los modos en que el pueblo, las personas luchan y pervierten toda aquella reglamentación terrorista, y entre ellas ese partido de fútbol donde la idea es más importante que el hecho en sí. Muy platónico todo, quizá, pero si analizamos la conjugación que hacen esos muchachos para acabar un juego de equipo, tan individual y azaroso como contradictorio, de forma positiva, es decir con un gol tras la elaboración de un par de jugadas indica que los sueños y la imaginación cuando son comunes, son realizables solo que retenidos por alguna razón.




viernes, 15 de enero de 2016

Selma. Ava DuVernay. 2014.



Los sueños sustentados en buenas ideas son sin duda poderosos, tan bravos como la cinta de Ava que narra sin caer en la edulcoración o en el tremendismo unos hechos cruciales para un problema aún acuciante en las sociedades, y es que el activismo como recuerda el film asfaltando nuestra memoria es un proceso continuo en el que desfallecer generacionalmente conduce hacia otro atrás más allá de lo que se quiere rescatar.

Estar en uno u otro saco de la historia parece más un problema de fe en la propia ideología, en el triunfo del narrador de unos hechos lisonjados a semajanza. Por ello conocer la fragilidad y la dureza de la conquista, del surgir de la idea requiere esa transmisión que realiza DuVernay de manera excelente, dotando de la justa humanidad a un relato donde el personaje humano, tan asociado a su Dios como a las grandes ideas morales y éticas contemporáneas, es arrojado a la duda, al interés político y a una sociedad tan cerrada que su heroicidad queda en el segundo plano. Sólo hace falta observar el título donde la figura protagonista recae en el conjunto de la ciudadanía que con su esfuerzo, apremio y tras un domingo sangriento logró la aprobación de una Ley de derecho al voto de 1965 (al respecto me recuerdo que tengo que ver Sufragistas). La historia puede llegar a ser en estos tiempos algo tan volátil como sugerente pues se buscan hechos e informaciones a medida, haciendo olvidar a veces lo esencial, la lucha y el trabajo que marcan cada paso hacia la igualdad y la redistribución equitativa que demanda la justicia en la que se sustentan las sociedades en las que convivimos.

Además la cinta no sólo se queda en esa intimidad y drama personal si no que ofrece interesantes puntos de vista sobre el funcionamiento de nuestras democracias, de la importancia del poder y de la información, así como nos marca un retrato de la violencia entre la crudeza de su ser y el tratamiento artístico que se requiere en consonancia con el mensaje claro y conciso que transmite, y es que no hay lugar para la cruda violencia en los buenos y poderosos sueños.

miércoles, 13 de enero de 2016

Steve Jobs: The Man in the Machine. Alex Gibney. 2015.



Intentar comprender el drama que para muchas personas ocurrió tras la muerte del genio de Apple a través de la escueta biografía pública y unas cuantas entrevistas es un ejercicio difícil de realizar y mucho más cuando no llegas a entender el principal meollo de la cuestión. Como si el relato biográfico reseñara en sí el sentir de cada persona individual, fascinada con un personaje y una marca que pueden haber cambiado muchos rumbos en los senderos humanos, pero cuyas direcciones están aún por ver si son tan eficaces.

Al menos no estamos ante el típico documento glorificador, ante el retrato abanderado de una especie de mesías que tanto abunda sobre el personaje en cuestión. Pero las dudas que brotan en el relato están tan a la orden del día que es difícil pensar de alguna compañía o personaje que no realice alguna práctica tan ilegítima como legal.

Mi pregunta es, si quieres comprender a la gente, su drama ante tal desaparición, por qué no ir directamente a ellas, a su mundo, al mecanismo que organiza los tótems del nuevo siglo.