lunes, 10 de agosto de 2015

Leviatán (Leviafan). Andrei Zvyagintsev. 2014.



La corrupción política no es una cosa exclusivamente nacional, ni aparece en lugares donde la democracia aún no ha conseguido un mínimo de estabilidad, como tampoco es cuestión del sistema político concreto. Es el mayor lastre para la humanidad, la pesada carga que desequilibra la escasa igualdad y justicia que declaman los principales derechos del hombre. Y lo es porque arrastra a su vez a los demás ámbitos donde todo estado de derecho se arroga, es decir, cualquiera. Las leyes y normas que nos caracterizan como sociedad son producto del ambivalente juego político, ya sea desde el ámbito participativo al más autoritario, y éste puede limitarse a quedar ciego ante hechos, a modificar párrafos legislativos y valores para que el bordeo a la ley pueda ser tutelado, e incluso puede directamente saltarse la leyes, modificar hechos y hacer del escaso contrato social que queda un sucedáneo lavado desde la propaganda precisa.

En el film vamos a observar la corrupción en Rusia pero el fenómeno ha sido tan generalizado que puedes poner cualquier otro país o época que los resultados van a ser bastante similares. La connivencia estatal y de grupos afines a esa especie de conservadurismo demencial frente a la corrupción llenan portadas de diarios hoy día en  nuestro país. por ejemplo, sin ese alarmismo social prescrito en otros frentes (léase terrorismo) con la precisión de cierta comunicación. Allí, la iglesia ortodoxa y el estado representado en el cacique provincial van a conjugarse para luchar contra la amenaza occidental representada en el imperio de la ley y en el triunfo del esfuerzo y la ambición. Y sin embargo, va a luchar con las mismas armas, con el imperio de una ley y la misma fuerza y dedicación que requiere el abordaje de cualquier asunto. Esta ha sido la gran tragedia rusa, esa esperanza de vencer a un sistema capitalista con las mismas armas pero distinta estrategia, con los mismos errores pero de mayor dimensión. 

La polémica se instaló en un país donde años de un mal llamado comunismo han provocado que la generalización de la parcela corrupta sea un problema de mayor calado cuya solución hoy día resulta fácilmente asumible desde una verdadera transparencia (allí, aquí y en Pekín lo de la solución, que sea un problema mayor ocurre como aquí, que venimos de un mundo caciquil). Entre peticiones de prohibiciones, manifiestos y nuevas legislaciones recortadoras de creatividad y realidad, la cinta sólo clama al cielo por el verdadero problema del siglo, la visibilidad de la relaciones y decisiones políticas. El retrato que se ofrece en la película no difiere mucho del dibujo que hacía el filósofo inglés en la obra homónima y que, puesto en la pertinente discusión, puede ayudar mucho más que los ríos de tinta y estupideces que se pueden decir respecto al ser humano, su libertad y su forma de dársela asimismo en torno a esta película o cualquier conversación de bar desde donde se sacan multitud de representaciones intermediadas que no hacen si no afianzar el problema.

domingo, 9 de agosto de 2015

Mandarinas (Mandariinid; Tangerines). Zaza Urushadze. 2013.



La guerra echa todo a perder, desde una cosecha a la pequeña porción de humanidad que llevamos inscrito cada uno de nosotros. El conflicto se abre cual mandarina desgajando en su seno toda culturalidad en tono totalitario, ofreciendo un olor atractivo para la identidad y putrefacto para la solidaridad una vez destruida la diversidad en favor de las nuevas diferencias estructurales. 

El cine ya ha tratado con anterioridad la lucha entre dos individuos tan enemigos como hermanos, las espurias razones de unos y otros en beneficio de sus propias ideas y excusas para danzar con la muerte y la destrucción. Lo ha hecho con mayor o menor acierto, tratando el problema desde diferentes puntos, desde la objetividad, desde la realidad, desde la fantasía, pero lo que sobresale aquí quizá no sea el propio punto de vista, tan diverso como los personajes e ideas que pueblan el film, si no esa propia mezcolanza de actitudes frente al conflicto bélico, frente a la vida. En ellas vamos a encontrar la fuerza del film, en el destino, tan cruel como real es lo feliz, de unos personajes movidos por los hilos que tienden la cercanía, lo común y el ejemplo.

Personalmente agradezco este tipo de cine donde la realidad se deja atrapar sin grandes ficciones, con los elementos justos y necesarios para rellenar una parcela de realidad generalmente ignorada por el público. Un cine que cuestiona sin hacer un llamamiento a ideas parceladoras, un cine que compromete y enseña que la realidad es mucho más diversa que la propia identidad que vamos formando tomando ideas y sentimientos de aquí y allá cual gajos de una mandarina tan sabrosa como desaprovechada.

jueves, 2 de julio de 2015

El año más violento (A Most Violent Year). J.C. Chandor. 2014.



Dibujar una historia de superación dentro del año con mayor número de asesinatos en la ciudad de Nueva York para hacerla chocar contra los propios cimientos de ella, no de la ciudad si no de esa historia cimentada en otra figura, me ha parecido algo tremendamente inocuo para poder comprender la valía de la historia del selfmade como motor de la sociedad ni la maldad como su sustituto. ¿Será el amor la salvación, la de aquellos que buscan con ahínco la felicidad de todos encumbrándose en el lodo del dinero los único que puedan tapar el apestoso agujero por el que escapa el mundo social?

La película, como casi no puede ser de otra manera, parece dejar al personaje a merced de unas fuerzas ciegas que lo llevan a aliarse con el drama que vive la sociedad de esos años y las distintas opciones que otorga la libertad parece que son cortadas por los lazos familiares tan unidos a la violencia reinante como a un amor familiar tan jodidamente burgués que hasta el cariño familiar sale mal parado. Nuestro empresario de éxito va a ver comprometido su futuro desde distintos frentes pero la jugada en juego le sitúa en la típica posición donde el poder ya emana y alcanzar las cotas máximas requiere de la dosis corruptiva pertinente. Comprometido todo parece no haber salida, aún así y sabiendo campear el temporal con la escasa dignidad que va quedando (sobredimensionada a veces) nuestro protagonista será iluminado con una verdad que ofende y es que generalmente la mano invisible no lo es tanto, pero entretanto va dejando cadáveres por su camino.

Este suele ser el destino de las películas, la asepsia y la interpretación. El no alinearse moralmente con alguna opción, personaje o idea. El mostrar lo más realmente posible unos hechos narrados desde el clasicismo pero con esas dosis contemporáneas de liquidez, hibridación, y cuidado de una imagen que nos lleva del estilo MTV al barroquismo de una escena de gangsters.