lunes, 6 de octubre de 2014

The Zero Theorem. Terry Gilliam. 2013.



Multiplicar por cero es sinónimo de pérdida, buscar con ahínco los sentidos indescifrables del ser humano en un futuro de datos esperando y fantaseando con la llamada o el antiguo paraíso puede ser tan suicida como el propio proyecto de Gilliam, pues el mundo visual que nos propone el director parece un poco desfasado frente a otras propuestas más eficaces en plasmar el mundo que nos puede esperar. Además la historia queda colgando en un mundo entre lo onírico y una insanidad psicológica que aplasta las directrices del relato, no ya de un modo posmoderno haciendo del desliz y de la falta de definición una especie de paradigma, si no de un modo especialmente vulgar para una historia que puede llegar a ser y expresar mucho más.

La pretensión fílmica quizá se haga desmedida frente al riesgo que supone intentar recopilar el sentido que emana de la vida, pero en un autor de la altura de Gilliam ni eso ha sido posible pues la imagen a veces patina sobre la misma mantequilla que ofrece un guión del que se salvan situaciones y acciones pero que no brinda ese compendio que suelen ofrecer incluso muchas de las obras llamadas posmodernas. Que sea su producción más modesta, económicamente, no invalida la falta de arte audiovisual que se le supone a un autor que si bien da rienda suelta a su imaginación mediante billetera, en esta ocasión queda desdibujada esa figura genial por la falta del mismo.

Pero como advertíamos las pinceladas están ahí, que presupuesto hubo, y en ellas podemos observar las típicas distopías que harán del ser humano un ser esquizofrénico y propenso a las más diversas patologías psicológicas dentro de las cuales podremos disfrutar de pequeños momentos de algo del cine que vinimos a buscar.

sábado, 4 de octubre de 2014

Bienvenidos a Belleville (Les triplettes de Belleville). Sylvain Chomet. 2003.



El desmedido amor por un asunto puede dar la felicidad, puede quitarla e incluso puede hacer perder de vista otras especialidades programadas por la cultura. Así ocurre tras ver este film de animación ya que puedes saciar el hambre de la animación, de unos dibujos animados amenos y diferentes al mismo tiempo, puedes igualmente perder la paciencia ante una historia a veces increíble, otras sentimentalmente cercana, y también puedes preguntarte el por qué dejas pasar ciertos eventos o productos culturales frente a otros, que realmente no saciaron nada. 

En el film, el amor a la bicicleta hace feliz y triste a un protagonista condenado a ver la misma película, las mismas fotos representativas de lo que fue una familia, condenado a no ser uno más teniendo que ser al menos uno. Pedalear por pedalear lleva a interesar a un mafioso francés por un ciclismo enológico y lúdico-monetario en el trasunto de Nueva York que es Belleville, para así raptar al nieto de la señora Bouza que ha pasado de una felicidad a dos ruedas por el sacrificio de las mismas que impone la profesionalidad. La búsqueda que llevará esta junto a su perro gracias a la colaboración de las antiguas estrellas trillizas de music hall harán del entramado visual un juego para expresar ciertos sinsabores de la vida al más puro estilo del cine mudo, con unos personajes fuera de la norma, que luchan por llevar la vida con la suficiencia que pueden adoptando esa pose irreverente y cándida que ofrecieron los Charlot, Lloyd o Keaton.

En este sentido, tras una historia simple y a veces fantasiosa, ese universo parecido al nuestro se ve aumentado no sólo por la teatralización que acompaña al mudo y al film, falto de diálogos en su mayoría de metraje, si no por la acentuada expresión que adopta una animación diferente, y el juego que acompaña a las escenas más cotidianas confrontadas con los nuevos modos que aportan los personajes. La vida construye puentes, no sólo entre los entramados poéticos que se ponen en juego, también entre la fiscalizad de un mundo que cambia sin saber cuando termina la película pues unos la ven, otros pasan de verla y los hay que ni se han enterado.

viernes, 26 de septiembre de 2014

Hannah Arendt. Margarethe Von Trotta. 2013.



La película, ofreciéndonos un clásico discurso narrativo apoyado en algún flashback o en ingeniosas, pero ya vistas, construcciones vía documento de archivo televisivo nos narra el especial encuentro de la filósofa alemana con el juicio a Eichmann. Para ello se basa en la figura de la propia filósofa, en sus convicciones y en su personalidad, excelentemente retratadas por Barbara Sukowa. Hay en el personaje, como en su filosofía, un halo de intraducibilidad, de sentimiento subjetivo, que sólo sale a la luz cuando es manifestado, recitado, y ¿refutado?. Cuando la escritura emana de la persona, del interior, cuando son unas verdaderas confesiones lo que se escribe como afirmaba nuestra Zambrano, la refutación no pasa por un mero pensar lógico, sin que ello inhabilite al pensar. Así, la película nos muestra a la filósofa realizando aquello que mejor aprendió de su maestro, pensar, pensar en la soledad. El riesgo está en lo público, no en ese ámbito familiar de halagos y cortesía, sino en la verdadera exposición del desnudarse como persona pensante. La película llega bien a todos los ritmos, no sobresale uno por encima de otro. Alcanza ese momento de pública exposición mediante esa conversación en el bosque con el maestro, queriendo encontrar quizá los claros de nuestra malagueña. Pero hacer una película sobre una pensadora, con los cambios y vaivenes que resultan del aprender. del reciclar reflexivo, no es nada fácil, y la propuesta, salvo este forzado desvío muy entendible, pasa con nota como película y como biopic en ese estilo clásico narrativo.

La filósofa, como es de prever una completa identificación con su obra y pensamiento es casi imposible sin la correcta exégesis que requiere tal empresa incluso en el ámbito académico, sin embargo el espectador puede encontrar ecos de este imprescindible trabajo hermenéutico en secuencias que dotan de una coherencia al conjunto de la persona y su pensamiento sin caer en la completud de una identificación parcial y ajena a la realidad viviente. Leer su ensayo sobre el tema, ayuda a comprender de un modo igualmente precario el pensar de esta mujer abanderada de un pensamiento crítico y verdaderamente reflexivo.

La directora ha sabido conjugar la personalidad de una filósofa difícil con su pensamiento fraccionado por el tiempo, los sucesos y compañías que marcan el devenir de una vida, y no es tarea difícil mantener un discurso sobre una persona, un hecho, pues la realidad atravesada de los sinsabores categoriales queda a merced de la multiplicación de la interpretación, del valor de la subjetividad estética, del infinito mundo de la representación humana. Para ello vean y piensen con otro film reciente como Wakolda de Lucía Puenzo (por referirse al mismo tipo, pues sobre la banalidad del mal y el cine pueden encontrarse material para varias antologías). Y cómo no, lean a una de las mejores pensadoras para el género humano como ha sido Hannan Arendt, pues en mundo tildado de banal la maldad o la bondad están a cada vuelta de esquina.