sábado, 4 de octubre de 2014

Bienvenidos a Belleville (Les triplettes de Belleville). Sylvain Chomet. 2003.



El desmedido amor por un asunto puede dar la felicidad, puede quitarla e incluso puede hacer perder de vista otras especialidades programadas por la cultura. Así ocurre tras ver este film de animación ya que puedes saciar el hambre de la animación, de unos dibujos animados amenos y diferentes al mismo tiempo, puedes igualmente perder la paciencia ante una historia a veces increíble, otras sentimentalmente cercana, y también puedes preguntarte el por qué dejas pasar ciertos eventos o productos culturales frente a otros, que realmente no saciaron nada. 

En el film, el amor a la bicicleta hace feliz y triste a un protagonista condenado a ver la misma película, las mismas fotos representativas de lo que fue una familia, condenado a no ser uno más teniendo que ser al menos uno. Pedalear por pedalear lleva a interesar a un mafioso francés por un ciclismo enológico y lúdico-monetario en el trasunto de Nueva York que es Belleville, para así raptar al nieto de la señora Bouza que ha pasado de una felicidad a dos ruedas por el sacrificio de las mismas que impone la profesionalidad. La búsqueda que llevará esta junto a su perro gracias a la colaboración de las antiguas estrellas trillizas de music hall harán del entramado visual un juego para expresar ciertos sinsabores de la vida al más puro estilo del cine mudo, con unos personajes fuera de la norma, que luchan por llevar la vida con la suficiencia que pueden adoptando esa pose irreverente y cándida que ofrecieron los Charlot, Lloyd o Keaton.

En este sentido, tras una historia simple y a veces fantasiosa, ese universo parecido al nuestro se ve aumentado no sólo por la teatralización que acompaña al mudo y al film, falto de diálogos en su mayoría de metraje, si no por la acentuada expresión que adopta una animación diferente, y el juego que acompaña a las escenas más cotidianas confrontadas con los nuevos modos que aportan los personajes. La vida construye puentes, no sólo entre los entramados poéticos que se ponen en juego, también entre la fiscalizad de un mundo que cambia sin saber cuando termina la película pues unos la ven, otros pasan de verla y los hay que ni se han enterado.

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