miércoles, 13 de mayo de 2015

El destino (Al Massir). Youssef Chahine. 1997.



No creo que se pueda medir la cantidad del magnífico cine que desconocemos, por ello cuando descubres algo importante una de las principales cosas es agradecer el desvelamiento producido en este caso por el reportaje de Jean-Michel Frodon en la revista Caimán de febrero tras el atentado contra Charlie Hebdo. Ya no sólo por las fundadas razones que allí se ofrecen en torno a una temática difícil de abordar desde nuestra óptica generalmente etnocéntrica. Y es que el film alcanza grandes cotas cinematográficas dentro de un universo de cine industrial muy limitado desde la clave monetaria que presiden las grandes obras. Sirva de ejemplo la maravillosa influencia de la música en un film tan filosófico como un pequeño ensayo, narrado eso sí al más puro estilo clásico, estamos en las antípodas del cine ensayo teorizado por Bazin en torno a Marker.

Pero hablar de un filósofo en parte es hacer filosofía, realizar una correcta hermenéutica del pensamiento y vida de una figura clave como es la del cordobés Averroes requiere del estudio de la cuestión, acercar en secuencias, en giros de guión la cultura andalusí, la política del Califato, la diversidad cultural y religiosa de la segunda mitad del primer milenio es hacer un ejercicio de virtuosismo cinesófico. Hablar sobre el entendimiento, sobre las clases de éste distinguidas por el contemplativo médico sin caer en la erudición de sus propios textos hace fluir un cine acotado en la sensación, en la pura contemplación que emana en parte de la filosofía del, en parte, salvador de Aristóteles.

En la cinta por tanto van a confluir una filosofía de vida que va más allá del propio discurso teórico, más allá incluso que los propios actos, verdaderos significantes de nuestro pensamiento, pues la música, la danza, la vida expresada en los sentimientos simples que brotan del arte de vivir entendido desde la complejidad que lo caracteriza, pues la verdad anida tanto en el vino como en la buena filosofía que no se adscribe a ella. Regular todo este universo vital sin caer en los vicios que responden a toda generalización y a ciertas categorizaciones obstusas es la maestría que demuestra Youssef pasando del trasfondo político al amoroso o al filosófico mediante la cultura que rodea a toda circunstancia. Ensalzar la figura del Averroes humano, religioso, padre, marido y al tiempo darle a la mujer del filósofo el estrecho margen de importancia también resulta hoy un excelente ejercicio de reivindicación cuando algunas interpretaciones llegan a eliminar a la mujer musulmana. Además comprobamos como toda política se compromete con otras ideas, que la corrupción social emana de una figura, de un poder en cierto modo invisible que recorre el trasfondo de la ideas para desvirtuar ciertas correcciones en el mundo donde todo vale, pero no lo mismo.

lunes, 4 de mayo de 2015

The Imitation Game (Descifrando Enigma). Morten Tyldum. 2014.



Otro biopic con cierto aire pedagógico que rescata la figura de un científico y/o pensador, no para hablar de sus amores o dificultades, que las tuvo y demasiado grandes, si no para hablar del origen de uno de los mejores trabajos humanos y de una relación, fundamental hoy, como lo es nuestro amor por las máquinas y la tecnología que las acompaña. La elección del tema para hablar de una mente como la de Turing no desvirtualiza el hecho de una personalidad tan privilegiada como duramente maltratada por una sociedad ingrata con la diferencia y miope para la innovación por mucho que hoy quieran disfrazarla.

Todo el mundo puede hacer su propia película, acotar ciertos sucesos de la enorme cantidad de hechos que jalonan las vidas corrientes de hasta los más grandes genios, unos definirán un personaje, otros el mismo pero diferente, e incluso otros variarán el mismo personaje hasta cambiar incluso acontecimientos en beneficio de la trama, el público o el productor. A mi me parece que narrar la complejidad del pensamiento de Alan, e incluso los padecimientos que sufrió por amar de forma diferente a lo llamado habitual o natural pueden ser conducidos de otra manera. Destacar más una figura prodigiosa que un acontecimiento tan vital para el destino de una guerra como otros hechos bélicos generalmente ninguneados por una oficialidad generalmente monolítica. El acontecimiento se merienda a la figura genial que sigue siendo la especie de sombra a la que el gobierno británico le sumió hasta la reinstauración pública de hace unos pocos años. Todo sigue igual, la historia a veces se convierte en sierva del vencedor.

La película funciona bien, dos figuras diferentes, uno por su orientación sexual y su personalidad autista y aislada, y la mujer por su mera condición, van a saber liderar a un grupo de mentes elegidas para descifrar el código en el que van encriptados los mensajes del ejército alemán. No muchas novedades en las caracterizaciones de egos, en situaciones que avanzan hacia un clímax donde el dato tonto caído casi de la nada va a salvar un proyecto, pero no una vida. Como todo producto cultural se merece unos interrogantes, ya sean en torno al film mismo, sus circunstancias, hechos, etc. A mi se me ocurren las preguntas más bobas, interrogándome acerca de qué ocurriría si ese último dato no aflora y el proyecto es retirado si éxito, si la mente de Turing hubiese merecido los mismos elogios sin este hecho o si hubiese generado más problemática teórica y práctica sin ese suicidio por el que nadie se cuestiona asímismo. Preguntas diferentes para películas diferentes, muchas veces de eso se trata cuando ves un film, cuando atisbas medias figuras dentro de la incompletud a la que asistimos cada día.

jueves, 30 de abril de 2015

La teoría del todo (The Theory of Everything). James Marsh. 2014.



Personalmente no me gustan los biopic de gente aún viva y aunque en este el tema es acotado al primer matrimonio de Hawking la grandeza del título le otorga un halo que después no va a poder cubrir tratando de unificar en la ecuación fílmica una vida más compleja que los pequeños momentos retratados, ya sean estos en el plano físico o intelectual. 

Destacar la interpretación, sin la cual la cinta no alcanzaría ni la mitad de donde llega. Unas interpretaciones muy logradas, con un detalle muy imponente ante las limitaciones físicas que impone una enfermedad como es la ELA (esclerosis lateral amiotrófica). Pero no sólo en el apartado masculino se queda la cosa pues la mujer del científico va a componer el verdadero rostro del desgaste, la cara del desánimo ante una imposibilidad tan tangible como es la pérdida de la pasión, ante el marchitamiento de los mínimos deseos. Y es que el valor del film anida precisamente aquí, en mostrar la humanidad de una relación, ya sea espiritual, racional o soportada sólo como un sentimiento vehicular. La valía de enseñar ejemplarmente que a pesar de los errores que se puedan cometer, de las diferencias que puedan surgir, hay algo que los atraviesa transversalmente para hacernos ver que todo importa tanto como nada a la vez. 

Lo dicho, una historia al uso, para el gusto clásico de superación, creación e innovación que tan mal entendidos resuenan hoy en un lenguaje que a veces parece tomarse en serio la brevedad del tiempo de la que hablará Stephen para despachar la historia de los conceptos y evitar la reflexión que determina toda buena práctica.