Aquí mi particular homenaje a Jennifer Jones, aquella mujer de tez morena y ojos luminosos que marcó mi prototipo de belleza femenina. Su papel en la cinta puede ser el más importante de su carrera (aún no he visto “La canción de Bernadette”), esa mestiza desarraigada que encuentra el amor allí por donde camina pero que nunca consigue administrar adecuadamente arrastrando irremediablemente a quien la ama. Un personaje que hace lucirse a esta belleza, no en vano para ello estaba creado. La película producida por el gran D. O. Selznick, amante y futuro esposo, destila cierto aroma melodramático combinado con un western de alto colorido, sin que llegue a perderse ese aire ancestral que incorporan los vaqueros y que quieren sustituir los trenes civilizatorios. Es una buena continuación a esa majestuosa película del 39 donde el mismo Vidor había firmado implícitamente en la gran producción de David, con encuadres bien cuidados, bien iluminados y con gran fuerza visual e interpretativa, elementos todos ellos aquí presentes.
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