Impresionante documental sobre la inmigración de niños y adolescentes hacia los EE.UU. a través de Centroamérica y México. La gente reclama realidad, pues aquí hay una gran dosis de amarga, pura y dura realidad. La misma historia de siempre, los problemas económicos, la falta de responsabilidad en la educación llevan a plantearse a unos niños realizar una gran odisea enfrentándose a un futuro incierto que les alienta en tan peligrosa travesía. La mirada de un niño siempre hace sentir de forma especial, eso lo explotan bien los directores, pero aquí amplifica el problema de manera natural y hace que la patada en el estómago sea más intensa. También ayudan las estremecedoras historias de padres esperando cuerpos, de oficiales de inmigración, de chóferes de cadáveres, de inmigrantes adultos, pero la mente de unos niños y las experencias vividas y narradas son tan expeluznantes que valen por si mismas para esa merecida nominación al premio gordo en su categoría. Valga el fragmento en el que Olga imagina cómo será el encuentro con su mamá y su hermana en ese lugar de falsos sueños norteamericano, rompiendo como la niña que es, a miles de kilómetros de su casa y a otros miles más de su ansiado reencuentro. Como para no llorar.
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