Estamos ante una de las películas que nunca me cansaré de ver pues Tourneur crea una de las cimas del cine negro con esta historia donde aparecen todos y cada uno de los rasgos que definen el género en su versión más sublime. Todos los personajes poseen una gran fuerza y firmeza, bien escritos y bien interpretados entrelazan una complicada y tensa trama donde traición y muerte acechan constantemente. Incluso el personaje mudo con el que se abre y cierra la aventura está gratamente logrado con ese final en el que se introduce en la piel que al detective le hubiese gustado gastar. Los diálogos son de una mordacidad e inteligencia superiores, nada falsos como un billete de tres dólares y con una intencionalidad desbordante, sirva como ejemplo el genial aviso al contable de su inminente muerte. Y que decir de la imprescindible fotografía en su género por excelencia, igualmente magnífica con sus claroscuros y su rico matiz. La fatalidad por excelencia es no haber visto esta película.
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