domingo, 7 de febrero de 2016

Langosta (The Lobster). Yorgos Lanthimos. 2015.




"Y ¿qué importa se acabe la vida con cualquier género de muerte, si al que muere no puede obligársele a que muera segunda vez, y, siendo manifiesto que a cada uno de los mortales le están amenazando innumerables muertes en las repetidas ocasiones que cada día se ofrecen en esta vida, mientras está incierto cuál de ella le ha de sobrevenir? Pregunto si es mejor sufrir una, muriendo, o temerlas todas, viviendo. No ignoro con cuánto temor elegimos antes el vivir largos años debajo del imperio de un continuado sobresalto y amenazas de tantas muertes, que muriendo de una, no temer en adelante ninguna; pero una cosa es lo que el sentido de la carne, como débil, rehúsa con temor, y otra lo que la razón bien ponderada y examinada convence."
                                                                                                     
                                                                                                               La ciudad de Dios. San Agustín.



La búsqueda de afinidades secretas guió el avance científico vía alquimia en los primeros tiempos, unas afinidades que trasladadas al terreno humano han dado lugar a numerosas analogías donde lo natural es mezclado con lo social y la propia divinidad que circunscribe en determinadas ocasiones ambos terrenos humanos. El amor se encuentra dentro de esta dinámica dirigida hacia la coincidencia, ante la similitud del gusto como ya expresara la filosofía platónica, y por ello la distopía que presenta aquí Lanthimos hace del acto de enamorarse un ejercicio de búsqueda de afinidades, del acto de tener pareja un equilibrio de virtudes donde la razón deja paso al sentimiento, o ¿es al revés?.

Nos aferramos a lo similar, recurrimos al parecido, nos extrañamos ante lo diferente, enjuiciamos sin valorar, nos emparejamos por miedo al azar. Los humanos buscamos afinidades grupales que conformen nuestras múltiples identidades a lo largo de toda nuestra existencia, y en la búsqueda de pareja generalmente solemos hacer lo mismo intuyendo y prejuzgando a las personas candidatas a tal efecto. Nos acercamos a quienes nos parecen semejantes, en obra y pensamiento, sin calibrar el genuino trato humano que se desprende tras el poso de hipocresía que todo ser representa generalmente en la sociedad. A la hora de la verdad puedes quedar tan ciego como el velo que cubre tu elección en afinidad pues al amor escapan tanto prejuicios como argumentos válidos, tanto sentimientos enaltecidos como falsos besos.

El miedo a la soledad, a la soltería que recorre la cinta es apenas cuestionado por la contraposición de esa ciudad ideal donde sólo las parejas pueden convivir aún en la falsedad de sus propias vidas, de sus propias historias y familias. La experiencia vital del amor, de esa búsqueda en ocasiones fallida, en ocasiones dolorosa, otras veces hermosa, es excluida en favor de mostrar la fábrica de una necesidad vital y su peligro, el de temer a la soledad o al amor. El miedo de perderse en uno mismo o el de diluirse en otro, ambos dominados por el riesgo que supone vivir, por la vitalidad de la prueba y error que análogamente sigue siendo una de nuestras guías.

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