domingo, 28 de febrero de 2010

El otro. Ariel Rotter. 2007.


Hacía tiempo que no veía una película tan aburrida y soporífera. Las aventuras de este personaje tras enterarse de su inmediata paternidad son del todo incomprensibles y narradas con una lentitud y dramatismo que no hacen sino ahondar en ese sentimiento de hastío que respira todo el film. En fin, nada bueno que rascar salvo una buena interpretación que soporta todo el peso como buenamente puede.

viernes, 19 de febrero de 2010

Soy un Cyborg. (Saibogujiman kwenchana) Park Chang-wook. 2006.


Con una fuerza visual impactante se presenta esta historia de enajenaciones y sentimientos, que sin perder demasiado esa galería de imágenes a lo largo del film, termina dejando al espectador inconexo, desalentado por no percibir más que unas pinceladas de varias historias finalmente inconclusas e indeterminadas.
Park Chang-wook es especialista en narrar, con gran fuerza dramática, a través de imágenes profundamente cuidadas y elaboradas, aunque en esta ocasión se sirve igualmente de esta técnica, la suma de la historia y los personajes no cuadran bien con el resultado final, no es que el cine sea el terreno de las matemáticas exactas y menos aún cuando aborda una temática como la aquí presente, pero las referencias enseñan y dirigen caminos que apuntan a esa totalidad universal a la que aspiran dichas ciencias sistemáticas, sólo es necesario recrear Alguien voló sobre el nido del cuco o Leolo para comprobar lo dicho y ver otra fuerza dramática superior en la elaboración de la llamada pérdida de cordura.

miércoles, 17 de febrero de 2010

Duelo al sol. Duel in the sun. King Vidor. 1946.


Aquí mi particular homenaje a Jennifer Jones, aquella mujer de tez morena y ojos luminosos que marcó mi prototipo de belleza femenina. Su papel en la cinta puede ser el más importante de su carrera (aún no he visto “La canción de Bernadette”), esa mestiza desarraigada que encuentra el amor allí por donde camina pero que nunca consigue administrar adecuadamente arrastrando irremediablemente a quien la ama. Un personaje que hace lucirse a esta belleza, no en vano para ello estaba creado. La película producida por el gran D. O. Selznick, amante y futuro esposo, destila cierto aroma melodramático combinado con un western de alto colorido, sin que llegue a perderse ese aire ancestral que incorporan los vaqueros y que quieren sustituir los trenes civilizatorios. Es una buena continuación a esa majestuosa película del 39 donde el mismo Vidor había firmado implícitamente en la gran producción de David, con encuadres bien cuidados, bien iluminados y con gran fuerza visual e interpretativa, elementos todos ellos aquí presentes.