lunes, 30 de enero de 2017

(Des) Honestidad. La verdad sobre la mentira ((Dis) Honesty. The truth about lies). Yael Melamede. Dan Ariely. 2015.




Interesante propuesta la de sonsacar algo de luz a través del engaño, de la mentira, de la deshonestidad que encierra parte del alma humana y que como vemos a través de la mirada de Dan Ariely puede ser interpretada para comprender ciertas acciones humanas. La mirada del catedrático va a estar en consonancia al campo de actuación conductual que abandera y por ello la verdad sobre la mentira estará algo parcializada, como puede observar alguien con otros enfoques al respecto, sin embargo esa mirada complaciente ante un hecho humano tan determinante puede ayudar a complementar el enfoque holístico que toda realidad necesita para ser asida en la incompletud que sujeto y objeto conformamos.

La mentira forma parte de nuestra vida diaria, de la de todos como comprobamos con el llamado factor de falseo, por ejemplo respecto a la velocidad que admitimos conduciendo. Pero como demuestra el personaje de Tim Danaggy la deshonestidad es predispuesta desde altas instituciones y un árbitro garante de la objetividad en un juego es cooptado por su propia profesión y sus pasiones para desvirtuar su profesión. Y entre estas pasiones el dinero es una por las que más engañamos , pero también nos autoengañamos. La aceptación social del fraude, del engaño hace que la trampa sea aún mayor al no percibir el daño que puede venir asociado. Pero del falseo se nutre una gran importante de nuestro ego como demuestran las páginas de citas que explotan la fantasía, en principio engañosa, utópica pero que puede hacerse realidad.

Esa fantasia es la misma que sirve a los niños en su aprendizaje, la misma con la que la naturaleza nos ha ocultado sus desvelos para que con nuestra imaginación obtengamos algo más allá que el sentido común que nos engaña tanto como para condenar científicos o esclavizar personas. Con los propios niños utilizamos esas mentiras piadosas que pueden servir de ayuda en un momento dado para alguna persona, y no por ello podemos generalizar el uso ni detectar cuando es la mejor circunstancia para su empleo pues la mentira sucede de diferente forma en los distintos individuos. Un detector de mentiras sólo detecta la incomodidad, y hay gente que vive cómoda dentro de su mentira, de sus actos deshonestos, y como recuerda el documental el fin no justifica los medios por lo que torcer la verdad tiene sus consecuencias. De ahí que las creencia optimistas que proyectamos sobre nosotros mismos puedan tener ciertos costes si se sujetan sobre todo en la mentira y en la deshonestidad, pero como todos sabemos esto no es un ley fija y el propio autoengaño también posee beneficios en una época donde al ego se le solicita vivir en su soledad.


domingo, 29 de enero de 2017

El Olivo. Icíar Bollaín. 2016.




Si le hubieran preguntado a la persona que plantó el olivo hace dos mil años cómo sería el mundo hoy no creo que hubiese podido responder tan acertadamente como ilustra el cine de Iciar. El tiempo puede hacer estragos todo lo que a él se vincula y nuestro mundo entero ha de pasar ante su implacable rueda. Sin embargo los humanos obsesionados desde siempre con la perdurabilidad hemos ido acrecentando nuestro deseo y relativamente accedemos a la inmortalidad de la historia, del mito, del relato. Todo tiempo tiene sus cadenas respecto a cómo guardar los trozos de tiempo, de cómo mantener el fuego de la sucesión, el hilo familiar que aúpa al individuo deshonesto que todos llevamos dentro por imaginar y autoengañarnos. Quizá veinticuatro fotogramas no den más que para un dulce segundo, quizá amargo, pero la directora madrileña en la poco más de hora y media que dura la cinta nos cuenta muchas más cosas que la loca peripecia por recuperar un árbol.

Tampoco nosotros somos capaces de dar una gran respuesta al cómo de dentro de dos mil años, primo debemos aprender a mirar con la ayuda de otros, por eso acierta Bollaín relatando una familia y un país, una cultura cobijada en tantas otras que no cesa de articular nuevos modos de hacer desde viejos paradigmas. Sólo hace falta dar el salto hacia delante sea cual fuere ese adelante, saber conservar dejando marchar, aprendiendo en la soledad de la compañía. Un sentimiento y una mentira, el propio engaño que nos autoinfringimos por ser quienes creemos ser, malentendidos formulados desde nuestra propia incomprensión. Avanzar, quizá el tiempo lo haga, progresar no es más que un concepto traspasado desde el ámbito científico, el futuro del ser depende de un nosotros.

La película descansa en ese formato de road movie donde los personajes van a iniciar el cambio que necesitan y en ese pequeño movimiento comprobaremos, de modo quizá demasiado explícito, todo un relato familiar donde los silencios pudieron más que los sentimientos acallados por ellos. Trazaremos un viaje, no por la Europa soñada y grande por nuestros mayores aprisionados por la dictadura, sino por la fluida zona donde las personas son tan libres que cortan los escaso vínculos realmente importantes. De la corrupción al duro trabajo hay muchas ligazones pero aunque no se concrete mucho la primordial, el fruto del trabajo tampoco nos hizo libres. Para acabar con la falsa libertad no es necesario una vuelta atrás sino saber acertar cuando queramos atrapar un tiempo convulso por el que nos inmolamos para malgastarlo sin poder decir aquello que deseamos de otros y nosotros.


martes, 24 de enero de 2017

La llegada (The Arrival). 2016.




Me dijo que su libro se llamaba el Libro de Arena, 
porque ni el libro ni la arena tienen ni principio ni fin.



La pertinente lectura de la historia original de Chang desvela un universo que tiene que ver más con el tema principal, que tiene que ser explicitado en el film mediante una teoría antropológica, sin por ello estar por encima de un relato audiovisual que conoce del truco melodramático para configurar una historia visual que también tiene que ver más, pero con uno de los grandes puntos del tema principal. Siempre desde la suposición de la existencia de ese tema principal, de ese principio vertebrador de un film o una historia que oscila siempre desde nuestros parámetros cronológicos y logra como la luz refractarse y reflexionarse para llegar al punto deseado, previamente destinado desde el propio libre albedrío, ya que hacer historias implica a un sujeto, con todo lo que ello conlleva.

Los cambios entre la lectura y el visionado del film ahondan en la propia temática narrada y es un buen ejercicio leer, o volver a hacerlo, la pequeña historia para poder observar cómo el lenguaje a pesar del condicionamiento que proporciona a nuestras mentes y actos no es suficiente para poder dar esa última explicación que requiere el vasto universo del que polvo creemos ser. Ni la ciencia tan anclada en nuestro ser, ni la gnoseología más cercana a sus postulados pueden proveer del sentido claro que tampoco otorgan las filosofías del lenguaje, y sin embargo, todas ellas son herramientas para intentar que ese sentido vaya aclarándose cada vez un poco más dentro del sentido temporal que nos fija. María Zambrano logra ver en los claros de su bosque esa parcela de espiritualidad donde el sentido puede precariamente ser desvelado, quizá sólo en pequeñas dosis que tampoco dan el alivio total que busca el hombre en su preguntar. Cabe preguntarse qué ramas son las que tapan la luz, qué vientos las mueven para no dejar pasar esa luz que inunda un universo del que apenas conocemos lo que nuestro cuerpo nos deja, aquello para lo que nuestro cuerpo reacciona. O ir más acá y preguntarnos desde nuestro propio conocimiento qué desea o necesita nuestro ser, y ahí andamos, debatiéndonos entre la irremediabilidad de un destino al que nos tiene abocados el universo o la libertad que supone tener una autoconciencia, si bien limitada. Y es que todo puede quedar anclado en el eco de una sonrisa, o devenir en algún otro multiverso hacia la realización, la confirmación de una sospecha, conocer un acontecer sin la resignación, o con ella, pero siempre con la sonrisa. 

En cuanto al film propiamente dicho, decir que sabe aprovechar la parcela que mejor se le ha dado a este arte dotando a la historia de ese tono dramático por el que se le da un mayor peso al regalo que recibe la doctora Banks y menos a toda esa diferencia que distingue dos mundos distintos y que, sin embargo, pueden acercarse al ubicarse todos en el mismo tiempo, de diferente medida y transición. Tema principal donde nuestra propia cartografía, nuestro propio cuerpo sensible es límite incluso para la comprensión necesaria, como para tratar de proyectar comercialmente toda una diferencia a un público que observa, generalmente, diferente al propio ser humano. Quizá el verdadero regalo lo tengamos frente a nuestros ojos y no sepamos vislumbrarlo.