miércoles, 2 de enero de 2013

Delitos y faltas (Crimes and Misdemeanors). Woody Allen. 1989.

 
 
Orden y ley, culpa e inocencia, amor y odio, débilidad y fortaleza, muchas dicotomías, falsas contraposiciones y diversas interpretaciones caben en la magistral obra de este neoyorkino mundial. No sólo en esta cinta, que habla como pocas de ética, de moral, de religión y de amor, sino en la constante de su narrativa, donde estos temas centrales al hombre le son consustanciales.
 
En el cine de Allen cabe casi todo, una crítica mordaz al arte, a la religión, a las propias fobias del autor, Dostoyevski, y por supuesto Nietzsche. Una crítica y puesta en escena desde la tranquilidad burguesa para remover alguna conciencia, si aún la hubiere. En la película vemos el camino de Allen, documentalista contextual sin éxito alguno, su cuñado, gran productor de comedias y el amor y miedos que afloran con ella, una afín que sin embargo al no encontrar lo que busca en nuestro desdichado personaje, optará por el fácil camino. Además caminamos junto a ese reputado oftalmólogo y su aventura extramatrimonial, con las trágicas consecuencias que el tiempo sanará, como aquel mismo tiempo que se lleva la vista del rabino y que lejos de hacer olvidar en unos, fomenta en otros.
 
Sencillez, como siempre, muy buena puesta en escena, diálogos mordaces y muy sugerentes, sólidos personajes a pesar de esa debilidad moral que afecta a casi todos, montaje cuidado con unos flash backs bien acometidos y gran guión, por supuesto, bien cerrado y con un doble fondo importante. Para no dejar de ver y que las futuras generaciones tengan referentes éticos ahora que la pretenden quitar esa asignatura del currículo escolar.

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