Personalmente no me gustan los biopic de gente aún viva y aunque en este el tema es acotado al primer matrimonio de Hawking la grandeza del título le otorga un halo que después no va a poder cubrir tratando de unificar en la ecuación fílmica una vida más compleja que los pequeños momentos retratados, ya sean estos en el plano físico o intelectual.
Destacar la interpretación, sin la cual la cinta no alcanzaría ni la mitad de donde llega. Unas interpretaciones muy logradas, con un detalle muy imponente ante las limitaciones físicas que impone una enfermedad como es la ELA (esclerosis lateral amiotrófica). Pero no sólo en el apartado masculino se queda la cosa pues la mujer del científico va a componer el verdadero rostro del desgaste, la cara del desánimo ante una imposibilidad tan tangible como es la pérdida de la pasión, ante el marchitamiento de los mínimos deseos. Y es que el valor del film anida precisamente aquí, en mostrar la humanidad de una relación, ya sea espiritual, racional o soportada sólo como un sentimiento vehicular. La valía de enseñar ejemplarmente que a pesar de los errores que se puedan cometer, de las diferencias que puedan surgir, hay algo que los atraviesa transversalmente para hacernos ver que todo importa tanto como nada a la vez.
Lo dicho, una historia al uso, para el gusto clásico de superación, creación e innovación que tan mal entendidos resuenan hoy en un lenguaje que a veces parece tomarse en serio la brevedad del tiempo de la que hablará Stephen para despachar la historia de los conceptos y evitar la reflexión que determina toda buena práctica.