lunes, 6 de abril de 2015

Interstellar. Christopher Nolan. 2014.



El problema se dirige a la propia ambición que representa la película y quizá por ello en esa desmedida pretensión se derrumbe en parte una historia que necesita de más explicaciones que de apelaciones a un espectador aturdido por comprobar que todo cambia porque algunos pretenden seguir haciendo lo mismo de siempre parafraseando malamente a Lampedusa. Nolan nos dibuja un futuro donde la salida hacia delante es la única opción, el salto científico de lo incomprendido va a restituir nuestros errores gracias a una ayuda postridimensional posibilitando el triunfo del pensar científico, el triunfo del ser humano ante cualquier adversidad (aunque sea él mismo la propia plaga). Ya dentro de esa mesiánica esperanza hay tan buen cine como precario pues todo aquello que engrandece al film es absorbido por cada explicación literal donde no sólo se le falta el respeto a la ciencia sino que desarticula el ritmo más intrigante y misterioso que suele caracterizar a las películas de género espacial.

De lo bueno, como siempre en Nolan, remarcar el tratamiento visual de sus películas, con unos planos muy cuidados, generalmente de gran formato y usando las más novedosas técnicas de rodaje. Una historia bien contada, a pesar de la desmedida ambición, que cuenta con momentos excelentes donde la luz juega un papel decisivo y quizá por ello se le perdone cierta saturación, también habitual en su cine, pero que aquí sí juega un papel decisivo en tanto luz somos. No obstante la importancia del film radica en también en el tiempo, elemento clave en el cine del autor, y aquí es donde conjunta expresivamente los planos de luz y de tiempo para jugar con ellos y ofrecernos la materialidad del tiempo gracias a teorías cuánticas que aún no han podido salir a la infinidad de lo inmensurable y al ejercicio visual fotográfico y de efectos digitales.

Y lo malo va más allá del propio cine, más allá de las imágenes pero no tan alejado, pues en la representación conjunta aparecen los distintos significados e ideas que luego vienen a ser proyectados a la sociedad en general. Y aquí el conjunto peca de un falta de autocrítica omnipresente en el cine americano, y en general, no sólo en el cine ni en ese país. La huida hacia delante por muy prometedor que sea nuestro futuro tecnológico y científico no es la mejor forma de afrontar los problemas presentes, pero quizás no sea si no que no somos mas que el propio virus de un planeta herido que no sabe reconocer su verdadero papel en medio de las estrellas que nos han visto nacer. 

P.D. Ni punto de comparación.

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