viernes, 30 de noviembre de 2012

Wall Street. Oliver Stone. 1987.

 
 
 
Buena película para observar lo desmedido del dinero, lo desvirtuado que resulta el capitalismo que impulsa el neoliberalismo con ese mercado libre, que poco o nada tiene de libertad con los egoístas intereses que pueblan cada jugada en ese amplio escenario.
 
El dinero gana, siempre gana pues es el beneficio monetario el que está en juego, no se mira con otros ojos sino con los de la opulencia. El que más gana es el que más tiene, eso es lo que muestra la película, sin demasiadas concesiones a la alternativa, salvo las emotivas, y por ello se queda un poco descafeinada. Muestra mucho de lo que ya sabemos, nada que no haya sugerido el séptimo arte desde sus albores, desde películas como Amanecer. El poder y el dinero en su cojunción social. Aquí vuelve a mirarse esta complicidad desde la óptica de la facticidad, de lo que parece inevitable que haya sin más crítica que su mera postulación.
 
No se pierde demasiado si no se ve, las mejores críticas al capitalismo dominante están en sus consecuencias no en su encuadre dominante contemporáneo. Además si poco entiendes de la gran economía financiera, sus diálogos, salvo en perspicaces ocasiones, tratarán que sigas como estás, sin entender ni papa.

martes, 27 de noviembre de 2012

Los amantes del Pont-Neuf (Les amants du Pont-Neuf). Leos Carax. 1991.



El amor no tiene predilección alguna, ni por sexos, ni por culturas, ni por distinciones sociales. Ninguna traba se le interpone allí donde aparece, por doquier, en cualquier parte y de modos tan extraños como maneras de expresión acontecen a su solemne paso. El film de Carax traza una visión descarnada del amor, amor aun en las más adversas condiciones, en un visión necesaria del amor que la emparenta a las necesidades más básicas del ser humano. Un amor irremediable, una pasión que desborda cualquier atisbo de encauzarla en razones, un sentimiento que anula la diferencia atrayendo hacia sí la inconmensurabilidad del amar, del verdadero querer y no sólo desear.
 
Los indigentes también aman, o ¿acaso no gozan del ser personas?, incluso muchos de ellos han llegado allí, a esa tesitura, por los vericuetos del amor, de un amor desmedido que desestabiliza, que nutre de otros afectos que se le acoplan y vertebran modos de ser y padecer diferentes a la supuesta normalidad, así muchas personas acaban mendigando ese amor que tanto dieron a la par que los consumía en cierta medida. La capacidad de sentir, la compartimos que todo el reino animal, lo que llama al amor no conoce frontera alguna, las filias son infinitas y su modos de relación igualmente. Sin embargo, el prudente amor a uno mismo es tan importante como peligroso, aquí, en el film, no veremos contraposiciones sociales, todo sucede en el trasfondo de una celebración burguesa, pero observamos cómo la identidad, el pasado y el porvenir pueden ser dictados desde una óptica amorosa, desde un querer vinculante, desde un deseo de no renuncia y estima acompañados de una buena dosis de necesidad de amar y dejarse hacerlo al mismo tiempo.
 
Un puente en construcción, en remodelación, un enlace que lleva de un ser a otro, de un querer a otro, un símbolo del uso, de todo uso, de cualquier uso. Un almacén, una historia y una ciudad que miran hacia un pasado glorioso, hacia un cielo decorado mientras la realidad se oculta, es ocultada, es paralizada, es invisibilizada a través de los múltiples modos de los que se sirve el sistema. El mismo que normativiza, el mismo que ofrece a través de la renuncia y del que sólo cabe escapar, huir para salvar la distancia, la diferencia entre las orillas, entre lo nuevo y lo viejo sin menoscabo del presente. Por esa angustiosa capacidad de amar del ser humano, de amar desde la óptica del prójimo, de amar sin contemplación y sin miedo, conociendo de antemano la derrota que supone ante todo pues el amor, como la vida, nunca es para siempre.

viernes, 23 de noviembre de 2012

Un método peligroso (A Dangerous Method). David Cronenberg. 2011.

 
 
El cine psicológico, de personajes tiene aquí un referente y casi una figura paternal dado el tema y los personajes que trata el film. La relación entre el padre del psicoanálisis, un alumno suyo y una paciente tratada de histeria constituyen un fiel entramado de lo que pueden llegar a ser las relaciones humanas, de lo obcecadas que pueden ser las ideas, las personalidades, el orgullo y lo frágil que resulta de un escudriñamiento sencillo y sin coacción de la realidad. Todos sentimos impulsos, el por qué aplacarlos o satisfacerlos tiene un tratamiento teórico tan antiguo como nuestra errática conciencia moral, sin embargo aquí Freud y Jung desnudan su pensamiento en aras de una cientificidad muy insegura, aparcelada en una región tan incómoda como es la sexualidad humana, para mostrar como el ser humano tiende al autoengaño, a la cancelación de una verdad dolorosa que muestre la sinrazón de la especie, de la vida. En su relación y en la relación de ambos con la paciente y la vida observamos como fluye el nacimiento de algo que quiere llegar a tener estatuto científico, y cómo en esa relación las ideas avanzan a través de las propias vidas de los protagonistas, por su cambio frente a la vida y sus influencias, a la irremidiabilidad del contacto humano y sus poderos influjos, a la adaptación de ideas propias y ajenas con el ahínco ideológico de por medio.
Es una película densa, no apta para quienes ansían algo de emoción, a pesar de estar cargada de esa palabra constituyente de toda una ciencia pues son las emociones fuertes guías imprevistas y dificilmente asumibles o superables. Sin embargo, el muy buen trabajo de los cuatro protagonistas principales hacen muy asumible la dirección de actores, con una Keira magnífica desde su histérico plano inicial a su papel de madre y continuadora de los estudios psicoanalíticos.