El cine psicológico, de personajes tiene aquí un referente y casi una figura paternal dado el tema y los personajes que trata el film. La relación entre el padre del psicoanálisis, un alumno suyo y una paciente tratada de histeria constituyen un fiel entramado de lo que pueden llegar a ser las relaciones humanas, de lo obcecadas que pueden ser las ideas, las personalidades, el orgullo y lo frágil que resulta de un escudriñamiento sencillo y sin coacción de la realidad. Todos sentimos impulsos, el por qué aplacarlos o satisfacerlos tiene un tratamiento teórico tan antiguo como nuestra errática conciencia moral, sin embargo aquí Freud y Jung desnudan su pensamiento en aras de una cientificidad muy insegura, aparcelada en una región tan incómoda como es la sexualidad humana, para mostrar como el ser humano tiende al autoengaño, a la cancelación de una verdad dolorosa que muestre la sinrazón de la especie, de la vida. En su relación y en la relación de ambos con la paciente y la vida observamos como fluye el nacimiento de algo que quiere llegar a tener estatuto científico, y cómo en esa relación las ideas avanzan a través de las propias vidas de los protagonistas, por su cambio frente a la vida y sus influencias, a la irremidiabilidad del contacto humano y sus poderos influjos, a la adaptación de ideas propias y ajenas con el ahínco ideológico de por medio.
Es una película densa, no apta para quienes ansían algo de emoción, a pesar de estar cargada de esa palabra constituyente de toda una ciencia pues son las emociones fuertes guías imprevistas y dificilmente asumibles o superables. Sin embargo, el muy buen trabajo de los cuatro protagonistas principales hacen muy asumible la dirección de actores, con una Keira magnífica desde su histérico plano inicial a su papel de madre y continuadora de los estudios psicoanalíticos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario