Gran relato el dirigido aquí por Zhang Yimou sobre la base de las novelas del reciente Nobel de literatura Mo Yan, cuya obra desconozco en su totalidad si bien pronto ha de ser subsanado. Pero me parece una interesante y bien trabajada película con una estética muy marcada por ese color fruto de la pasión etílica que induce el vino, el amor y la vida en su manifestación más pura e instantánea. El film cuenta con una narrativa de amplias dimensiones, una voz en off narra los sucesos desde la lejanía, desde la distancia que aprecia e intuye su origen, su cultura, su idiosincrasia sin mucha más nostalgia que crítica.
Una historia de amor, de triple amor, amor por una persona, por un territorio, país o como quieran llamarlo, por un trabajo y una vida bien entendida. Ahí radica la fuerza del film, en mostrar las posibiblidades del amor, de la armonía social sin caer en ideologías dogmáticas que envenenan el discurso, en mostrar la cultura más elemental o su deposición ante los imperativos del tiempo, su regulación ante el enemigo o sus bondades ante el pueblo. Dibujar un paisaje muy creible, rojo, y sin caer en el imaginario comunista más universal me parece un gran acierto.
Los dioses del vino chinos hermanos del Dionisio griego marcan las notas embriagadoras que destilan un buen relato cinematográfico, lleno de cultura, tradición, amor y buen vivir, suma del imaginario comunista, social, emancipatorio, al cual creo que debe aspirar el ser humano en su infinita apertura al mundo.
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