Todo lo que pude ver en la tercera entrega (2046) ya estaba en la tradición, esa magnifica manera de narrar a través de un perfecto y cuidado tratamiento del tiempo, esos magníficos recursos a escenas infinitas, idénticas y totalmente divergentes. El cambio de vestido marcando lapsus imperceptibles, a pesar de que “los cambios se notan”. La configuración de cuadros intolerantes, fuera del valor convencional nos transporta al privilegio de la incómoda primera fila de la realidad, aquella donde lo desagradable se vuelve dilatado, prolongado pero a la vez estéticamente cercano. No hay tantos secretos, ya se había perdido la costumbre de enterrarlos en el fondo de un árbol.
En esta ocasión se percibe un mayor acercamiento a la realidad, la historia que había visto, ahora torna hacia su visibilidad, su comprensión, conocemos los entresijos del deseo de amar de nuestro protagonista a través de su historia, que contiene una de las mayores fuerzas universales, el amor y todas sus variantes, consecuencias, expresiones...
En esta ocasión se percibe un mayor acercamiento a la realidad, la historia que había visto, ahora torna hacia su visibilidad, su comprensión, conocemos los entresijos del deseo de amar de nuestro protagonista a través de su historia, que contiene una de las mayores fuerzas universales, el amor y todas sus variantes, consecuencias, expresiones...