Podría parecer exagerado decir que la cinta me ha decepcionado, pero a la vez me es imposible realizar tal afirmación al tratarse de un gran trabajo que nos devuelve cierta esencialidad tarantiniana. Por lo tanto me quedo con una valoración intermedia, no creo que sea su obra maestra, difícil superar Reservoir Dogs o Pulp Fiction, pero la historia no sólo entretiene con su doble argumento visionario sino que además es un pequeño repaso a la cultura cinematográfica alemana con otros guiños cinéfilos.
La licencia que permite la frase inicial da autoridad a ese final imaginario que tanto sufrimiento hubiera ahorrado y permite incluso el lujo de introducir una película en el interior de una película, así como de dar de nuevo la bienvenida a esos deslumbrantes diálogos llenos de matices y metáforas y a esos personajes únicos (coronel Hans Landa) que tanto abundan en la obra del siempre genial Quentin.
Sin embargo, hay momentos en que la película se pierde, no hay un enlace magistral de las dos historias y los personajes de éstas no están lo suficientemente o acertadamente clarificados, el discurso de Pitt a sus soldados es patético y no me puedo quitar de la cabeza las estúpidas risas en la sala gracias al innecesario plano de Goebbels fornicando.
Cinco actos de un ya clásico aunque sin innovación alguna y falto de brillantez dramática.
La licencia que permite la frase inicial da autoridad a ese final imaginario que tanto sufrimiento hubiera ahorrado y permite incluso el lujo de introducir una película en el interior de una película, así como de dar de nuevo la bienvenida a esos deslumbrantes diálogos llenos de matices y metáforas y a esos personajes únicos (coronel Hans Landa) que tanto abundan en la obra del siempre genial Quentin.
Sin embargo, hay momentos en que la película se pierde, no hay un enlace magistral de las dos historias y los personajes de éstas no están lo suficientemente o acertadamente clarificados, el discurso de Pitt a sus soldados es patético y no me puedo quitar de la cabeza las estúpidas risas en la sala gracias al innecesario plano de Goebbels fornicando.
Cinco actos de un ya clásico aunque sin innovación alguna y falto de brillantez dramática.
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