Existen películas que te enamoran desde el principio por la fascinación de uno de sus elementos, esto mismo me ocurrió tras ver los ojos de Ishtar (Maryam Hamid) cuyo ansia de contemplar me trasladó por esa sabiduría oculta y misteriosa que exhala lo oriental. La película es un dulce canto a esa tradición del sufismo, a una visión mística de la palabra de Alá, de Dios, de lo Absoluto, expresada de formas tan diversas…
La niña con la marca del ángel es una bella alegoría de las múltiples que rellenan el conjunto (la gacela, la música, el ciclo vital…) y sus ojos, son el contrapunto perfecto a la ceguera del sabio en cuanto a la realidad tangente, por ello fascina tanto ese inocente mirar, ese apego por aprender, o quizá sea aprehender…
Las historias paralelas también son dignas analogías de temática sufí, la historia del príncipe cuyo final entroncará con ese único destino que a todos nos espera, evocando la muerte del derviche y la consagración de una nueva espiritualidad en el caso del desposeído. Y las historias de amor, que decir de una pasión cuyo sentido es magistralmente ejemplificado mediante tres mariposas y la “cruel” vela, que belleza y poesía derrochan gran parte del film en lugares inhóspitos y de difícil referencia como pueden parecer los desiertos en principio.
Merece la pena ver buen cine y explorar nuevos territorios de lo humano a través del desierto, de la soledad que produce la conjunción con una verdad inamovible a la que asirse y desde la cual fundamentar una realidad, y más si lo hace desde esa fascinación y maravilla que desprende lo oriental y su expresión poética y estética como visión de la inefabilidad última.
La niña con la marca del ángel es una bella alegoría de las múltiples que rellenan el conjunto (la gacela, la música, el ciclo vital…) y sus ojos, son el contrapunto perfecto a la ceguera del sabio en cuanto a la realidad tangente, por ello fascina tanto ese inocente mirar, ese apego por aprender, o quizá sea aprehender…
Las historias paralelas también son dignas analogías de temática sufí, la historia del príncipe cuyo final entroncará con ese único destino que a todos nos espera, evocando la muerte del derviche y la consagración de una nueva espiritualidad en el caso del desposeído. Y las historias de amor, que decir de una pasión cuyo sentido es magistralmente ejemplificado mediante tres mariposas y la “cruel” vela, que belleza y poesía derrochan gran parte del film en lugares inhóspitos y de difícil referencia como pueden parecer los desiertos en principio.
Merece la pena ver buen cine y explorar nuevos territorios de lo humano a través del desierto, de la soledad que produce la conjunción con una verdad inamovible a la que asirse y desde la cual fundamentar una realidad, y más si lo hace desde esa fascinación y maravilla que desprende lo oriental y su expresión poética y estética como visión de la inefabilidad última.
La he visto, me ha gustado pero se me escapan muchos simbolismos de la peli, podrias extenderte en su explicacion... un saludo
ResponderEliminares un umbral de oxígeno, para mi alma, haber visto y escuchado
ResponderEliminarel conjunto de esta creación cinematográfica. Bab'Aziz...