Todo lo acaecido en su famosa trilogía (Días salvajes, Deseando amar, 2046 ) está nuevamente aquí si descontamos los nuevos rostros occidentales. La obra es como si se tratase del arte por el arte parnasiano, el cineasta nos habla con la cámara, con los encuadres, con el color, con la música… y lo hace de forma tan magistral que la historia pasa desapercibida, no se necesitan grandes giros, ni grandes interpretaciones (la peor Portman), ni grandes elocuencias, la obra en conjunto pretende ser arte y se agradece, sin embargo necesita el cineasta innovar en su estilo pues la repetición en este medio suele ser odiosa. La forma prevalece sobre la historia pero hay que advertir la belleza de esa tal manera de hacer cine y una peculiar visión a esos sentimientos que todo ser humano posee y en particular al sentimiento por excelencia, que grande el uso de la metáfora de la llaves y las puertas. Me gusta su manera de mirar al ser humano resumida en una de las frases finales de Elizabeth (Norah Jones) al identificar a los otros seres humanos como el espejo que necesitamos para la propia autocomprensión, y esa es una gran afirmación metafísica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario