La película, ofreciéndonos un clásico discurso narrativo apoyado en algún flashback o en ingeniosas, pero ya vistas, construcciones vía documento de archivo televisivo nos narra el especial encuentro de la filósofa alemana con el juicio a Eichmann. Para ello se basa en la figura de la propia filósofa, en sus convicciones y en su personalidad, excelentemente retratadas por Barbara Sukowa. Hay en el personaje, como en su filosofía, un halo de intraducibilidad, de sentimiento subjetivo, que sólo sale a la luz cuando es manifestado, recitado, y ¿refutado?. Cuando la escritura emana de la persona, del interior, cuando son unas verdaderas confesiones lo que se escribe como afirmaba nuestra Zambrano, la refutación no pasa por un mero pensar lógico, sin que ello inhabilite al pensar. Así, la película nos muestra a la filósofa realizando aquello que mejor aprendió de su maestro, pensar, pensar en la soledad. El riesgo está en lo público, no en ese ámbito familiar de halagos y cortesía, sino en la verdadera exposición del desnudarse como persona pensante. La película llega bien a todos los ritmos, no sobresale uno por encima de otro. Alcanza ese momento de pública exposición mediante esa conversación en el bosque con el maestro, queriendo encontrar quizá los claros de nuestra malagueña. Pero hacer una película sobre una pensadora, con los cambios y vaivenes que resultan del aprender. del reciclar reflexivo, no es nada fácil, y la propuesta, salvo este forzado desvío muy entendible, pasa con nota como película y como biopic en ese estilo clásico narrativo.
La filósofa, como es de prever una completa identificación con su obra y pensamiento es casi imposible sin la correcta exégesis que requiere tal empresa incluso en el ámbito académico, sin embargo el espectador puede encontrar ecos de este imprescindible trabajo hermenéutico en secuencias que dotan de una coherencia al conjunto de la persona y su pensamiento sin caer en la completud de una identificación parcial y ajena a la realidad viviente. Leer su ensayo sobre el tema, ayuda a comprender de un modo igualmente precario el pensar de esta mujer abanderada de un pensamiento crítico y verdaderamente reflexivo.
La directora ha sabido conjugar la personalidad de una filósofa difícil con su pensamiento fraccionado por el tiempo, los sucesos y compañías que marcan el devenir de una vida, y no es tarea difícil mantener un discurso sobre una persona, un hecho, pues la realidad atravesada de los sinsabores categoriales queda a merced de la multiplicación de la interpretación, del valor de la subjetividad estética, del infinito mundo de la representación humana. Para ello vean y piensen con otro film reciente como Wakolda de Lucía Puenzo (por referirse al mismo tipo, pues sobre la banalidad del mal y el cine pueden encontrarse material para varias antologías). Y cómo no, lean a una de las mejores pensadoras para el género humano como ha sido Hannan Arendt, pues en mundo tildado de banal la maldad o la bondad están a cada vuelta de esquina.