Con la tranquilidad con la discurre un día, las estaciones, el tiempo, filma Reygadas los principales problemas de la vida, de la vida de una comunidad tan respetable como pueda ser la nuestra, pues en todas ellas lo divino y lo humano, sus huellas o desvaríos, conforman los designios de sus habitantes.
Yo he conocido la existencia de esta comunidad por internet, no por el film, en el que sin sospechar nada puedes trasladar la historia a cualquier otro grupo religioso extremo. De ahí un elemento valiosos en el trato de los temas del film, la extrapolación de las sempiternas dudas humanas, el continuo fluir de la vida ante el dilatado mundo de ideas humano, ideas que liberan y atenazan, que someten o reafirman. Ideas nada más.
Sin embargo, casi todo lo dicho por el film ya estaba en la memoria cinematográfica, sus poesía visual, que por momentos acoge y narra aquello que la palabra no puede, a veces se pierde en una estética bella pero alargada hasta el hastío. La vida que muestran ciertos planos es contrapuesta a un universo sonoro demasiado marcado, un universo a veces molesto y engorroso, que si bien entiendo su función dramática, no consigo darle el valor que pretende y sí uno de los rasgos más violentos, esquizofrénicos contrapuestos a la serenidad de una imagen que ya insinúa el título.
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